Ludwig Wittgenstein, una vida atormentada
Su filosof¨ªa en el escenario de una magn¨ªfica tensi¨®n
1889 es, entre otras cosas, el a?o en que se funda la Segunda internacional de Trabajadores; el a?o en que nacen Martin Heidegger Adolf Hitler y Charles Chaplin; el a?o en que Lewis Carroll publica Silvia y Bruno y una edici¨®n de Alicia ?para ni?os de cero a cinco a?os?. Es un a?o que hab¨ªa empezado mal: el 3 de enero, en la Piazza Carlo Alberto de Tur¨ªn, Federico Nietzsche perd¨ªa su alma. Es, en fin, el a?o en que nace, Ludwig Wittgenstein.Ha transcurrido un cuarto de siglo desde su muerte, acaecida en Cambridge el 29 de abril de 1951, y en esa circunstancia hemos encontrado un motivo para estas l¨ªneas.
Para aquellos que, sin haber sentido la necesidad de leerlo, sienten la de citarlo, Wittgenstein es - y ya se sabe que es cola mala- un
?fil¨®sofo anal¨ªtico?. Si el calificarlo as¨ª fuera resultado de una concienzuda interpretaci¨®n de su pensamiento; la etiqueta nos parecer¨ªa, aunque inapropiada en el fondo, digna de consideraci¨®n Pero es que en la mayor¨ªa de los casos semejante caracterizaci¨®n, adem¨¢s de poner en evidencia la redomada ignorancia de quien la firma, oculta la voluntad clasificadora que invariablemente acompa?a a los esp¨ªritus dogm¨¢ticos. Los dogm¨¢ticos son, como la t¨ªa Leoncia de Marcel Proust: todo lo singular, lo nuevo, lo incalificable, los turba, y sienten la perentoria necesidad de domesticarlo encontr¨¢ndole un tranquilizador anaquel en ese mundo que ellos conciben con forma de estanter¨ªa Muchos de los que se tienen por s¨®lidos intelectuales no son sino malos bibliotecarios.
Ataque
Y no se trata aqu¨ª de emprender una defensa de la filosof¨ªa anal¨ªtica. Si de algo est¨¢ necesitada la filosof¨ªa anal¨ªtica es de un ataque, pero de un ataque en serio. Aqu¨ª se trata de decir que Wingenstein no es un fil¨®sofo anal¨ªtico. Wingenstein es un fil¨®sofo de Viena pasado por Cambridge; un calenturiento fil¨®sofo de estirpe alemana sometido a la ducha helada de la filosof¨ªa un heredero de Kant Y de Schopenhauer atravesado por la l¨®gica formal un con ciudadano de Karl Kraus que lleg¨® a ser colega de G. E. Moare, para acabar muriendo solo. Por eso hoy dos tradiciones se lo disputan. Por eso su filosof¨ªa es sobre todo el escenario de una magn¨ªfica tensi¨®n. Una tensi¨®n en dos sentidos: a lo largo y a lo ancho, por as¨ª decir. De una parte, la filosof¨ªa de Wittgenstein son dos filosofias. La primera de ellas encuentra su extensi¨®n contra¨ªda en el Tractatus Logico-Philosophicus. Para conocer la segunda es preciso acudir a varios textos publicados p¨®stumamente, y en especial a las Investigaciones Filos¨®ficas.
Evoluci¨®n
Ahora bien: al hablar de dos filosof¨ªas no quiere decir simplemente que, el pensamiento de Wittgenstein, como el de cualquier otro, haya ido evolucionando a lo largo de los a?os en un proceso de pl¨¢cida maduraci¨®n. La cosa es m¨¢s grave: la segunda filosof¨ªa de Wittgenstein no es, en la intenci¨®n de su autor, sino el laborioso rechazo de su filosof¨ªa anterior, la puntual destrucci¨®n de sus primitivas ilusiones filos¨®ficas. Con independencia de la tinta derramada y Por derramar en torno a la cuesti¨®n de si hubo un s¨®lo Wittgenstein, o tres, o infinitos, lo cierto es que ¨¦l mismo se sinti¨® doble, y as¨ª hemos de tomarlo. Se trata de un caso infrecuente. Hay, por ejemplo, quienes, fueron pecadores antes que fil¨®sofos, pero, no hac¨ªan filosof¨ªa mientras pecaban. Muchos hay, por otra parte que s¨®lo hicieron filosof¨ªa despu¨¦s de convertirse. Wittgenstein hizo filosof¨ªa en todo momento. Afirm¨® y neg¨® con el mismo rigor. Construy¨® y demoli¨® con ?a misma grandeza.De otra parte, cada una de esas filosof¨ªas es a su vez una perplejidad: son filosof¨ªas que se devoran a s¨ª mismas. Si lo que dice el Tractatus Logico -Philosophicus es verdad, entonces no es l¨ªcito escribir el Tractatus Logico- Philosophicus. Si la concepci¨®n de la filosof¨ªa que las Investigaciones Filos¨®ficas nos proponen es correcta, tal vez hacer filosof¨ªa consista en mostrar que no es necesario hacerla. Como todos los grandes libros de esta disciplina, los de Wittgenstein son libros imposibles, libros que se autoproscriben: sus autores se sobreponen a los l¨ªmites de la raz¨®n para mejor establecerlos.
Crispado como su filosof¨ªa, as¨ª era Wittgenstein. Nadie m¨¢s lejos que ¨¦l de la imagen del fil¨®sofo satisfecho de s¨ª mismo, del fil¨®sofo instalado en la precaria serenidad que da el haber desterrado de su conciencia los problemas que podr¨ªan inquietarle, del fil¨®sofo de sal¨®n dispuesto a montar un consultorio donde resolver grandes cuestiones.??De qu¨¦ te sirve -escribi¨® a un amigo- estudiar filosof¨ªa, si todo lo que sacas de ello es poder hablar Con cierta plausibilidad acerca de abstrusas cuestiones de l¨®gica y dem¨¢s, sin mejorar con ello tu modo de pensar sobre las cuestiones importantes de la vida cotidiana?? Wittgenstein encarna el ant¨ªdoto de esa mansedumbre intelectual que es la negaci¨®n de la filosof¨ªa. Wittgenstein est¨¢ entre quienes han asumido con entera lucidez el trabajo de fil¨®sofo y el trabajo de fil¨®sofo no es otra cosa que la ?funesta? man¨ªa de pensar. ?No se puede pensar decentemente si uno no quiere hacerse da?o a s¨ª mismo?, dijo tambi¨¦n Wittgenstein.
Wittgenstein hubiera sufrido, de todas formas. Sin embargo, pudiendo haber sido, entre otras cosas, m¨²sico, ingeniero aeron¨¢utico, maestro rural, arquitecto, opt¨® por la m¨¢s refinada forma de tormento: opt¨® por ser fil¨®sofo, que es la forma de atormentarse en vano. Gracias a eso pudo decir, en v¨ªsperas de su muerte y para que lo transmitieran a sus amigos: ?D¨ªgales que he tenido una vida maravillosa.?Para conocer a Wittgenstein no s¨®lo es necesario leer sus obras como tambi¨¦n lo mucho que ha sido escrito sobre ellas.
Hace falta adem¨¢s, saber o¨ªr a Brahms; a Mahler, a Schonberg. Y tambi¨¦n a Bach, ya, que Wittgestein quiso encerrar sus pasiones en formas rigurosas.
Pero tampoco basta con eso. No es suficiente con leer y o¨ªr: es preciso, ver: ver, por ejemplo, la obra pl¨¢stica que Eduardo Paolozzi dedic¨® a Wittgenstein con el t¨ªtulo de ?Vida atormentada?.
Y ver tambi¨¦n algo que, siendo absolutamente necesario, es ya, por desgracia, imposible: un ?Wittgenstein? de V¨ªsconti. Tal vez sea mejor as¨ª: un Wittgenstein de Visconti, con Dirk Bogarde -que ya hizo de fil¨®sofo anal¨ªtico en Accidente, de Losey, recorriendo luego en su carrera de actor, el camino inverso al del fil¨®sofo que estamos evocando- en el papel principal, posiblemente hubiera sido demasiado.
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