La presencia inm¨®vil de Vito Bucciarelli
Arte-acci¨®n
Lo inhabitual de este tipo de experiencias art¨ªsticas en el rutinario suma y sigue de las galer¨ªas madrile?as me induce a ampliar el comentario en torno a la que recientemente llev¨® a cabo el italiano Bucciarelli a los ojos del respetable p¨²blico. Y lo har¨¦ ajust¨¢ndome, en la medida de lo posible, a las circunstancias de tiempo, lugar y ambiente en que el suceso se produjo.A las 18 horas, Vito Bucciarelli ocupa la zona central. de la Galer¨ªa Vandr¨¦s. Viste pantal¨®n y chaqueta de color crema, sobre una camisa blanca y calza zapatos blancos y lisos. Deja caer los brazos, adheridos al cuerpo, y centra sus ojos en un punto distante, superior al alcance de la mirada del hombre medio. Sobre su cabeza pende un gran foco circular que proyecta en el suelo una onda de algo m¨¢s de un metro. Los pies est¨¢n firmes y en contacto m¨¢ximo, parpadean de vez en vez (pocas) sus ojos y su respiraci¨®n crece y decrece r¨ªtmicamente desde el diafragma, siendo ostensible la restante inmobilidad corporal. Sus labios permanecen cerrados, sin insinuar gesto alguno.
Ha comenzado el espect¨¢culo de Vito Bucciarelli, el acto pr¨®ximo de su sola presencia a ojos del espectador, que puede transitar en torno al inmovil protagonista y formular, ante su indiferencia m¨¢s absoluta, cuantos comentarios le vengan en gana: ?C¨®mo sigue la acci¨®n? Sin acci¨®n; a merced del paso del tiempo y el fluir de la luz sobre la cabeza de un Bucciarelli en perpetua y perfecta actitud est¨¢t.1ca, sin variaciones perceptibles y sin la m¨¢s leve muestra de cansancio
?Otros datos, alicientes o agravantes? Uno y muy de destacar: que el foco que pende, apenas a medio metro, sobre la cabeza de Bucciarelli es de mil (?1.000!) voltios. ?Por cu¨¢nto tiempo soportar¨ªa una persona, digamos normal, tan concentrado caudal de luz cayendo como plomo derretido sobre su cabeza?
Hay, efectivamente, una emanaci¨®n o efluvio desde aquella corporeidad inm¨®vil, iluminada a raudales, hasta el anillo de los espectadores de penumbra. El c¨ªrculo de luz adorna a Bucciarelli de un cierto hieratismo que se traduce en actitud preventiva o pudorosa del lado de quien lo contempla. Puede el espectador aproximarse cuanto quiera al protagonista, siendo pocos, sin embargo, los que se atreven a traspasar el c¨ªrculo luminoso.
?Qu¨¦ pretende Bucciarelli a trav¨¦s de su ascesis? ofrecer a la contemplaci¨®n p¨²blica los signos externos de un proceso creador tal como ocurre en sus adentros. ?Transmisi¨®n de un espacio interior a un espacio de fuera? Vale decir que el protagonista provoca en su interioridad un espacio en el que se engendra una imagen. Esta imagen va tomando cuerpo a lo largo de su interna y lenta gestaci¨®n, vi¨¦ndose alimentada por la energ¨ªa que el creador le va proporcionando. En un momento dado, el creador decide cortar el cord¨®n umbilical, y la imagen salta, objetiva y aut¨®noma, a la arena de la vida.
?Trasciende realmente este proceso de gestaci¨®n en las tres horas que dura el espect¨¢culo? Para comprobarlo ser¨ªa menester afrontar sin pesta?eo la totalidad del proceso y la mirada misma del protagonista, a lo largo de la prueba, declinando en ella la tentaci¨®n de teorizar a solas o en compa?¨ªa y rehuyendo el simple comentario. A las 19 horas, decid¨ª concentrarme por alg¨²n tiempo en la mirada de Bucciarelli. Observ¨¦, o cre¨ª observar, ciertas vacilaciones en sus ojos y tal cual descompensaci¨®n en la armon¨ªa general de su respiraci¨®n. No reflejaba su faz ni la placidez del ¨¦xtasis ni la evasi¨®n del nirvana.
La idea de atravesar los, l¨ªmites del espacio en que se entabla la lucha disociativa entre la imagen engendrada y la individualidad de quien la engendr¨® podr¨ªa int¨¦rpretarse como traslado efectivo de aqu¨¦lla, desde la interioridad del protagonista al c¨ªrculo de sus contempladores. No. No hay milagros. A las 20 horas, la faz de Bucciarelli hab¨ªa enrojecido, acentuando la sensaci¨®n de sufrimiento o el signo exterior de una gestaci¨®n a punto de parto.
Concluy¨® el espect¨¢culo a las 21 horas. Vito Bucciarelli fue despertado lentamente desde su propia interioridad. Estaba congestionado, agarrotado, fatigado (el juez conoce la fatiga de la espera), rendido. A la vista del p¨²blico quedan s¨®lo los signos exteriores de un proceso interno de gestaci¨®n de la imagen, de su concreci¨®n y objetividad definitivas que, a partir de esa hora, puede el protagonista (y s¨®lo ¨¦l) poner a disposici¨®n de los dem¨¢s: La lucha termina, se ilumina la arena, las rejas se abren, el p¨²blico interviene y la imagen queda a su merced.
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