?Privilegios para los revendedores?
Dicen las malas lenguas que los revendedores gozan de cierto tipo de privilegios con la empresa. Aseguran que estos especIalistas del billete conocen una escalera secreta en la calle de la Victoria que utilizan para rendir pleites¨ªa y lograr favores de la nobleza -ll¨¢mese comunidad de socios- empresarial. Juran que estos traficantes de papel impreso multicolor no necesitan perder tiempo ni impacientarse en la cola de esa c¨¦ntrica calle madrile?a para conseguir entradas.Hace cuatro d¨ªas, un taurino se puso en contaco telef¨®nico con EL PAIS. Indignado, denunciaba ciertas anomal¨ªas que se registran en el despacho de billetes de la sede social de la empresa. Dec¨ªa que, horas antes de abrir las taquillas, el p¨²blico forma cola, piensa en el santo Job, se carga de paciencia y aguanta a pie firme sol, agua, fr¨ªo o calor. Entre tanto, los revendedores hacen -o al menos lo intentan- su negocio. As¨ª, descaradamente, a la vista de todo el mundo, y sin que, al parecer, se tomen cartas -mejor, medidas- en el asunto. Cuando se abren los ventanucos de la esperanza, el p¨²blico se encuentra con que apenas quedan localidades. Y las que hay son caras, y para los tendidos menos apetecibles. Esos personajes aficionados a conseguir el 40 o m¨¢s por 100 de plusval¨ªa de su dinero en unas horas est¨¢n, sin embargo, bien surtidos de billetes. Ofrecen todo y de lo mejor; y, ?claro est¨¢!, a unos precios prohibitivos.
El denunciante se preguntaba -y nosotros con ¨¦l- qui¨¦n y por qu¨¦ facilita la mercanc¨ªa a los revendedores, y -cu¨¢l es la raz¨®n de que puedan actuar por la calle de la Victoria y por los aleda?os de la plaza. Que de vez en cuando, como en la corrida del lunes, les salga el tir¨® por la culata y se tengan que ?tragar? las entradas, no viene al caso.
La calva que ayer presentaba la plaza en sus tendidos 5 y 6 puede ser un s¨ªntoma de ?indigesti¨®n? taurina. Se puede argumentar que ?despu¨¦s de la tempestad viene la calma? y despu¨¦s del diluvio de orejas que el lunes cay¨® sobre la plaza lleg¨® la bonanza a los grader¨ªos. Podr¨ªa ser una raz¨®n. Pero no es menos convincente que una docena de corridas, y 36 -aunque repetidos- diestros, son muchos platos a digerir. Y 72 -que van m¨¢s- toros resultan una manada. Muchos aficionados se preguntan por qu¨¦ no se da un descanso al af¨¢n de espect¨¢culo taurino. Muchos propugnan por volver al abono a la antigua usanza, se ver¨ªan corridas durante todo el a?o, pr¨¢cticamente, y se evitar¨ªan los empachos, que ni San Isidro, con su agua milagrosa, consigue aliviar.
Es una posibilidad. Pero dicen que hay silencios elocuentes y, por la misma regla de tres, encontrarse con unos tendidos plagados de calvas y unas andanadas des¨¦rticas, inducen a pensar que los taurinos -por estas alturas- est¨¢n bajo los efectos de un ?stress?. Lo de ?al s¨¦ptimo, descans¨®?, no parece que la empresa lo conozca. Y, a lo mejor, la afici¨®n tambi¨¦n quiere descansar. Lo que no se consigue, como ayer ocurri¨®, a base de bostezos.
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