Castiella, o las cuentas que no se enhebraron
Un an¨¢lisis en profundidad de la pol¨ªtica exterior de los treinta y seis a?os del r¨¦gimen de Franco llevar¨¢ un d¨ªa a la conclusi¨®n de que no fue posible establecer un sistema, y que sin sistema exterior no hay naci¨®n, por muy prominente que haya sido su perfil hist¨®rico, que tenga la talla suficiente para considerarse miembro del grupo de naciones que participan en la direcci¨®n del mundo. El tener, un sistema y el ser capaz de respal darlo en todo momento es la nota distintiva que, como la arista de un diamante, corta o separa, como si de dos naturalezas se iratara, a una potencia de primer orden de la cohorte de naciones que siguen la estela de aqu¨¦llas.En este fracaso hay que registrar, junto al dolor patri¨®tico, una tragedia personal, la de aquel hombre que, al frente de otros hombres, llevaba en su cabeza el esquema acabado de un sistema y que supo explorar los confines pr¨¢cticos del mismo para ponerlo en ejecuci¨®n. La obra de Castiella, durante doce a?os y ocho meses al frente del ministerio de Asuntos Exteriores, fue un intento de trabar en sistema una serie de necesidades, exigencias, responsabilidades nacionales y objetivos patri¨®ticos, que devolviese a Espa?a un lugar estable e indiscutido en Europa, una tarea protagonista en la parte del mundo determinada por su geografia y una funci¨®n en el sistema internacional.
Parti¨® Castiella de una toma en sus manos de los derechos elementales de la persona, en uno de los planos m¨¢s profundos, el religioso. Un pa¨ªs que persegu¨ªa a sus protestantes no pod¨ªa aspirar, leg¨ªtimamente, a un puesto entre el foro de naciones civilizadas, y tampoco merec¨ªa credibilidad como garant¨ªa de los otros derechos personales, consagrados en una democracia.
El siguiente escal¨®n del sistema consisti¨® en la eliminaci¨®n de un factor alienante de los pueblos, de los que Espa?a era, a un tiempo, v¨ªctima y protagonista. El colonialismo la afectaba como a un pa¨ªs del Tercer Mundo, con el problema de Gibraltar, y Espa?a, al mismo tiempo, somet¨ªa a otros pueblos a situaciones que, a esa altura del siglo XX, ya no pod¨ªan ser sino consideradas formas de colonialismo. Por eso la batalla de acreditaci¨®n ante el foro internacional de las Naciones Unidas al promover el proceso de descolonizaci¨®n de lfni, Guinea Ecuatorial y (no debe olvidarse) el S¨¢hara fue acompa?ada por la excelente operaci¨®n diplom¨¢tica y de pol¨ªtica internacional en torno a Gibraltar.
Junto a estas acciones de supresi¨®n de lo negativo que traspasaba la posici¨®n de Espa?a en el mundo, inici¨® Castiella la ?positivaci¨®n? de su pol¨ªtica exterior, con la petici¨®n de adhesi¨®n al tratado de Roma, despu¨¦s de un per¨ªodo de asociaci¨®n, y la puesta en valor del c¨²mulo de factores estrat¨¦gicos y defensivos que se hallaban hipotecados por la alianza para la prestaci¨®n de servicios militares a los Estados Unidos. De ah¨ª la dura l¨ªnea de negociaci¨®n con Norteam¨¦rica y el acercamiento pol¨ªtico y defensivo a la Francia de De Gaulle
No encontr¨®, sin embargo, Castiella, ni comprensi¨®n interior, ni apoyo suficiente, cuando el ?sistema interno? se dio cuenta de que los ambiciosos proyectos nacionales del ministro requer¨ªan una revisi¨®n profunda de los presupuestos pol¨ªticos de privilegio, discriminaci¨®n y dominio que caracterizaban, en gran medida, a aqu¨¦l.
Su paciente inducci¨®? de conductas y reflejos actuales y necesarios dio, s¨ª, resultados, pero eran como las cuentas de un collar desperdigadas por el suelo, despu¨¦s de que el hilo conductor se hubiese voto o no hubiese sido capaz de enhebrar. Pero esto ¨²ltimo ya no depend¨ªa de ¨¦l.
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