Llego un predicador llamado Muhammad Al¨ª
Lleg¨® Clay a Madrid. M¨¢s con aire de predicador que de campe¨®n del mundo de todos los pesos. M¨¢s con aire de turista aburrido que de personaje pol¨¦mico y aficionado a las notas espectaculares. Pac¨ªfico, conciliador, sereno,... El motivo de su viaje a Espa?a es la presentaci¨®n de su libro: ?El m¨¢s grande. Mi propia historia.? Un libro en el que narra la historia de su vida en su doble vertiente deportiva y religiosa.A las seis menos diez llegaba Casius Clay a Barajas, acompa?ado de su s¨¦quito. En un principio parecio malhumorado, tal vez porque la recepci¨®n no fue muy calurosa. Apenas unas veinte personas. Se pase¨® displicente de un lado para otro y se neg¨® a hacer ninguna declaraci¨®n. Nos cit¨® a todos a las siete de la tarde en el hotel Palace, donde qued¨® hospedado hasta el d¨ªa uno.
Con un cuarto de hora de retraso comenz¨® la rueda de prensa. Clay, algo m¨¢s satisfecho porque la concurrencia de informadores ahora si que era masiva, se prest¨® a toda clase de preguntas. Naturalmente, las primeras se refirieron a su libro, motivo del viaje. Esto fue m¨¢s o menos lo que explic¨®- ?He escrito este libro para todos aquellos hombres del mundo que no tienen fe en s¨ª mismos, que se sienten rechazados en su medio ambiente. Yo, nac¨ª negro, en una sociedad que desprecia a los negros. En mi libro ,explico c¨®mo llegu¨¦ a lo m¨¢s alto. No s¨®lo por mi constituci¨®n sino, por mi trabajo, porque cre¨ª en m¨ª, en querer era capaz de hacerlo.?
Sorprendi¨® desde un principio su tono tranquilo, pausado, y su inclinaci¨®n a moralizar. En ning¨²n momento dej¨® asomar alguna de sus excentricidades, que todos cre¨ªamos que le acompa?an all¨¢ donde va. Se mostr¨®, antes que nada, como un hombre tranquilo, religioso, amante de la paz: ?De no haber sido boxeador me hubiese gustado ser predicador. Estudiar Ia verdad y explicarla.? Y nos explic¨® su verdad: ?El hombre est¨¢ atrapado por un progreso est¨²pido, porque ha edificado ese progreso sobre sus propias leyes, y no sobre las de Dios. El hombre se ha equivocado al olvidar a Dios. Yo siempre pienso en El."
Poco a poco la charla se fue frivolizando, mas por culpa de nosotros, los informadores, que de ¨¦l. Confes¨® que, en efecto, es el m¨¢s grande, como su libro proclama. ?Nadie me hace sombra. El mejor que hay despu¨¦s de m¨ª es Ken Norton, pero pelear¨¦ con ¨¦l en septiembre y tambi¨¦n caer¨¢. ? En cuanto al rival m¨¢s dif¨ªcil que ha tenido, fue r¨¢pido al contestar: ? Mi primera mujer.? Luego confesar¨ªa que con Joe Frazler hab¨ªa llegado a pasarlo casi tan mal como con ella. Y prosigui¨®: ?La prueba de que soy el mejor est¨¢ en mi rostro. Soy tan bello como cuando empec¨¦. ?Qui¨¦n adivinar¨ªa que soy boxeador? No soy el hombre m¨¢s bello del mundo, ni mucho menos; pero s¨ª el m¨¢s bello del mundo del boxeo.?
Se habl¨® de pol¨ªtica. Se le pregunt¨® si piensa dedicarse a ella: ?Ahora soy libre para viajar y para hablar. Si fuera un pol¨ªtico tendr¨ªa pedir permiso en los pa¨ªses para entrar en ellos. Y, adem¨¢s, no podr¨ªa decir la verdad. He pensado meterme en pol¨ªtica, pero prefiero seguir como hasta ahora.,? En su definici¨®n pol¨ªtica s¨®lo cabe un concepto: ?Soy un hombre de buena voluntad. Simpatizo con los que sufren. No trato de ser un representante del Tercer Mundo, pero s¨ª simpatizo con ¨¦l.? En cu¨¢nto a las finanzas, no se queja:-?He ganado unos Cuarenta millones de d¨®lares. Cuando me retire, habr¨¦ podido ahorrar trece. Eso me producir¨¢ una renta de unos 120.000. d¨®lares por mes, libres de impuestos.? Clay invierte en valores del Estado. Se le pregunt¨® si no tem¨ªa que su dinero sirviese para alguna guerra: ?Cuando hay guerra, todo dinero, de una forma u otra, se emplea en ella. ? En cuanto al fin de ,su carrera, no quiso pronunciarse. ?No lo he pensado a¨²n. ? Y neg¨® el fracaso de expectaci¨®n en su pelea contra Richard Dunn: ?Los empresarios cargaron mucho la mano en los precios. Mil d¨®lares por una silla de ring es mucho. ? A los tres cuartos de hora y con todos los temas pr¨¢cticamente agotados, Clay, o Muhammad Al¨ª, si ustedes prefieren, dijo ?fin?. Se levant¨®, firm¨® unos cuantos libros y subi¨® hasta la habitaci¨®n. ?The Greatest?, el m¨¢s grande, hab¨ªa dejado constancia, una vez m¨¢s, de su peculiar personalidad. Cabe decir que hizo lo ¨²nico que pod¨ªa sorprendernos: mostrarse pac¨ªfico.
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