El toro salv¨® el espect¨¢culo
La feria de San Isidro no ha sido brillante, y es l¨®gico, porque sali¨® el toro. Desde que se impuso el utrero, m¨¢s o menos adelantado y m¨¢s o menos ¨ªntegro en sus defensas, hace ya cerca de cuarenta a?os, siempre se dijo que si volviera el toro reglamentario a los ruedos se producir¨ªa entre los toreros una selecci¨®n que causar¨ªa grandes sor presas. Y as¨ª ha sido ahora.La evidencia es que la mayor parte de las figuras no pueden con el toro. Los diestros que torean ochenta o cien corridas al a?o naturalmente ?est¨¢n puestos?, poseen un oficio del que carecen los modestos. Pero como su costumbre es dar pases a unas reses que las m¨¢s de las veces ya salen dominadas del toril, porque ni por casta, ni por pujanza, ni por edad presentan mayores dificultades, cuando tienen enfrente al toro reglamentario, es decir, al cuatre?o ¨ªntegro, aquel oficio no les sirve de nada porque el que precisan es otro.Parad¨®jicamente, los modestos s¨ª tienen oficio ante el toro, pues es el que lid¨ªan invariablemente cada vez que act¨²an en cualquier plaza Y esto se ha visto palpablemente en San Isidro. En una corrida tremen darnente dura como fue la de Luciano Cobaleda, D¨¢maso G¨®mez El Puno y Antonio Rojas lidiaron con dignidad, este ¨²ltimo incluso con ¨¦xito, mientras que en otra corrida no tan dura, pero encastada seria, la de Pablo Romero, Ni?o de la Capea y Alcalde, Figuras que se consideraban indiscutibles, resultaron desbordados en todos los tercios.
Ya hay toro en el ruedo, por lo menos en la plaza de Madrid, y ahora lo que se precisa es que los toreros se habit¨²en a ¨¦l. De momento la batalla por sanear la fiesta llega a su fin, porque est¨¢ a punto de ganarse. En la pasada feria de San Isidro ya ha sido lo habitual, como dec¨ªamos, el toro, pero tambi¨¦n su lidia. A casi todos se les colocaba de largo en la suerte de varas, como no se hac¨ªajarn¨¢s hace tan s¨®lo un par de a?os; no se admit¨ªa nunca el puyazo ¨²nico; los toreros manten¨ªan una Impecable colocaci¨®n en el ruedo; las faenas se valoraban en relaci¨®n con las condiciones de las reses.
Al propio tiempo la autoridad ha tenido una actuaci¨®n ejemplar. Cuando fue preciso rechaz¨® corridas enteras en el reconocimiento, hasta cuatro en una ocasi¨®n, y desde el palco se comport¨® con seriedad en todo lo que se refiere a cambios de tercio, avisos, trofeos, devoluciones al corral, etc¨¦tera. Salvo excepciones, naturalmente, por otra parte escasas y de relativa significaci¨®n.
De manera que la Importancia de la feria de San Isidro de este a?o, la gran lecci¨®n a su vez, es que la fiesta puede salvarse o se ha salvado ya, y lo que se necesita son toreros para esa fiesta. Podr¨ªan ser los .que est¨¢n, incluso los mismos que han fracasado, si recomponen su imagen y corrigen actitudes, u otros, acaso los que est¨¢n militando injustamente en las filas de los modestos. De cualquier forma, lo que se impone es un cambio de mentalidad en el campo empresarial. Est¨¢ claro que el p¨²blico de hoy no es la masa triunfalista de hace tan poco; que retorna parte de la afici¨®n que se desentendi¨®, aburrida, del espect¨¢culo, y que nace una afici¨®n nueva, joven, inquieta, rijurosa en sus juicios, al propio tiempo apasionada en la defensa de los valores b¨¢sicos del fen¨®meno taurino. El espect¨¢culo ya no se busca en el torero y su personalidad, sino en la conjunci¨®n toro-torero, y lo que se exige es que ambos sean aut¨¦nticos.
El momento es de transici¨®n, acaso de reconstrucci¨®n de un espect¨¢culo que ya cre¨ªamos perdido. La feria de San San Isidro ha ofrecido escasos perfiles positivos en lo que respecta a la labor individual de los toreros. Apenas el poder¨ªo de Paquirri, que ha sido una grat¨ªsima sorpresa; algunas pinceladas con capote y muleta de Julio Robles, la est¨¦tica de Manzanares, el buen momento de Teruel, triunfador indiscutible, aunque frente a reses verdaderamente pastue?as; la proverbial facilidad y el buen gusto de Paco Camino; el valor espartano de D¨¢maso G¨®mez, y poco m¨¢s. Pero en cambio ha revalorizado el espect¨¢culo en su conjunto, ha hecho atractiva la fiesta en s¨ª misma, en virtud del inter¨¦s y la emocion que proporcion¨® el toro de edad, fuerza y presencia.
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