El Rey de Espa?a promete una Monarqu¨ªa democr¨¢tica
Garant¨ªas jur¨ªdicas al ejercicio de las libertades civiles Acceso al poder de las distintas alternativas de Gobierno seg¨²n los deseos del pueblo libremente expresados
?Hace doscientos a?os naci¨® en esta tierra un sistema de vida p¨²blica que hab¨¦is preservado con esfuerzo para que llegue intacto hasta el d¨ªa de hoy. Su filosof¨ªa, inspirada en el respeto a la libertad del hombre y a la soberan¨ªa del pueblo, dio vida y forma a vuestra naci¨®n, cuya fundaci¨®n ahora celebrais y celebramos todos los pa¨ªses amigos. Os dirijo en nombre del pueblo de Espa?a votos sinceros de felicidad y de larga y de pr¨®spera vida nacional en este bicentenario.Una reina de Castilla, Isabel, de la que yo desciendo-en l¨ªnea directa, llevada del instinto profundo que caracteriza el alma femenina, nombr¨® almirante de la Marina espa?ola a un desconocido pero experto navegante, Crist¨®bal Col¨®n, para que hiciera realidad sus proyectos y sus sue?os. Las naves de Espa?a se encontraron con Am¨¦rica, que les esperaba para entrar de lleno en la Historia y convertirse en pocos siglos en singular protagonista del destino humano.
Homenaje a la fundaci¨®n de la naci¨®n norteamericana
Y junto a los navegantes he de recordar tambi¨¦n a aquellos otros exploradores que, en plazo a¨²n m¨¢s corto, se internaron por los territorios de diecis¨¦is de los actuales Estados de la Uni¨®n, llegando hasta tierras de Nebraska, Kansas y Missouri, y siendo ellos los primeros hombres blancos que contemplaron el impresionante paisaje del ca?¨®n del Colorado, y los primeros que alcanzaron las orillas del Mississipi.
Hoy rendimos homenaje a la fundaci¨®n de la naci¨®n norteamericana, a la independencia proclamada en el Congreso de Filadelfia hace doscientos a?os. Este homenaje no puede limitarse a unas frases protocolarias, porque tiene motivos hist¨®ricos profundos en vivencias comunes en las que han participado nuestras dos naciones. No s¨®lo porque Espa?a torn¨® parte en la guerra de, la independencia de los Estados Unidos al lado de las trece colonias, sino porque ha influido tambi¨¦n, en los siglos posteriores, en la configuraci¨®n de las tierras, las gentes y las culturas que hoy se integran en la gran naci¨®n norteamericana.
En este a?o del bicentenario nos complace recordar el papel que desempe?aron los espa?oles y Espa?a, con sus recursos pol¨ªticos, diplom¨¢ticos, financieros, navales y militares, en la lucha global cuya, victoria consagr¨® el reconocimiento de la independencia de los Esta dos Unidos.
La obra espa?ola en Am¨¦rica
Ya la noticia de la Declaraci¨®n de Filadelfia encontr¨® en Espa?a una resonancia inmediata, y hoy podemos hacer nuestras las palabras con que uno de los mejores periodistas espa?oles del siglo XVIII coment¨® aquel acontecimiento hist¨®rico. Dicen as¨ª: ?La pintura de sus quejas y agravios, el acuerdo y madurez que han reinado en su Congreso, el esfuerzo varonil con que se muestran un¨¢nimemente resueltos a hacer frente a todos los peligros... todo parece hacer respetable y sagrada su resistencia y sus justas pretensiones.?
En 1776, la Monarquia espa?ola se extend¨ªa por inmensos territorios del continente americano, y a¨²n manten¨ªa su ritmo expansivo: en el mismo a?o de la Declaraci¨®n de Filadelfia los espa?oles fundaron la ciudad de San Francisco. A la vez que imprim¨ªa a las sociedades de la Am¨¦rica hispana importantes transformaciones, el Gobierno espa?ol se dispuso a reorganizar su aparato defensivo y diplom¨¢tico, reconociendo la beligerancia de las trece colonias y procediendo con ellas a un intercambio de misiones diplom¨¢ticas extraordinarias.
La prestaci¨®n de ayuda efectiva y apoyo log¨ªstico en los primeros a?os de la insurrecci¨®n de los colonos, antes de la entrada de Espa?a en la guerra, se realiza por medio de la utilizaci¨®n de los puertos espa?oles del Caribe por los barcos norteamericanos, y el env¨ªo de socorros en forma de equipo militar, vestuario, medicinas y dinero. Adem¨¢s de esta ayuda directa, alcanz¨® gran importancia la ayuda indirecta que representaban los preparativos b¨¦licos que ya entonces hac¨ªa Espa?a. En septiembre de 1777, tras la capitulaci¨®n de Saratoga, Espa?a quiso evitar el choque frontal con Gran Breta?a e intent¨® actuar como mediadora, asegurando el principio de la independencia de los nuevos Estados Unidos. Al fracasar este intento, Espa?a entr¨® por fin en la guerra. En ella iba a tratar, entre otros objetivos, de recuperar Gibraltar.
La conquista del puerto de la Mobila y, sobre todo, el ataque y toma de Pensacola, en mayo de 1781, signific¨® el triunfo de los norteamericanos en Florida y en el golfo de M¨¦xico. As¨ª, esta victoria de Pensacola es un anticipo de la decisiva victoria de Yorktown en octubre de aquel a?o, en cuyo ¨¦xito les toca tambi¨¦n una parte a los espa?oles de La Habana, que proporcionaron recursos econ¨®micos, necesarios para sostener la campana.
Muy pronto la paz consagr¨® los frutos de la victoria conjunta. En virtud de ella, los nuevos Estados Unidos de Am¨¦rica y Espa?a entraron en vecindad geogr¨¢fica. Para reglamentarla se lleg¨® a la firma del tratado de 27 de octubre de 1795, cuyo art¨ªculo primero dec¨ªa as¨ª: ?Habr¨¢ una paz s¨®lida e inviolable y una amistad sincera entre Su Majestad cat¨®lica, sus sucesores y s¨²bditos, y los Estados Unidos y sus ciudadanos, sin excepci¨®n de personas ni lugares. ?
No son s¨®lo apoyos en la guerra y relaciones de paz las que unen a nuestras dos naciones al consolidarse la independencia de los Estados Unidos. Espa?a se siente ligada a la formaci¨®n de la gran naci¨®n americana por las aportaciones y vestigios de una cultura de origen espa?ol, que ha sido conservada e integrada en muchos Estados de la Uni¨®n, a veces con esfuerzos y dificultades.
M¨¢s de la mitad del territorio de los Estados Unidos engloba hoy regiones que en otro tiempo estuvieron vinculadas a Espa?a. Y en esos territorios se ha producido una s¨ªntesis de hombres y culturas, de ra¨ªz espa?ola, ind¨ªgena y otras, principalmente europeas, poniendo de relieve las posibilidades de integraci¨®n y enriquecimiento mutuos, sin merma por otra parte del valor radical y originario que cada naci¨®n tiene, y que en el caso de los Estados Unidos imprimieron desde su origen las trece colonias.
La Monarqu¨ªa, una instituci¨®n abierta
Sabemos que todos los fen¨®menos de integraci¨®n de elementos heterog¨¦neos en la unidad nacional suscitan problemas y no son f¨¢ciles de asumir. Espa?a se ha formado en muchos siglos con elementos iberos, celtas, romanos y germ¨¢nicos, y en la Edad Media fue un conflictivo crisol de razas y de culturas, musulmana, judaica y cristiana, cuya s¨ªntesis, sin embargo, ha dejado una huella imperecedera en nuestra naci¨®n. Lo que importa es el hilo conductor de la unidad nacional.
El Rey de Espa?a es hoy el Jefe del Estado de una naci¨®n moderna de treinta y seis millones de habitantes que, apreciando su tradici¨®n, mira con fe y con optimismo hacia el porvenir. Espa?a es hoy un pa¨ªs joven y renovado, en cuya poblaci¨®n los dos tercios tenemos menos de cuarenta a?os. Somos una raza vieja, pero somos al mismo tiempo un pueblo nuevo, din¨¢mico, en¨¦rgico, austero y trabajador. En un inmenso esfuerzo desarrollado en las ¨²ltimas d¨¦cadas, la econom¨ªa de mi pa¨ªs sufri¨® una transformaci¨®n profunda; nos convertimos en potencia industrial -la d¨¦cima del mundo-; la explosi¨®n cultural llen¨® escuelas y Universidades e hizo que el nivel tecnol¨®gico de nuestros trabajadores y de nuestros profesionales en general, sea equivalente al del resto de los pueblos de Europa occidental.
La evoluci¨®n de nuestra sociedad no deja de ofrecer tensiones, dificultades, contratiempos y hasta violencias. Sufrimos la crisis actual del mundo, es decir que el paro, la inflaci¨®n, la contracci¨®n de la demanda y los altos costos productivos figuran entre nuestras prioritarias preocupaciones de gobierno. Pero ning¨²n obst¨¢culo se opondr¨¢ decisivamente a que nuestra comunidad espa?ola siga adelante trabajando por la creaci¨®n de una sociedad cada vez m¨¢s pr¨®spera, m¨¢s justa y m¨¢s aut¨¦nticamente libre.
La Monarqu¨ªa espa?ola se ha comprometido desde el primer d¨ªa a ser una Instituci¨®n abierta en la que todos los ciudadanos tengan un sitio holgado para su participaci¨®n pol¨ªtica sin discriminaci¨®n de ninguna clase y sin presiones indebidas de grupos sectarios y extremistas. La Corona ampara a la totalidad del pueblo y a cada uno de los ciudadanos, garantizando a, trav¨¦s del Derecho y mediante el ejercicio de las libertades civiles, el imperio de la Justicia.
La Monarqu¨ªa har¨¢ que, bajo los principios de la democracia, se mantengan en Espa?a la paz social y la estabilidad pol¨ªtica, a la vez que se asegure el acceso ordenado al poder de las distintas, alternativas de gobierno, seg¨²n los deseos del pueblo libremente expresados. La Monarqu¨ªa simboliza y mantiene la unidad de nuestra naci¨®n, resultando libre la voluntad decidida de incontables generaciones de espa?oles, a la vez que coronamiento de una rica variedad de regiones y pueblos, de la que nos sentimos orgullosos.
Haremos que la Monarqu¨ªa refuerce el sentido de la familia y del trabajo- en nuestras vidas cotidianas, promueva la asimilaci¨®n de la Historia por las j¨®venes generaciones, proporcione un renovado sentido, (prop¨®sito) y una nueva direcci¨®n (leadership) a la sociedad de nuestro tiempo.
La Monarqu¨ªa, vinculada desde su origen a la independencia nacionaI, velar¨¢ en todo momento por su mantenimiento. No admitir¨¢ injerencias ni presiones extranjeras y toda colaboraci¨®n con los dem¨¢s pa¨ªses del mundo, que Espa?a, vivamente desea, habr¨¢ de realizarse desde el m¨¢s escrupuloso respeto a la soberan¨ªa y a la dignidad nacionales.
Espa?a asume con decisi¨®n el papel que le corresponde en el concierto internacional. Situados en un lugar estrat¨¦gico de primera magnitud, entre el Atl¨¢ntico y el Mediterr¨¢neo, estamos dispuestos a poner todo nuestro esfuerzo para el mantenimiento de la paz, de la seguridad y de la libertad en tan importante regi¨®n del mundo, vital para nosotros. El pueblo espa?ol anhela la descolonizaci¨®n de Gibraltar y su reintegraci¨®n pac¨ªfica al territorio nacional.
Espa?a es parte de Europa y en cuanto tal hemos suscrito la Declaraci¨®n de Helsinki sobre la Seguridad y Cooperaci¨®n en Europa, cuyos principios inspiran nuestra pol¨ªtica relativa al continente europeo, as¨ª como nuestro prop¨®sito de mantener relaciones pac¨ªficas y fruct¨ªferas con todos los Estados. Al mismo tiempo, Espa?a est¨¢ dispuesta a reforzar su relaci¨®n con las Comunidades Europeas, con vistas a su eventual integraci¨®n en ellas.
Espa?a se encuentra estrechamente ligada, por su situaci¨®n y por su historia, a los pueblos del norte de Africa, y ha puesto de su parte los medios necesarios para que la descolonizaci¨®n del Sahara occidental se realice en paz y armon¨ªa. De ahora en adelante, Espa?a se esforzar¨¢ en acrecentar su cooperaci¨®n con los Estados del norte de Africa, para la paz y desarrollo de la regi¨®n.
El Gobierno democr¨¢tico debe ser fuerte y seguro
La tradici¨®n de cooperaci¨®n entre Espa?a y los Estados Unidos se ha venido manteniendo en nuestros acuerdos para la defensa, vigentes desde 1953, para la protecci¨®n de los valores de nuestra civilizaci¨®n occidental. Los padres fundadores de Filadelfia, en su inmortal Declaraci¨®n y en la constituci¨®n que redactaron, establecieron un sistema democr¨¢tico para preservar la libertad humana y fundar el gobierno sobre el Consenso de los gobernados. Pero hace falta tambi¨¦n -y vuestros fundadores no se olvidaron de se?alarlo-, que el gobierno democr¨¢tico sea fuerte y seguro, sin cuyas condiciones no servir¨ªa al inter¨¦s general. Vosotros y nosotros conocemos muy bien los peligros que amenazan en el mundo de hoy a la libertad, y por eso nos preparamos para defenderla. El compartir con los Estados Unidos, a trav¨¦s de v¨ªnculos de estricta reciprocidad soberana, las responsabilidades de la seguridad, merecer¨¢ siempre nuestra preferente atenci¨®n.?
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