Richard Lester, de nuevo
En lo que a cine de humor se refiere, parece que nos hallamos en la ¨¦poca dorada de la parodia. Tras de Mel Brooks y Woody Allen, el mismo Lester reincide en ella, tras de su ¨²ltimo filme sobre Los Tres Mosqueteros. Este de ahora, en el que recrea, a su manera, a Bismarck joven y a la c¨¦lebre Lola Montes, amante de Luis de Baviera, tiene como protagonista a Harry Flashman, capit¨¢n de dragones de Su Majestad Brit¨¢nica, el oficial m¨¢s condecorado de Ia no menos famosa reina Victoria. Una serie de aventuras rocambolescas que tienen como fondo los principados de la Confederaci¨®n Germ¨¢nica, todav¨ªa independientes a mediados del siglo pasado, sirven para tomar a broma no solo a sus protagonistas, a su mundo cargado de palacios galantes, lagos con cisnes y m¨²sica de Wagner, sino a los filmes por ellos inspirados, y en especial ?El prisionero de Zenda? que, en sus versiones diferentes, pero con los mismos duelos, amores y asaltos, consigui¨® entusiasmar a pasadas generaciones.Hoy, que est¨¢ de moda la desmitificaci¨®n, digamos que esto es lo que realiza Lester con las cl¨¢sicas y t¨®picas virtudes brit¨¢nicas, del mismo modo que en ?Sillas de montar calientes?, Brooks pugnaba por echar abajo el mundo del lejano Oeste, tan querido a los admiradores de los correspondientes mitos americanos, que hoy se nos sirve anunciando cigarrillos. Tambi¨¦n aqu¨ª los ?gags? se suceden sin respiro, pero al hilo de la acci¨®n, desde dentro, lo cual supone una simbiosis particular, gracias a la cual tales hallazgos y la trama misma se benefician mutuamente, al amparo de actores como Malcom Mac Dowell, FIorinda Bolkan, m¨¢s bien fr¨ªa a pesar de su apellido, y Oliver Reed-, dificiles de superar en su dominio del humor, cada cual en su estilo peculiar y. distinto. Si en ? Los Tres Mosqueteros? la historia se impon¨ªa m¨¢s all¨¢ del humor, en esta ocasi¨®n las aventuras tomadas de las diversas novelas de George Mad Donald-Fraser, el sat¨ªrico escritor victoriano, tan popular en su pa¨ªs, tienen una especial frescura que nos remonta, no a la parodia en s¨ª, sino al humor original, gracias. a la imaginaci¨®n e inspiraci¨®n de Lester, que en esta ocasi¨®n nos -lleva cerca de sus primeras pel¨ªculas, de The Knack, por ejemplo. Su estilo de cine, a la vez c¨®mico y absurdo, nacido ya hace tiempo en Inglaterra, al margen de la moda beat y pop, fue en sus d¨ªas adelantado del humor -nuevo que hoy parece en trance regresivo. Indudablemente, hacer re¨ªr no es f¨¢cil. Quiz¨¢s porque el humor por el humor dura bien poco, la parodia venga a salvarnos, no solo de los mitos pasados, sino de un mundo cerrado y hostil, demasiado serio, del que Lester nos saca anim¨¢ndonos a vivir desde el gesto o el adem¨¢n de sus actores, desde hermosos paisajes, amores y castillos, en tiempo vivos y hoy convertidos en museos de recuerdos.
Seg¨²n las novelas de George Mac Donald-Fraser
Direcci¨®n. Richard Lester. M¨²sica: Ken Thorne. Int¨¦rpretes: Malcom Mac DoweIl, Alan Bates., Fl¨®rinda Bolkan, Oliver Reed. Norteamericana. Humor. 1975. Local de estreno: Roxy B
Babelia
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