Los partidos llegaron ya...
LO QUE que ha sucedido en las Cortes, finalmente, no es que se hayan permitido o legalizado los partidos pol¨ªticos, pues ya exist¨ªan. Unos, los de la derecha, en la legalidad o en la permisividad. Otros, los de la izquierda y los de la oposici¨®n democr¨¢tica, en la clandestinidad y hasta en la c¨¢rcel. Sin embargo, el proyecto de ley de la reforma ha venido a reconocer de alguna manera que todos los espa?oles tienen derecho a organizarse pol¨ªticamente. Y los que votaron as¨ª contra el proyecto eran precisamente los l¨ªderes de la derecha franquista, que se levantan contra toda posible alternativa de poder en virtud de una sola raz¨®n: temen perder el que tienen.De cu¨¢l es la opini¨®n de este peri¨®dico sobre la ley aprobada en Cortes y sus repercusiones reales para el futuro espa?ol tiene el lector noticia por nuestro editorial del pasado d¨ªa 2 de junio. La ley es un paso en la construcci¨®n de la democracia, pero adolece de defectos jur¨ªdicos -se presenta m¨¢s como una concesi¨®n del poder que como el reconocimiento de un derecho natural de las personas- y, adem¨¢s, da la impresi¨®n de estar pensada para legalizar todos los partidos menos uno: el comunista. Pero, al margen de este problema, cabe resaltar el hecho de que, con comunistas o sin ellos -y ojal¨¢ se enmendara el error recalcitrante de querer mantenerlos en los s¨®tanos de la clandestinidad-, el resto de la oposici¨®n democr¨¢tica se siente cada d¨ªa m¨¢s dispuesto a concurrir a un proceso electoral en estas condiciones.
Mucho tienen que cambiar las cosas en este pa¨ªs, sin embargo. Anteayer vimos escenas de histeria pol¨ªtica protagonizadas por sesudos varones de nuestras Cortes porque un representante de las mismas sugiri¨® que los defensores de la llamada ruptura democr¨¢tica tienen derecho, al menos, a dejarse o¨ªr. ?C¨®mo no se han de poner estos l¨ªderes del pasado si ven a Felipe Gonz¨¢lez, a Enrique Tierno, a Joaqu¨ªn Ruiz Gim¨¦nez, a Joaquin Garrigues ocupar un esca?o del Congreso reclamando la amnist¨ªa? Y, sin embargo, la normalizaci¨®n pol¨ªtica de este pa¨ªs pasa exclusivamente por ah¨ª.
Por lo dem¨¢s, los partidos pol¨ªticos no son buenos ni malos en s¨ª. Son la consecuencia objetiva del derecho que tienen los hombres a asociarse para conseguir fines comunes, y por m¨¢s que se les quiera impedir, no hay manera de acabar con ellos. Nuestra experiencia es elocuente al respecto: cuarenta a?os de prohibici¨®n no han conseguido desanimar a los espa?oles, que siguen fundando partidos hasta de forma un tanto excesiva.
Los problemas as¨ª se presentan ahora en otro punto, que es el de la proliferaci¨®n de partidos a la que estamos asistiendo que, sin duda, resulta de lo m¨¢s da?ina para los prop¨®sitos de cambio pol¨ªtico. Parece que en la ley electoral que se prepara se est¨¢ ideando un sistema de elecciones de dos vueltas que fomente las coaliciones electorales y facilite el camino de la unificaci¨®n de los grupos en cuatro o cinco grandes formaciones pol¨ªticas.
No es justo, sin embargo, acusar simplemente a los l¨ªderes de personalismo o ambici¨®n de poder -por m¨¢s que de todo haya entre ellos- a la hora de buscar las causas del fraccionamiento pol¨ªtico al que asistimos, tanto en el r¨¦gimen como en la oposici¨®n. La guerra civil, el exilio y la persecuci¨®n de los partidos pol¨ªticos han excavado brechas generacionales en casi todas las familias pol¨ªticas, sean del signo ideol¨®gico que sean. A?adamos a esa ruptura de la tradici¨®n hist¨®rica la destrucci¨®n del tejido social, por obra y gracia de la llamada democracia org¨¢nica, y encontraremos las verdaderas causas de las dificultades, inevitables y provisionales, que los espa?oles encuentran para organizarse en partidos lo suficientemente amplios y representativos.
Un pr¨®ximo ejercicio del sufragio debe acabar con esa enfermedad adolescente que lleva a la tertulia de amigos de un escritor con fortuna a fundar un partido de resonante t¨ªtulo, en la creencia de dar as¨ª con la f¨®rmula m¨¢gica de conquistar el poder y de arreglar el pa¨ªs. Las urnas, y s¨®lo las urnas, ser¨¢n capaces de distinguir qui¨¦nes son los representantes reales de los sentimientos y aspiraciones del pueblo. Y por eso siempre han querido romperlas los que intentaron el mi¨¦rcoles ayer, una vez m¨¢s, pegar el ¨²ltimo bastonazo org¨¢nico que evitara ese contraste electoral.
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