A¨²n puede recuperarse el Museo de Escultura de la Castellana
Unas recientes declaraciones del alcalde de Madrid, don Juan de Arespacochaga, han replanteado ante la opini¨®n p¨²blica madrile?a la problem¨¢tica situaci¨®n del Museo de Escultura Abstracta de la Castellana, tema que parec¨ªa definitivamente olvidado por las instancias municipales desde que una torcida interpretaci¨®n oficial aplazara sine die la terminaci¨®n de tan singular iniciativa y el acto de su apertura oficial. Cuatro a?os, exactamente, de abandono, de silencio y hasta de peligro grave para la integridad f¨ªsica y ambiental del recinto, que ahora se rompen con el acierto de unas declaraciones, p¨²blicas y una decisi¨®n municipal tan firmes como esperanzadoras.La decisi¨®n de reducir la marquesina del nuevo edificio que ya avasallaba el recinto museal por uno de sus costados y los dos metros de retranqueo decretados para la fachada de otro edificio ya comenzado -decisi¨®n que no es frecuente entre nosotros o que no lo ha sido, cuando menos, hasta el momento- viene a salvaguardar la integridad fundamental de este Parque-Museo ¨²nico en la ciudad y, sobre todo, nos evita a los madrile?os el bochorno de contemplar c¨®mo los intereses particulares hac¨ªan suyos unos espacios ganados para la cultura y para la convivencia ciudadana. Verdadero ejemplo de integraci¨®n urbana perfectamente conjugada con una voluntad funcional y est¨¦tica.
Pero la decisi¨®n municipal va mucho m¨¢s all¨¢ y el propio alcalde ha manifestado su firme intenci¨®n de finalizar este Museo y completarlo hasta rematar del todo lo que espera desde hace tantos a?os. Y precisamente por eso, no parece inoportuno recordar cu¨¢l fue el planteamiento -oficialmente aprobado- para dignificar y ofrecer a la convivencia ciudadana los espacios inferiores de este paso elevado -ya de por s¨ª tan singular- y cu¨¢les las caracter¨ªsticas fundamentales de este Museo, concebido como un conjunto unitario y definido, que sirviera a la vez como homenaje y testimonio del momento estelar alcanzado por la escultura abstracta espa?ola, universalmente reconocida, a trav¨¦s de una selecci¨®n rigurosa y definitivamente establecida de sus nombres m¨¢s representativos, que tambi¨¦n fue objeto de la correspondiente aprobaci¨®n oficial.
Proyecto.
Para ello, los ingenieros autores del paso elevado, Jos¨¦ Antonio Fern¨¢ndez Ord¨®?ez y Julio Mart¨ªnez Calz¨®n, y el artista Eusebio Sempere, prepararon un minucioso proyecto oficialmente- aprobado- hasta lograr un conjunto arm¨®rtico donde la condici¨®n museal se identificara del todo con la propia funcionalidad y dise?o del puente que le sirve de fundamento y de cobijo, como ya se explicaba en el cat¨¢logo editado en el a?o 1972 para su entonces prevista inauguraci¨®n oficial y cuya publicaci¨®n se encuentra retenida desde entonces por parte delos correspondientes servicios municipales. Puede decirse que todo fue previsto y conjuntado al detalle. Desde la colocaci¨®n de las esculturas hasta las zonas verdes circundantes y diferentes elementos del Museo. Desde calidades y materiales id¨¦nticos a los utilizados en la construcci¨®n del puente, hasta los criterios unitarios, utilizados en su dise?o. Las esculturas, por su parte, fueron generosamente donadas por los artistas al pueblo de Madrid, corriendo el Ayuntamiento con lo gastos materiales de su realizaci¨®n. Y s¨®lo el malhadado incidente que priv¨® al pueblo de Madrid de la pieza central del Museo, la gran escultura de Chillida hoy colgada en Barcelona torci¨® definitivamente esta trayectoria de generosas donaciones, ciertamente realizadas co una finalidad concreta y determinada. As¨ª quedaron sin realizarse las esculturas de Jesu Soto y de Alicia Penalva, mientras Joan Mir confirmaba la donaci¨®n para este Museo de un de sus obras.
Terminar
Nada, pues, tan sencillo como terminar este Museo, tal y como desea el se?or alcalde, realizando las tres esculturas citadas y completando su conjunto, de acuerdo con los planes iniciales y proyectos oficiales previstos. Sin introducir mayores variaciones ni alterar para nada su composici¨®n. Porque resulta evidente, a la vista del car¨¢cter unitario y definido que tiene el Museo, de la minuciosidad con que ha sido proyectado y del cuidado que se ha puesto e vertebrar cada uno de sus elementos, que cualquier modificaci¨®n afectar¨ªa sustancialmente su unidad de concepto y podr¨ªa desvirtuar par siempre lo que constituye una iniciativa ejemplar en el contexto del arte espa?ol. Y sobre todo cuando el arte oficial no se distingue, precisamente, por la ejemplaridad de sus propuestas.
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