Al borde del abismo
El d¨¦ficit de la balanza comercial ha sido en mayo de 1.035 millones de d¨®lares el m¨¢s alto de toda nuestra historia, al tiempo que la p¨¦rdida de divisa experimentada durante los cinco primeros meses del a?o alcanza la respetable cifra de 700 millones de d¨®lares frente a 366 en igual per¨ªodo de 1975. Si a ello se a?ade, con el tel¨®n de fondo de m¨¢s de 700.000 parados, los insistentes rumtr¨¦s sobre un aumento en el ¨ªndice del coste de vida correspondiente a mayo cercano al 3 por 100, se comprender¨¢ que nos sintamos justificados para lanzar el grito de alarma resumido en el t¨ªtulo de este art¨ªculo.Resulta indudable que esta cr¨ªtica situaci¨®n no es producto de la casualidad ni de la conspiraci¨®n exterior. En, el terreno puramente. econ¨®mico, deriva de la crisis mundial desencadenada a finalesde 1973 y de la manipulaci¨®n; equivocada a que durante el a?o siguiente se sometieron nuestras principales variables econ¨®micas, en un in¨²til intento de detener la, inevitable recesi¨®n que acabar¨ªa por llegar en 1975. Pero ese maquillaje de la situaci¨®n economica respond¨ªa tambi¨¦n a un esfuerzo, m¨¢s o menos consciente, de ocultar el agotamiento y la crispaci¨®n que presidieron los ¨²ltimos meses del franquismo, aplazando de esa! forma la adopci¨®n de unas decisiones que forzosamente deb¨ªan ser impopulares.
La Inflaci¨®n
?En qu¨¦ se basa, por tanto, nuestro actual pesimismo? Ante todo, en que de la evoluci¨®n, previsible del ¨ªndice del coste de vida cabe esperar que para finales de a?o hayamos alcanzado tasas de inflaci¨®n a, la sudamericana, con el consiguiente aumento de la tensi¨®n social, inhibici¨®n de la inversi¨®n y desequilibrios exteriores de nuestra econom¨ªa. Semejante ritmo de crecimiento de los precios, exacerbar¨¢, l¨®gicamente, las reacciones de los trabajadores y apuntalar¨¢ la postura de negativa rotunda al di¨¢logo preconizada por l¨®s grupos sindicales m¨¢s extremistas, con la consiguiente agravaci¨®n de los problemas de costes y merma de las escasas ventajas que la devaluaci¨®n de febrero ¨²ltimo pudo proporcionar a. nuestras exportaciones.
Pero no acaban aqu¨ª los males, pues los salarios no son el ¨²nico culpable de la inflaci¨®n. El reciente episodio de la subida del precio del pan revela la existencia de industrias con una intolerabIle capacidad de presi¨®n sobre la Administraci¨®n, capacidad de la que aqu¨¦lla es s¨®lo una muestra, pero que se extiende a otros sectores mucho m¨¢s numerosos y en situaci¨®n de dictar pol¨ªticas agrarias cuyo ca¨®tico resultado conjunio se refleja en un d¨¦ficit en el comercio exterior de esos productos que en 1975 alcanz¨® los 1.360 millones de d¨®lares.
Cifras de esa magnitud no las puede soportar nuestra balanza de pagos durante mucho tiempo, salvo que fueran el resultado de una opci¨®n deliberada en el terreno de la reestructuraci¨®n de la agricultura y revitalizaci¨®n del medio ruval, y vinieran respaldadas por una pol¨ªtica industrial coherente. Ahora bien, mucho nos tememos que no sea ¨¦se el caso y que ¨¦sta siga siendo una mezcla heterog¨¦nea de bolsas de ineficiencia y voluntarismo burocr¨¢tico, financiada. por la asignaci¨®n forzada de recursos v¨ªa circuitos privilegiados y coeficientes legales; lodo ello con un d¨¦ficit del sector p¨²blico que, a finales de a?o, puede superar los 100.000 millones de pesetas.
Esta incapacidad para formular esquemas claros de pol¨ªtica econ¨®mica no es ciertamente nueva. Los ¨²ltimos veinte a?os de nuestra historia han estado presididos por esa lacra; lo. que ahora sucede es que la sociedad espa?ola se siente m¨¢s libre para denunciarla y que el condicionante que supone la balanza. de pagos ha llegado al. l¨ªmite de su resistencia, impidiendo forzar el ritmo de crecimiento d¨¦ la econom¨ªa y, consecuentemente, generando cada vez m¨¢s paro,Para ilustrar esos l¨ªmites perm¨ªtasenos citar unas cuantas cifras. En, 197-5 el d¨¦ficit por cuenta cornente fue, aproximadamente, de 1.500 millones de d¨®lares. Si al finalizar el presente a?o no se ha conseguido bajar de los 2.900 millones habr¨¢ que concluir que la devaluaci¨®n ha fracasado; si a ello a?adimos la carga creciente que van a suponer los pagos por intereses y amort¨ªzaciories de la deuda exterior, tendremos pues tas las bases estrictamente econ ¨®micas para una fuga de capitales qu¨¦ en plazo de unas senlanal har¨ªa descender nuestras reservas exteriores hasta niveles cr¨ªticos.
La urgencia de las decisiones
Nos encontramos, pues, ante un panorama soffibr¨ª¨¢que requiere la adopci¨®n de decisiones graves e impopulares. Pero aqu¨ª reside. la dificultad. ?Qui¨¦n va a tomar esas decisiones? A juzgar por su actuaci¨®n en los ¨²ltimos meses no parece que vaya a ser el actual Gobierno, preocupado por sobrevivirse a si mismo, en la transici¨®n del post-franquismo a la Monarqu¨ªa de la carta otorgada, y empe?ado en hacer pasar por pol¨ªtica econ¨®mica la actitud heredada de improvisaci¨®n y manipulaci¨®n de las realidades socioecon¨®micas. Pero lo triste es que tampoco parece que los partidos pol¨ªticos de la oposici¨®n, a juzgar por sus programas econ¨®micos, est¨¦n muy decididos a tomar en cuenta, a corto plazo, los dilemas insoslayables que plantean los datos econ¨®micos del Tomento. Por desgracia, la horade las decisiones nos ha llegado ya, y no cabe demorar hasta el oto?o y menos a¨²n hasta el invierno- el que todos y cada uno de los estamentos de la naci¨®n, desde el m¨¢s alto al m¨¢s humilde, asuman sus responsabilidades. De no hacerlo, el pa¨ªs abocar¨¢ r¨¢pidamente en un clima de desquiciamiento pol¨ªticoy social, cuya salida m¨¢s benigna puede ser Italia, y la m¨¢s cruenta, Argentina
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