Demora e infortunio del pabell¨®n espa?ol en la Feria de Basilea
?Se ha malbaratado la gran ocasi¨®n! Alegre improvisaci¨®n, intereses encontrados e imperdonable ceguera..., han dado al traste con la oportunidad, que ni so?ada, de difundir las posibles excelencias o refrendar la simple congruencia hist¨®rica del arte espa?ol contempor¨¢neo en el suntuoso escaparate del Ferial de Basilea,cuyos rectores hab¨ªan otorgado a nuestra legaci¨®n el rango de invitada especial, cedi¨¦ndole la sala magna del recinto expositivo.Ni derrotismos, ni cr¨ªtica destructiva. Hablan los hechos por s¨ª mismos, y por s¨ª solo resulta evidente, incluso para el ojo m¨¢s ben¨¦volo, el sin sentido de nuestro pabell¨®n en la prerrogativa del bazar m¨¢s prestigioso del mundo. Indignaci¨®n o paciencia..., y a esperar otra invitaci¨®n, si se nos brinda, o el turno de otra feria, si se abre (no parece favorable la coyuntura e insin¨²a el rumor que va, a dejar de ser anual la de Basilea), o el capricho, si se tercia, de otros promotores.
Llegado el d¨ªa solemne de la inauguraci¨®n, apareci¨® vac¨ªo el pabell¨®n de la invitada especial. ?Pensar¨ªan organizadores y visitantes que Espa?a concurr¨ªa con una insospechada modalidad, titulada o titulable arte de la incomparecencia? Al d¨ªa siguiente, y tras ser colocadas d¨¦ cualquier modo las obras de nuestros representantes segu¨ªan invisibles, por falta, ahora, de iluminaci¨®n. ?El tradicional tenebrismo a la espa?ola, elevado a dogma universal? Y para colmar el ejemplo de tales novedades o aportar otra m¨¢s nueva (?la est¨¦tica del despiste?), nuestras galer¨ªas privadas abr¨ªan sus puertas con m¨¢s de un d¨ªa de retraso.
Sin luz ni taqu¨ªgrafos
?Culpables? A la cabeza, los galeristas (o galer¨®foros) que han dado prueba de insolidaridad condenable, de falta de profesionalidad y de una sumisi¨®n sin l¨ªmite a las consignas del Consejo de la Feria en general y a las particulares exigencias de su gran jefe o Juan Palomo. En el centro, el dicho y omnipotente Bayeler que, con la anuencia de todos, ha exigido mucho y prometido no poco, para no dar absolutamente nada. Y a la cola, los propios artistas, tan inclinados a la protesta en otras ocasiones y tan silenciosos en este triste caso.
Alparecer, y con miras de ahorro, nuestra organizaci¨®n,(?) encomend¨® el traslado de las obras a una empresa ?e¨®fita en tales menesteres, y no a quienes en anteriores ocasiones hab¨ªan dado ejemplo de responsabilidad y buen hacer. De otro lado, a unos y a otros les hab¨ªa pasado inadvertido que excedidas ciertas cifras (y el cargamento de nuestra modernidad las exced¨ªa con creces), la aduana francesa exige un razonable dep¨®sito o fianza. Pasan los d¨ªas, y el transporte queda en la frontera, y all¨ª hubiera quedado sine die, de no haber mediado en el lance la embajada espa?ola.
Inicia el cami¨®n una carrera v¨¦rtiginosa por sendas y vericuetos del Continente (con notable y presumible deterioro de m¨¢s o menos fr¨¢giles productos art¨ªsticos), sin que, pese a ello, logre reducir distancias naturales ni retrasar el cron¨®metro europeo. Cunde Ia alarma en Basilea, los galer¨®foros establecen en vano comunicaci¨®n t¨¦lef¨®nica con los diversos puntos del itinerario, convirtiendo en, despilfarro sus provisiones ahorrativas.... y llega el d¨ªa de la inauguraci¨®n sin que lleguen los efectos credenciales de la invitada especial y sus ac¨®litos.
Habr¨ªan de transcurrir veinticuatro horas para que sin luz que alumbre la sala magna, ni taqu¨ªgrafos que. transmitan a las agencias el privilegio espa?ol, ni orden, ni concierto, se vea ¨ªnaugurado nuestro pabell¨®n y abiertas al p¨²blico las galer¨ªas concomitantes. ?Todo un ¨¦xito de organizaci¨®n, de celo y profesionalidad! ?El arte de la incomparecencia, la est¨¦tica del despiste y la renovada versi¨®n del tenebrismo, convertidos en espect¨¢culo universal! iEnhorabuena!
Regalos y remiendos
No hay disculpa. Desde el mes de enero estaban informados nuestros galer¨®foros por el Consejo de la Feria (en la que contaban con un representante oficial) acerca de las peculiaridades de la edici¨®n de este a?o. En vez de darse al estudio esmerado de un plan, han optado por la improvisaci¨®n, la intriga y el medro insolidario, aceptando adem¨¢s unas consignas inadmisibles, m¨¢s impuestas que cumplidas por el se?or Bayeler (¨¦l es muy libre) en cuanto a la generosa colaboraci¨®n que pudo aportar y no aport¨®.
Poco hay que comentar en cuanto al contenido; remitir al lector, en todo caso, al comentario del pasado domingo. La actualidad de nuestra representaci¨®n dif¨ªcilmente pod¨ªa hallar eco (en una feria de actualidades) a merced de una n¨®mina que contaba con cuatro insignes difuntos, oscilando la edad de los otros, salvo un par de excepciones, entre los cincuenta y los ochenta y tantos a?os. Nunca se debi¨® aceptar la imposici¨®n del Consejo Ferial en lo tocante, al menos, a los hist¨®ricos. Hubiera sido preferible declinar gentilmente la invitaci¨®n a aceptarla en forma de remiendo (?y qu¨¦ remiendo!), o de gracia por parte de los poco complacientes organizadores, helv¨¦tic¨®s.Se exige la presencia de Juan Gris y luego no consta en la sala magna, pero s¨ª en la soberbia exposici¨®n que al propio tiempo presenta en Basilea la Galer¨ªa Bayeler. No creo que haya en el mundo tres cuadros de Picasso tan mediocres como los que ha cedido el se?or Bayeler gratuitamente y para honra de nuestro pabell¨®n. El regalo nos resulta a¨²n m¨¢s denigrante tras habernos paseado por la deslumbrante exposici¨®n antol¨®gica del buen pintor malague?o, que por estos d¨ªas nos ofrece el Museo de Basilea. ?D¨®nde est¨¢n, tras tanta imposici¨®n y aceptaci¨®n, Julio Gonz¨¢lez y Antonio L¨®pez Garc¨ªa?
En tierra de nadie
Naturalmente que, el se?or Bayeler puede hacer lo que quiera con lo suyo. Nadie demanda aqu¨ª justicia; se solicita, o se deb¨ªa haber solicitado en el momento oportuno, un poco de consecuencia y otro poco de generosidad. Si era tal el inter¨¦s del ilustre galer¨®foro suizo por la presencia de nuestros hist¨®ricos y suya la propiedad de un buen pu?ado de obras ejemplares (frente a nuestra escandalosa penuria), bien pod¨ªa haberse mostrado un tanto m¨¢s consecuente y da divoso.
La culpa, a quien la tiene, o a quienes no se preocuparon de acomodar sus previsiones a la gran oportunidad que se les brindaba, a ellos y al Arte Espa?ol en general y con may¨²sculas. Exigidos y no presentes o mal representados los hist¨®ricos, y absurdamente desde?ada la participaci¨®n de los j¨®venes, nuestro pabell¨®n ha quedado en tierra de nadie, o sin destinatario espec¨ªfico. S¨ªrvanos de consolaci¨®n la conciencia de que la mejor obra; posiblemente de toda la Feria, es un gran cuadro de nuestro Pablo Palazuelo (cedido, naturalmente, por otra galer¨ªa extranjera).
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