La doble historia de Nicol¨¢s S¨¢nchez Albornoz
Nicol¨¢s S¨¢nchez-Albornoz, cincuenta a?os, historiador de profesi¨®n, casado, gasta sus, ¨²ltimas horas de estancia en Espa?a. Don Claudio, su padre, vuelve a Argentina el d¨ªa 30 de junio. Otro avi¨®n impulsar¨¢ a su hijo hacia Estados Unidos.Albornoz junior, Nicol¨¢s, es autor de alg¨²n libro, sobre nuestro pa¨ªs, que ha levantado humores de pol¨¦mica en ciertos sectores de la izquierda espa?ola. Pero aqu¨ª, entre nosotros, se le conoce m¨¢s por haber figurado como protagonista de la ?evasi¨®n hist¨®rica? de Cuelgamuros. Es profesor de la Universidad de Nueva York. Ense?a Historia de Espa?a y de Am¨¦rica Latina...
-?Nada m¨¢s ... ?
-Creo que nada m¨¢s. Soy historiador, s¨®lo eso. Aparte de mi profesi¨®n, quiz¨¢ haya desarrollado una ligera actividad pol¨ªtica.
-?Por actitud preconcebida?
-No he buscado la pol¨ªtica intencionadamente, pero hab¨ªa que hacer algo en ese terreno. Fundamentalmente, por el pa¨ªs, por la cultura espa?ola.
Desde el comienzo de la conversaci¨®n, una obsesi¨®n concreta: la ilustraci¨®n, la semilla did¨¢ctica que ha pautado su vida.
-?Le impuls¨® el apellido hacia la disciplina en que trabaja?
-No niego que puedan haber existido influencias en este sentido, pero no creo que hayan determinado mi orientaci¨®n. Cuando empec¨¦ a hacer la carrera de Historia mi padre viv¨ªa en Argentina. Adem¨¢s, mi enfoque hist¨®rico no es el mismo que el de mi padre.
-?Y a la hora de las interpretaciones, discrepan don Claudio y usted?
-S¨ª. Hay divergencias.
-Don Claudio ha declarado que alguno de sus hijos se encontraba a la izquierda de ¨¦l, en el marxismo. ?Se refer¨ªa a usted?
-Creo que s¨ª, que se refer¨ªa a m¨ª. Estoy a la izquierda de ¨¦l...
-Pero, no en el marxismo...
-Si tomar en cuenta las condiciones econ¨®micas y sociales del proceso hist¨®rico es un enfoque marxista, en ese caso puedo ser considerado por tal.
-?Por qu¨¦ no se acogi¨® al exilio en el momento en que lo hizo su padre? El viaj¨® a Argentina a?os antes que usted...
-Nosotros viv¨ªamos en Francia. El pa¨ªs vecino fue ocupado por los alemanes y mi padre se vio obligado a abandonarlo. Lo buscaban. Pudo escapar, pero solo. Mis hermanas y yo tuvimos que volver a Espa?a. Yo ten¨ªa catorce a?os en ese momento.
Atentados
A su diestra, durante el curso de toda la charla, abandonadas las gafas graduadas frente a un diario de la ma?ana, abierto por la secci¨®n de editoriales.
-?Qu¨¦ impresi¨®n le han causado los conatos de atentado que ha acarreado la visita de su padre?
Y Nicol¨¢s S¨¢nchez-Albornoz, voz cordial y reposada, dice:
-Es lo mismo que les pasa a los quiosqueros y a los libreros. Los que prometen ese tipo de atentados y los realizan, son grupos de man¨ªacos que se niegan a aceptar las realidades presentes y que act¨²an porque se creen protegidos por las fuerzas represivas.
-?Se siente usted capaz, como ciudadano nuevo, de adaptarse a las estructuras sociales espa?olas?
-Eso depender¨ªa de las estructuras.
-Las actuales, por ejemplo...
-En las circunstancias actuales me resultar¨ªa bastante dif¨ªcil.
-?Acaso siente usted cierta rebeli¨®n ante lo que le muestra actualmente su pa¨ªs? ?Puede ser un sentimiento de ?despecho intelectual??
-No, no entender¨ªa bien lo del despecho. Lo de la rebeli¨®n, s¨ª. Y ser¨ªa la misma rebeli¨®n que me oblig¨® a intervenir en la vida clandestina de los a?os cuarenta y cinco y cuarenta y seis. Todo lo anterior, con variantes, se ha mantenido. Y espero que mejore...
-Despu¨¦s de tantos a?os fuera, ?c¨®mo se nos ve a los espa?oles de ahora, al llegar a casa...: extra?os, normales, l¨²cidos, deteriorados?
-Todas las generalizaciones son falsas. Subsisten grupos recalcitrantes, pero otros, muy numerosos, han tenido ocasi¨®n de salir fuera de Espa?a, de leer y reflexionar. Estos no se diferencian demasiado del resto de los europeos o los americanos. Tal vez la realidad del pa¨ªs les plantea demasiadas situaciones falsas que no se dan en otras sociedades.
-Enjuiciando como historiador, ?cree usted que a nuestro pa¨ªs se le va a permitir elegir, de una vez por todas, su destino pol¨ªtico?
-Soy optimista a ese respecto.
-Pero hay grandes obst¨¢culos econ¨®micos. ?Han reparado los historiadores en la tenaza del capitalismo occidental que promueve USA?
-Ese problema va a establecer ciertos bretes para nuestras opciones. Pero pienso tambi¨¦n que, dentro de ese condicionamiento, vamos a encontrar mayores libertades de elecci¨®n que las que hemos tenido hasta ahora. Por lo dem¨¢s, si la presi¨®n que ejercen los espa?oles es suficientemente poderosa, la situaci¨®n puede ser superada. No creo que el marco est¨¦ predeterminado, aunque existen estas trabas que usted apunta. Pero, ya oigo, los espa?oles 'tienen su papel a desarrollar.
Espa?a como tema
Lanza una bocanada de humo al techo y sigue mostr¨¢ndose afable, pero sin decidirse del todo por la confianza definitiva. En ocasiones, busca la respuesta en el paquete decigarrillos ?Benson?, en el paralep¨ªpedo de cart¨®n dorado que descansa sobre una de las mesillas del hall, donde se comunican todas las habitaciones que la familia Albornoz tiene alquiladas en el hotel en el que corre la
charla.
-?Ha advertido grandes -contrastes entre la Espa?a que dej¨® y la que se ha encontrado? -Entre el a?o 1948 y el 1976 la diferencia es notable -en la calle, en la vida pol¨ªtica y en la actitud de las personas. El nivel anterior era tan bajo, que, cualquier cosa de ahora, aun imperfecta, es superior. El hecho de que los estudiantes se manifiesten con alguna libertad y expongan sus ideas en carteles universitarios, ya es favorable. Por mucho menos nos condenaron a nosotros a graves penas de c¨¢rcel, en el a?o cuarenta y ocho. Pero esto no quiere decir que se viva en una situaci¨®n ideal.
Sonr¨ªe, y uno piensa que anda lejos del adem¨¢n impositivo que se le adlivina a su padre...
-?Le ha parecido sobresaliente alguno de los sucesos que ha ofrecido Espa?a, en el ambiente cultural, en los ¨²ltimos a?os?
-Lo m¨¢s adecuado ser¨ªa referirse a mi propio campo. La historia, sobre todo la historia econ¨®mica, me que ha experimentado un desarrollo notable fuera de los presupuestos tradicionales, un tanto a contracorriente.
-?Y d¨®nde nace ese empe?o actual de los historiadores, en apoyarse definitivamente en la econom¨ªa para contar el tiempo? El juicio de la Historia parec¨ªa a?os atr¨¢s menos complejo.
-De acuerdo. Antes se hac¨ªa historia puramente narrativa. Ahora estamos, ante un reflorecimiento, bajo t¨¦cnicas nuevas, de la corriente que impuls¨® el siglo XVIII y que empez¨® a tomar en cuenta los problemas econ¨®micos y sociales para desarrollar todo con mayor rigor.
-No obstante, los soci¨®logos les acusan de parcialidad, de ignorar la totalidad de las cosas...
-Bien, pero tal y como yo veo las cosas, no comparto ese criterio. Para m¨ª todas las ciencias sociales tienen, el objeto de explicar la Sociedad. No veo grandes diferencias entre la Sociolog¨ªa, la Econom¨ªa y Historia. Cuando el soci¨®logo,y el economista miran retrospectivamente, son historiadores.
-?Aunque juzguen acontecimientos lejanos y desde zonas de exilio? Aqu¨ª, en Espa?a, se ha afirmado hasta la saciedad que la ¨®ptica de los de la di¨¢spora republicana,y de los exiliados en general, estaba delenfocada.
?Andaban tan por las nubes los que se vieron obligados a ?viajar? en el 39 y en a?os posteriores?
-No. Podr¨¢n ser tachados de ello algunos espa?oles. Pero conozco mucha otra gente que ha permanecido en contacto cont¨ªnuo con la realidad. Adem¨¢s, ese supuesto despiste no es aplicable a los , que salimos cuando ya estaba asentad o el r¨¦gimen de Franco.
?Los rojos?
-Otra cosa: a muchos espa?oles,de hoy les causa extra?eza el amplio abanico de corrientes pol¨ªticas, que fueron taciadas desde aqu¨ª con la palabra ?rojos?. ?C¨®mo se explica usted que toda la oposici¨®n republicanos, socialistas, liberales, anarquistas, los, cat¨®licos vascos y los comunistas, entrase en el mismo molde?
-En este momento se tiene una visi¨®n deformada de lo que fue el R¨¦gimen. Y es que han matizado sus animosidades. Antes, el R¨¦gimen rechazaba en bloque a todo el que no fuese de ultraderecha. El sistema de represion que se emple¨® lo demuestra. Se cre¨® un Juzgado para Delitos de Masoner¨ªa y Comunismo, sin reparar en que nada tiene que ver una cosa con la otra. Todo lo que no se adaptaba al molde era rechazado. El R¨¦gimen insisti¨® mucho en lo de vencedores y vencidos y recre¨® en Espa?a una estructura de castas. Figuraban, por un lado, los adictos al R¨¦gimen, a quienes se! toleraban ciertas -libertades. Luego estaban, los,?rojos?,, sobre los que caian todos los agravios. Insisto en lo del r¨¦gimen de castas que en alg¨²n sentido, fueron un espejo de los sistemas de castas que crearon, y Espa?a tambi¨¦n, todos los imperios colonialistas.
-?Y a qu¨¦ achaca usted que sigan teniendo vigencia (de hecho se remplean todav¨ªa) los conceptos, Masoner¨ªa,y Comunismo?
-Ya s¨¦, ya s¨¦ que todav¨ªa se -utilizan. Pero estas palabras las emplean los que no se han parado a estudiar los matices y sutilezas que ,invent¨® el R¨¦gimen para no chocar con sus, aliados,occidentales.
-Desde su posici¨®n, intelectual, ?C¨®mo calificar¨ªa usted el exilio que provoc¨® la guerra civil? ?Desdelqu¨¦ presupuestos organizaron su vida aquellos hombres? ?C¨®mo asimil¨® la derrota aquel grupo de generaciones de intelectuales y profesionales, con los que usted comparti¨® las vicisitudes tan de cerca?
-No creo que yo sea la persona apropiada para hablar de este tema. Yo me incorpor¨¦ al exilio en el a?o 1948. La m¨ªa fue una generaci¨®n nueva de exiliados que vivieron en la Espa?a de Franco y que no la aceptaban. Y no aceptamos aquello al enjuiciar lo que nos hab¨ªa traido. Por eso, nosotros, los hombres de mi edad, no tenemos demasiado que ver con el exilio de la guerra. Fuimos precursores de otros exilios Posteriores, de los exilios que se dieron en los a?os cincuenta y cinco, por ejemplo: reaccionamos contra lo existente.
_?A qu¨¦ tipo de organizaci¨®n pertenec¨ªa usted cuando fue procesado?
-A la Federaci¨®n Universitaria Escolar, a la vieja FUE, pero que no era vieja en manos de nosotros. Todos ¨¦ramos estudiantes nuevos. Se trataba de j¨®venes de dieciocho a?os, que retom¨¢bamos las ideas de la FUE. Fue un fen¨®meno paralelo a lo que ocurri¨® en otros niveles con los j¨®venes socialistas, anarquistas y comunistas que trataban de reorganizar su partido. El grupo nuestro, de Madrid, lleg¨® a durar a?o y medio, con acciones limitadas, claro... Y, despu¨¦s de este per¨ªodo, es l¨®gico que cayera. Fui detenido junto a otros chicos de mi edad. Ca¨ªmos unos catorce miembros directivos de la organizaci¨®n. Pasamos por la Direcci¨®n General de Seguridad. El Juzgado que dict¨® procesamiento contra nosotros fue precisamente el de Represi¨®n de Masoner¨ªa y Comunismo. Fui trasladado a la prisi¨®n de Alcal¨¢ de Henares, que entonces era exclusivamente para presos pol¨ªticos, y despu¨¦s nos pasaron a Carabanchel. Todo ello, antes de celebrarse el,Consejo de Guerra. Este estuvo compuesto por oficiales superiores, porque ten¨ªamos un alf¨¦rez provisional entre nosotros. El juicio se celebr¨® el 12 de diciembre de 1947. Las condenas impuestas fueron escandalosamente superiores a las solicitadas por la petici¨®n fiscal. En mi caso, la duplicaron, pero -en otros llegaron a sextuplicar la petici¨®n fiscal. Me impusieron seis a?os de c¨¢rcel. Se decidi¨® mi traslado al Destacamento Penal de Cuelgamuros para cumplir condena, y en agost¨® de 1948 pude escaparme de all¨ª....
La huida
Cuelgamuros, hoy Valle de los Ca¨ªdos monte de la sierra de Guadarrama, verano del 48...
-?C¨®mo se realiz¨® la fuga?
-Fue organizada por compa?eros de la FUE que se hallaban exiliados en Francia. Consiguieron convencer a B¨¢rbara Probst, por entonces una estudiante norteamericana, a que se prestara a conducir el autom¨®vil que nos condujo desde San Lorenzo de El Escorial a la frontera francesa. Nos entregaron salvoconductos falsos.. Por aquel tiempo era necesario contar con salvoconductos para trasladarse de una ciudad, a otra. Paco Benet viaj¨® clandestinamente desde Par¨ªs a Madrid para ultimar los detalles. Un domingo escapamos dos hombres del destacamento penal. Fuimos Manuel Lamana y yo. El vive ahora en Buenos Aires, es novelista. Por cierto, ha editado el libro ?Otros hombres? En ¨¦l, publicado por la Editorial Losada, relata, en forma novelada, la actividad clandestina de la FUE y tambi¨¦n nuestra huida... B¨¢rbara nos condujo hasta Catalu?a. Despu¨¦s caminamos durante tres d¨ªas y logramos, por fin, pasar a Francia...
-Y usted es consciente de que circularon raras versiones sobre la fuga, ?no? Se dijo que hubo tolerancia.
-S¨ª. Circularon numerosas versiones por las c¨¢rceles de Espa?a. Eramos conocidos entre una gran masa de la poblaci¨®n reclusa. Lo nuestro, se coment¨® con alegr¨ªa, con esperanza. Se habl¨® de ayudas de Gobiernos extranjeros, de empleo de m¨¦todos novelescos, hasta de utilizaci¨®n de helic¨®pteros. Resultalba dif¨ªcil admitir que hubiese tenido ¨¦xito una fuga tramada con elementos muy simples;. No hay que olvidar que represent¨¢bamos a una organizaci¨®n que se val¨ªa de medios precarios. Con respecto a esto, no descarto la posibilidad de que el Gobierno propalase algunas versiones que pod¨ªan favorecer la imagen, empa?ada por la huida, de su aparato represivo.
-Pero recientemente se ha vuelto a insistir en que lias autoridades pudieron haber optado por dar facilidades en aquel caso...
-Si hubiese habido tolerancia no se hubiese trasladado a nuestros companeros de la FUE presos en otras c¨¢rceles a dependencias policiales donde fueron torturados. Concretamente, a Ignacio Faure, que estaba en Cuelgamuros con nosotros, le astillaron el antebralio en los interrogatorios, seg¨²n me cont¨® luego ¨¦l en M¨¦xico.
-?Intervino usted en las obras del Valle de los,Ca¨ªdos?
-Durante cinco meses trabaj¨¦ en el destacamento que constru¨ªa el monasterio. En la ¨¦poca nuestra no ocurri¨® ning¨²n accidente grave. Sin embargo, se comentaba que en el per¨ªodo anterior, en la etapa en que se excav¨® el t¨²nel de la cripta, murieron muchos presos pol¨ªticos. Se daban nombres... Luego, cuando se colocaron los brazos de la cruz, yo ya estaba en el exilio, tambi¨¦n corrieron noticias; en este sentido.
La purga de Ongan¨ªa
-?Cu¨¢ndo volvi¨® a encontrarse con su padre?
-Estuve en Francia pocos meses, y luego march¨¦ a Argentina. Llevaba ocho a?os sin ver a mi padre. Mis hermanos quedaron en Espa?a..Sobre estos sucesos, lo ¨²nico que estoy haci¨¦ndo ante usted es relatar dentro de nuestros d¨ªas una cosa que fuera es archiconocida. De estos acontecimientos hay bastantes cosas escritas. Concretamente tres obras literarias: una novela de B¨¢rbara Probst, que creo se va a editar pronto en Espa?a; el libro de Manuel Lamana, que ya cit¨¦ antes, y un libro m¨¢s sucinto, escrito con el seud¨®nimo Juan Hermanos, titulado ?El fin de la esperanza?. Fue publicado en la revista Temps Modernes, de Jean Paul Sartre y enversion castellana en Editorial Ori¨®n.
Los ciento veinte minutos de charla, con las interrupciones de tres llamadas telef¨®nicas., -dos consultas familiares y las obligadas pausas del encendido de cigarrillos, tocaban a su fin....
-Nicol¨¢s, ?por qu¨¦ ha elegido Estados Unidos para vivir?
-Por culpa del..general Ongan¨ªa, Yo soy exiliado argentino, die la Universidad argentina quiero decir, y exiliado espa?ol. Me explicar¨¦: sal¨ª de Espa?a y pas¨¦ dieciocho a?os en Argentina, rehaciendo mi carrera y despu¨¦s ense?an. do en la Universidad, y me dejaron perplejos los sucesos de 1966, cuando,el general Ongan¨ªa y sus militares conculcaron la autonom¨ªa universitaria, apalearon a los profesores y atropellaron a los estudiantes. Muchos de los profesores nos neganios a permanecer en nuestras c¨¢tedras bajo el. r¨¦gimen. Dos a?os m¨¢s tarde se me ofreci¨® un puesto en New York University, y desde 1968 vivo en Estados Unidos. Me pareci¨® una actitud coherente abandonar Argentiria, ya que se daban las mismas circunstancias que me hicieron entrar en la clandestinidad en Espa?a y que me forzaron a aba.ndonar.tambi¨¦n. nuestro pa¨ªs.
Acabamos comentando sus a?oranzas...
-Una de las primeras cosas que hice al volver a Espa?a fue pasearme por las calles .del Madrid viejo. Y result¨® emotivo. Avila, Barcelona y la Ciudad Universitaria madriale?a rne reportaron, -asimismo, sensaciones entra?ables. Al Valle de los Ca¨ªdos no he ido...
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