Oleada de cartas-bomba en Madrid
Todos los casos tienen dos puntos en com¨²n: los destinatarios han sido siempre cr¨ªticos teatrales y las notas que acompa?aban a las mini-bombas iban firmadas con las siglas GCR, que pueden ser interpretadas como Guerrilleros de Cristo Rey, el conocido grupo ultraderechista. Aunque no sea posible afirmar la paternidad de los atentados, s¨ª est¨¢ absolutamente clara su ideolog¨ªa, pues los lemas -tambi¨¦n comunes- de las cartas -suelen ser Rojos, no y, m¨¢s expl¨ªcitamente, cat¨®licos rojos, no.Es tradicional que a Espa?a lleguen las modas, cualesquiera que sean, con retraso. Lo de las cartas explosivas fue, en su momento, una peque?a plaga terrorista en algunos pa¨ªses occidentales. Comenz¨®, inevitablemente, en los Estados Unidos, donde, sin embargo, no llegaron a abusar de ella. Luego fueron los palestinos y asimilados los que debieron ver las posibilidades de las tales cartas, y, en una especie de euforia literaria, se dedicaron a inundar las centrales de correos de varios pa¨ªses europeos con sobres destinados a las embajadas de Israel y pa¨ªses aliados.
Har¨¢ cuesti¨®n de un a?o, y probablemente debido a la pericia con que se hab¨ªa ido desarrollando la detecci¨®n y desarticulaci¨®n de estos env¨ªos, el asunto de las cartas-bomba comenz¨® a ser noticia m¨¢s que espor¨¢dica en los peri¨®dicos. Con ello, los remitentes ganaron en efectividad lo que los destinatarios hab¨ªan ido asegurando en confianza.
En Espa?a, tambi¨¦n las cartas-bomba han llegado con retraso. A nadie se le hab¨ªa ocurrido utilizar este sistema de acci¨®n terrorista hasta los primeros d¨ªas de marzo de este a?o. En la ma?ana del 5, un paquete de reducidas dimensiones es recogido en Correos por Angel Crespo, botones de Cambio 16, con destino a la redacci¨®n. Aunque, en aquellos d¨ªas la prensa dijera que hab¨ªa sido otro miembro de la revista, fue ¨¦l mismo quien abri¨® el estuche de la m¨¢quina de afeitar, en cuyo interior se hallaba casi medio kilo de explosivos, hasta que se pudo conocer su contenido. Afortunadamente, el primer circuito detonante fall¨®, y un equipo especial de la Direcci¨®n General de Seguridad, avisado inmediatamente, pudo desarticular el aparato.
Las dos cartas que han recibido los se?ores Amor¨®s y Garc¨ªa Rico han sido otros tantos avisos, seg¨²n rezaban las notas adjuntas. La que le lleg¨® al se?or Gassent es, todav¨ªa, el primero. Nadie sabe, de todas formas, cu¨¢ntos avisos tienen intenci¨®n de enviar los citados GRC ni qu¨¦ es lo que pretenden con ellos, debido a la brevedad telegr¨¢fica de sus mensajes.
Los elementos que suelen componer estos artefactos caseros son f¨®sforos, p¨®lvora prensada y un rascador, entre otras cosas. En todos los casos registrados estos d¨ªas en Madrid, la Polic¨ªa ha podido desactivar las cartas sin que se produjeran da?os.
Devolver al remitente
Salvo la primera de las cartas enviadas al se?or Amor¨®s, las otras cuatro han llevado como remite el nombre y la direcci¨®n de alguna persona conocida.El Primer env¨ªo al cr¨ªtico de Pueblo iba remitido con el nombre de Jos¨¦ Fern¨¢ndez Figueroa, ex director del mismo diario. En el segundo, se cambi¨® por el de Manuel de la Rosa.
La carta al se?or Gassent ten¨ªa en el sobre el remite siguiente: Manuel Galiana, Embajadores, 45, Madrid, y, por ¨²ltimo; la segunda que le lleg¨®, al diario Ya, al se?or Amor¨®s utilizaba el de Nin¨ª Monti¨¢n, Hermosilla, 38, Madrid. En todos los casos son nombres que no tienen por qu¨¦ despertar sospechas en los destinatarios, aunque, en general, el contenido del sobre haya sido supuesto con s¨®lo palparlo.
En estos momentos, las cartas explosivas son el ¨²ltimo de los m¨¦todos que los grupos incontrolados de la ultraderecha han utilizado contra los profesionales de la informaci¨®n para coartar su labor informativa. Lo que empez¨® con amenazas, sigui¨® con palizas y continu¨® con secuestro y torturas en el caso del director de Dobl¨®n, Jos¨¦ Antonio Mart¨ªnez Soler, termina, por ahora, en la utilizaci¨®n terrorista de artefactos explosivos que atenta ya descaradamente contra la vida humana desde una total seguridad por su parte. A¨²n no ha habido que lamentar ning¨²n da?o con estos m¨¦todos porque no se buscaba o, tal vez m¨¢s probablemente, porque han fallado. Para que no haya que lamentarlos, lo mejor ser¨ªa que la moda pasara definitivamente.
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