Dos estrenos mundiales en el Festival de Granada
Con ocasi¨®n del Centenario de Manuel de Falla, la Comisar¨ªa Nacional de la M¨²sica convoc¨® un Concurso de composici¨®n, cuyo primer premio recay¨® en Claudio Prieto. El segundo, fue otorgado al estadounidense W. C. Baker. Las dos obras galardonadas se han escuchado, en primeras mundiales, en el XXV Festival granadino, dirigidas, respectivamente, por Antonio Ros Marb¨¢ y Enrique Garc¨ªa Asensio.La Sinfon¨ªa I ha constituido el m¨¢s grande triunfo de Claudio Prieto. Nacido en 1934, el m¨²sico palentino se form¨®, muy s¨®lidamente, con los maestros Guzm¨¢n, Rubio, Porena, Maderna y Petrassi. Premio de Roma, durante su estancia en la capital italiana se convirti¨® en disc¨ªpulo muy dilecto de Petrassi, del que aprendi¨® la perfecci¨®n de la t¨¦cnica que ha sabido poner al servicio de una creaci¨®n personal y libre.
Siempre ha tendido Prieto a la objetividad, y la Sinfon¨ªa I, para coros y orquesta no s¨®lo contin¨²a tal inclinaci¨®n, sino que la exalta hasta los limites de una expresividad no por objetiva menos humanizada. Todo lo contrario. Encuentro que ese gritar multitudinario de la masa vocal, sin necesidad de texto alguno, supone una s¨ªntesis representativa del mundo actual. Refleja una actitud -la ?contestaci¨®n?-, aun cuando por lo abstracta y depurada, no se ci?a a concretar motivaciones. Si entendemos lo musical como abstracci¨®n escasamente apta para cumplir misiones que no le son peculiares, convendremos en el acierto del compositor al aprehender movimientos y gestos multitudinanios propios del tiempo en que vivimos. No fue m¨¢s preciso el humanismo rebelde de Beethoven en muchas de sus obras ni, saltando sobre el curso del tiempo, necesitaron de grandes concreciones las expresiones sonoras de Lutoslawski, Priedercki o, entre nosotros, Crist¨®bal Halffter en sus consecuciones mejores.
Claudio Prieto se enfrenta con el coro y lo trata como una suerte de masa vocal-instrumental, asistida o alternada por la orquesta. A ¨¦sta parece reservada la funci¨®n m¨¢s reposada y l¨ªrica, los per¨ªodos de relajamiento, antes de incitar de nuevo a las voces para proseguir su enardecido clamoreo. Todo ello sometido a un orden estructural muy fuerte y a un juego de tensiones basado, por una parte, en las disposiciones din¨¢micas y sus correspondientes procesos; por otra, en el trabajo interv¨¢lico, sin el cual no existe en m¨²sica posibilidad de aut¨¦ntica tensi¨®n. Cuando tal principio constitutivo falta es pr¨¢cticamente imposible alcanzar efectividades expresivas.
Hay en la Sinfon¨ªa I contenido social, por m¨¢s que se objetivice, gracias a la presencia activa, impresionante, de los coros. Hay, tambi¨¦n, fantas¨ªa a la hora de la invenci¨®n instrumental a trav¨¦s de una sucesi¨®n de procesos sonoros que van de la alquitarada combinaci¨®n de maderas, metales y cuerdas, a la impulsiva intervenci¨®n de las percusiones. Estamos, pues, ante la m¨²sica de una situaci¨®n de caracter universal todo lo explicada que permite hacerlo un lenguaje que carece de sem¨¢ntica. Y hay, sobre todo, una obra bien concebida y realizada, con poder y af¨¢n de comunicaci¨®n, hecha ?para los dem¨¢s? y no pensada para cen¨¢culos o ?clubs? de iniciados. El p¨²blico que llenaba el Patio de Carlos V, p¨²blico habitual, en gran parte convencional, reaccion¨® con entusiasmo ante la propuesta sonora de Prieto. Se produjo, pues, el impacto o, lo que es lo mismo, la comunicaci¨®n creador-audiencia. A ello contribuy¨®, sin duda, la excelencia de la versi¨®n servida por los Coros y Orquesta Nacionales, dirigidos por Antonio Ros Marb¨¢, director concienzudo y expresivo, cuyo triunfo qued¨® estrechamente asociado al de Claudio Prieto.
Un poco m¨¢s joven que Prieto es el norteamericano W. C. Baker, segundo premio Manuel de Falla, por sus Cuatro canciones sobre poemas de Kenneth Patchen para soprano y orquesta, cantados extraordinariamente por Ana Higueras y dirigidos con exacta intenci¨®n, claridad y belleza por Enrique Garc¨ªa Asensio.
Obra imaginada, fundamentalmente, para la voz y, a trav¨¦s de ella, la expresi¨®n fiel de los textos l¨ªricos, las Canciones no suponen empe?o de importancia. S¨ª revelan una refinada sensibilidad musical y ac¨²stica y un pensamiento relativamente original a la hora de ensamblar solista y orquesta. Suena el conjunto instrumental con delicadeza y moderaci¨®n, dependiente, como la misma estructura de cada canci¨®n, de la forma y el contenido de los versos de Parchen. En su total, este mensaje literario-musical, por su esp¨ªritu esperanzador, refinadamente burgues, de tenue modernidad y m¨¢s t¨¦nue reformismo, se me antoja sutil correspondencia con actitudes neo-fronterizas y kennedyanas.
Tanto la Orquesta Nacional como la Sinf¨®nica de RTVE trabajaron con alto esp¨ªritu, ¨¢gil asimilaci¨®n y voluntad perfectista.
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