Un corrid¨®n de Guardiola
En la segunda corrida de los sanfermines, celebrada ayer, se lidiaron toros de Juan Guardiola, de gran trap¨ªo y encastados. Manolo Cort¨¦s, bajonazo y rueda de peones en el primero, y cuatro pinchazos, rueda de peones (aviso) y dos descabellos en el cuarto (bronca en los dos). Ruiz Miguel, pinchazo y gran estocada (oreja). Estocada ca¨ªda en la que hace bien la suerte (ovaci¨®n y saludos). Ra¨²l Aranda, buena estocada y dos descabellos (ovaci¨®n). Pinchazo y media estocada (silencio).
Un corrid¨®n de toros mand¨® Juan Guardiola a Pamplona. La corrida de m¨¢s trap¨ªo de cuantas hemos visto en lo que va de temporada. Daba miedo contemplar aquellos toros desde el tendido. Imag¨ªnese el miedo que les dar¨ªa a los toreros desde la arena. Por los resultados m¨¢s a Manolo Cort¨¦s, que se dej¨® ir con las orejas puestas un ejemplar noble y bravo. Y menos a Ruiz Miguel, que triunf¨® en un c¨¢rdeno con problemas, y a Ra¨²l Aranda, animoso, empe?ado en sacar partido a un enemigo que no ten¨ªa pases. Adem¨¢s las pe?as menos politizadas, permitieron que el espect¨¢culo se desarrollara sin desconcierto. Su alegr¨ªa fue la alegr¨ªa de siempre; su alboroto fue el alboroto de siempre; ?todos queremos m¨¢s? cant¨® s¨®lo aquellas veces que en el ruedo no hab¨ªa lucimiento. Pero la fiesta sigue politizada. Est¨¢ politizada hasta en el palco. Resulta que aqu¨ª desde los a?os de maricasta?a, las corridas de los sanfermines las preside el alcalde, el que lo sea en cada momento, y siempre de frac y chistera. Pero este a?o se ha roto la tradici¨®n. El alcalde actual, que dice es dem¨®crata, y si lo dice ser¨¢ verdad, manifest¨® que su talante dem¨®crata no le permite ponerse el frac. Ha participado de paisano en las procesiones y para los toros pretend¨ªa hacer otro tanto. La duda estaba en decidir por d¨®nde se romp¨ªa la tradici¨®n, si por el frac o por el alcalde. Se decidi¨® romperla por el alcalde, aunque parezca mentira, y quien preside, por primera vez desde los a?os de maricasta?a, es un concejal. Con frac, faltar¨ªa m¨¢s. Tampoco se echan de menos los toros-toros, porque los hay. Las dos primeras corridas de Pamplona han salido espl¨¦ndidas en cuanto a trap¨ªo. Me acordaba ayer, desde mi localidad, de los aficionados de Madrid, m¨¢s que de ninguno de los de la andanada 8, que se habr¨ªan deleitado con la presencia de los guardiolas. ?Vaya reses, con cuajo y encastadas!. Eso, lo que sali¨® al ruedo pamplonica, es el toro de lidia y no le demos m¨¢s vueltas. Miraba a la tablilla del peso, miraba a la res que estuviera en juego, y notaba una extra?a sensaci¨®n: ?Con ese trap¨ªo s¨®lo 500 kilos? En Madrid, donde la b¨¢scula es milagrosa o no se sabe qu¨¦ puede pasar, a semejante gal¨¢n le habr¨ªan atribuido 600 ¨® 700 ¨® la tonelada, o espera t¨². La maravilla fue, adem¨¢s, c¨®mo, con qu¨¦ fijeza, con qu¨¦ celo acometi¨® el primero de la tarde a los caballos y la nobleza que desarroll¨® en el ¨²ltimo tercio. Pero Cort¨¦s no se confi¨®. No me meter¨¦ con ¨¦l: un torero puede pens¨¢rselo dos veces antes de ligar el segundo pase, sencillamente por precauci¨®n. Se me dir¨¢ y con raz¨®n que su oficio es ese: por ello he de cantar el amor propio, la valent¨ªa e incluso la t¨¦cnica de Ruiz Miguel, en el segundo, un precioso c¨¢rdeno, que desarrollaba sentido, y supo hacerle una faena variada, torer¨ªsima, en la que ante la falta de fijeza de la res acentu¨® el mando y pudo sacar partido, con circulares incluidos, por el pit¨®n aprovechable, que era el derecho. Y el de Ra¨²l Aranda, ante el tercero, dif¨ªcil, sin un pase, que desparramaba la vista, se fijaba en todo, acomet¨ªa incierto, y pele¨® para exprimir los medios muletazos que pod¨ªa tener la fiera. El resto de los guardiolas, cuyo trap¨ªo iba en aumento seg¨²n sal¨ªan, hasta el sexto, tan grande que cuando le vimos aparecer retador por el chiquero nos hizo llevamos las manos a la cabeza, resultaron duros, s¨®lo aptos para una lidia eficaz, sin resobeo de finuras y repertorio blando. En cuanto a presencia y comportamiento, as¨ª ten¨ªan que ser los toros habituales de Jos¨¦ y Juan, y de ah¨ª el m¨¦rito de estos toreros de hoy a quienes no es costumbre medirles con semejante ganado. Cort¨¦s le anduvo por la cara al cuarto, con lo que hizo lo que debla; Ruiz Miguel pugn¨® por meter en la muleta al quinto en unos derechazos que el toro acept¨® mal porque iba sin fijeza y con la cara alta, y Aranda, en el sexto, tuvo que cortar la faena pues aquel torazo, de repente, tras el tanteo, se tumb¨® en la arena y de ah¨ª en adelante se neg¨® a embestir. Toda la corrida, de principio a fin, tuvo emoci¨®n. La seriedad y la pujanza del toro, por supuesto tambi¨¦n su casta, ofreci¨® un espect¨¢culo s¨®lido, de gran inter¨¦s para los aficionados. Pero de cuanto sucedi¨® en la arena yo destacar¨ªa un puyazo de Domingo Rodr¨ªguez al segundo de la tarde: el toro vio al caballo desde muy lejos y desentendi¨¦ndose de los capotes sefue hacia ¨¦l como un rayo y meti¨® la cabeza con fiereza, mientras el picador le deten¨ªa con la vara clavada en todo la alto. Una estampa dif¨ªcil de olvidar. S¨®lo al final de la corrida se oyeron desde las pe?as los gritos de ?amnist¨ªa? y ?libertad?. Para Cort¨¦s, quien ante tan halag¨¹e?as manifestaciones debi¨® sentirse indultado del juicio que su labor hab¨ªa merecido, no hubo sin embargo amnist¨ªa: le despidieron con lluvia de almohadillas y pan.
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