Aqu¨ª todo el mundo quiere ser socialista
Parece que el socialismo est¨¢ de moda: aqu¨ª todo el mundo quiere ser socialista. Algunos descubren ahora que lo eran sin saberlo; otros lo guardaban oculto en su coraz¨®n pues no corr¨ªan tiempos para manifestaciones heroicas; y, los menos, aquellos socialistas aut¨¦nticos que exhiben hoy con orgullo sus papeles y sus cicatrices.Para complicar m¨¢s las cosas llega ahora, decidida a adquirir nuevos t¨ªtulos de socialismo, una abigarrada muchedumbre compuesta por socialdem¨®cratas, franquistas, cat¨®licos, carlistas, falangistas y no s¨¦ cuantas especies m¨¢s.
Desde mi rinc¨®n barcelon¨¦s oigo el ruido de sus gritos y sus disputas. Los falangistas chillan m¨¢s, quiz¨¢s por la costumbre o tal vez porque creen tener, entre todos ellos, ventaja. Y citan -parcialmente, eso s¨ª- a Hedilla y a Jos¨¦ Antonio, sin tener en cuenta que una cita aislada de su contexto tiene escaso valor.
Con ellos, juntos pero no revueltos, vienen tambi¨¦n algunos enfrebecidos reci¨¦n conversos del franquismo. A la reflexi¨®n, tambi¨¦n ellos traen ventaja: no tienen por qu¨¦ desprenderse de ninguna ideolog¨ªa, pues el franquismo fue un sistema de dominaci¨®n ejercido con pocas contemplaciones y mucha eficacia, pero jam¨¢s fue -no exageremos las cosas- una verdadera ideolog¨ªa. Deber¨¢n cambiar tan solo de lenguaje y, como los falangistas, no darse por aludidos en algunos momentos dif¨ªciles en que ?la prensa canallesca? resucite historias pasadas y actitudes que el oro de Mosc¨² y el contubernio Judeo-mas¨®nico tendr¨¢n inter¨¦s en recordar.
Los cat¨®licos progresistas acuden a la cita pausadamente pero con los Evangelios bajo el brazo. Eso son palabras mayores. Se acabaron aquellos tiempos en que el liberalismo era pecado y el socialismo, diab¨®lico. Hoy la Iglesia mira con ojos comprensivos y hasta complacientes al socialismo: la Iglesia pacta siempre con el diablo viejo y ataca al diablo joven. El socialismo puede exhibir ya sus credenciales de demonio con a?os. Alg¨²n d¨ªa no lejano le tocar¨¢, con toda probabilidad, el turno al comunismo: el Partido Comunista espa?ol ha sido el primero entre todos los partidos comunistas en proclamar no s¨®lo que los cristianos y los curas pod¨ªan ser admitidos en el partido -cosa que Lenin tambi¨¦n admit¨ªa-, sino que pod¨ªan ejercer en ¨¦l las m¨¢s a tas funciones directivas, lo cual, dicho entre par¨¦ntesis, sucede ya en la realidad. Pero la Iglesia, que entiende mucho de conversiones, no ama la rapidez en esta materia, pues sabe que las conversiones m¨¢s convincentes nunca son apresuradas.
Con su boina roja llegan los huguistas cantando un Oriamendi del que apenas queda la m¨²sica, pues las palabras ?Dios, Patria, Rey? se las llev¨® el esport¨®n que recogi¨® los escombros de un partido dividido, enga?ado y violado. Siempre generosos, los carlistas no pretenden prebenda alguna ni lugares de privilegio: quieren tan s¨®lo ¨ªncorporar la doctrina socialista a su repertorio ideol¨®gico, bastante maltrecho tras tantos a?os de aguas turbias en las que ellos no saben ni quieren nadar. La operaci¨®n de ?aggiornamiento? es complicada y arriesgada y no s¨®lo en el terreno de las ideas, pues es poco probable que los poderosos y violentos amigos de don Sixto les dejen tener la fiesta en paz.
En el reparto de credenciales, los socialdem¨®cratas tr¨¢nsfugos son menos f¨¢ciles de contentar, al reclamar, por razones de afinidad y parentesco, la parte del le¨®n. Por ello mismo su trato con los socialistas verdaderos est¨¢ lleno de malentendidos y dificultades: aqu¨ª nadie considera la posibilidad de someterse a una operaci¨®n que re haga la virginidad. Porque los socialdem¨®cratas han sido siempre, dicen, aut¨¦nticamente socialistas.
Pero, en este carnaval pol¨ªtico tan repleto de brillantes disfraces, ?por qu¨¦ resulta tan solicitado el socialista? A fin de cuentas, ?cu¨¢l es ese socialismo que tantas posibilidades de ¨¦xito tiene?
Lo ignoro. Un abanico enorme de socialismos se abre para quien se acerque de puntillas a averiguarlo. Es una tarea dificil. No olvidemos que Mussolini fue socialista y el nazismo se llam¨® Nacional-Socialismo en Alemania. M¨¢s cerca, alguien acu?¨® tambi¨¦n por estas latitudes alguna palabra parecida que, como tantas cosas de los ¨²ltimos a?os, se la llev¨® el viento. Rusia es una uni¨®n de Rep¨²blicas socialistas; el modelo de socialismo a la sueca no puede hacer olvidar que Suecia sigue siendo un pa¨ªs capitalista; el Partido Socialista portugu¨¦s, muy numeroso, no quiere saber nada con los comunistas mientras Mitterrand, en Francia, preside con ellos un frente com¨²n. Los socialistas italianos son escasos, porque Berlinguer ha ocupado buena parte de su sitio. Los ejemplos ser¨ªan interminables y llegar¨ªamos f¨¢cilmente a la conclusi¨®n de que comparar unos y otros socialismos ilumina bien poco.
Las definiciones no aclarar¨¢n tampoco gran cosa. ?Es el socialismo ?una doctrina opuesta al individualismo y al capitalismo que propugna una organizaci¨®n econ¨®mica de la sociedad sobre la base de la propiedad en com¨²n de los medios de producci¨®n?? ?O ser¨¢ m¨¢s cierta esa otra definici¨®n, precisa e inquietante, que propone el Robert: ?En el vocabulario marxista es una fase transitoria de la evoluci¨®n social, despu¨¦s de la eliminaci¨®n del capitalismo pero antes de que el comunismo pueda ser instaurado??
Si los socialistas espa?oles pretenden instaurar alg¨²n d¨ªa un sistema socialista verdaderamente democr¨¢tico, algo in¨¦dito y bien dif¨ªcil, deber¨¢n salvar muchos escollos. No estar¨ªa mal que comenzaran haciendo una buena criba que eliminara los peligros que les acechan dentro de ellos mismos. Doy, desde luego, por descontado, que no caer¨¢n en la trampa de ?primero el socialismo, luego la democracia?, que tan funestos resultados ha dado siempre. Y quiz¨¢ no fuera del todo in¨²til que meditaran acerca de un futurible: el d¨ªa que los espa?oles crean de verdad que el Partido Comunista ha abandonado el autoritarismo y la dictadura del proletariado, muchos de sus militantes socialistas no vacilar¨¢n en afiliarse a ¨¦l.
En cualquier caso, quienes nunca hemos saludado cerrando el pu?o ni levantando el brazo seguiremos dando la mano a nuestros amigos, sean socialistas o no. Sabemos que las transformaciones profundas se producen ¨²nicamente cuando las ideas opuestas coinciden en la necesidad del cambio.
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