Ateos, al pared¨®n
El pasado 8 de febrero, el cardenal Marty, arzobispo de Par¨ªs, durante una homil¨ªa en la catedral de Notre-Dame, calific¨® al ate¨ªsmo moderno como enfermedad social y afirm¨® que ?El necesario encuentro entre el ateo y el creyente ser¨ªa un combate espiritual, una batalla crucificadora, pero liberadora. No es posible que uno de los dos no se enga?e?.Esta alocuci¨®n de monse?or Marty, no muy afortunada ciertamente, ha significado en seguida algo as¨ª como una declaraci¨®n de guerra para algunos sectores del ate¨ªsmo franc¨¦s y un rescoldo do conflictividades que parec¨ªa muerto o sobrepasado, ha vuelto a encenderse con cierta violencia y en mi talante que se dir¨ªa el mismo de la lucha en tomo al darwinismo o las tensiones entre cristianismo y positivismo cientista del siglo pasado. El 26 de abril, en efecto, monsieur Beaughon, presidente de la Uni¨®n de Ateos, que, entre las asociaciones que pudi¨¦ramos llamar racionalistas, es la m¨¢s confesional e integrista, visit¨® al cardenal Marty en audiencia privada, pero parece que la visita s¨®lo ha servido para complicar las cosas. En una reciente reuni¨®n en la Sorbona de esos movimientos o grupos racionalistas y positivistas, monsieur Beaughon ha dicho en tomo a esa audiencia: ?No hice la menor concesi¨®n. El cardenal y sobre todo su secretario me expusieron los habituales absurdos que la Iglesia ha dado siempre como respuesta a los fil¨®sofos" y, refiri¨¦ndose a la clase de tolerancia que la Uni¨®n de Ateos que ¨¦l preside puede mostrar en relaci¨®n con esos absurdos, a?adi¨®: ?Nuestra tolerancia es de la misma clase que la de la liga antialcoh¨®lica, puesto que la religi¨®n es una tarea ps¨ªquica caracterizada, consideramos que al combatirla estamos haciendo una obra de salubridad p¨²blica?.
Integrismo ateo
La Uni¨®n de Ateos de monsieur Beaughon es la asociaci¨®n de este tipo de m¨¢s reciente formaci¨®n y de una confesionalidad y un integrismo, como dije m¨¢s arriba, m¨¢s dogm¨¢ticos y violentos. Sus 550 asociados parecen aceptar plenamente el manifiesto o creo que est¨¢ en la base de su constituci¨®n misma y que exige de sus miembros la afirmaci¨®n de ?que no existe esp¨ªritu sin materia viviente organizada y que la organizaci¨®n o muerte hace cesar definitivamente la actividad espiritual que caracterizaba a esta materia viva?. El presidente de honor de dicha asociaci¨®n, Francis Perrin, que fue antiguo director del Comisariado para la energ¨ªa at¨®mica, va incluso un poco m¨¢s all¨¢ en la exposici¨®n de este s¨ªmbolo de fe y escribe: ?Profesi¨®n de no-fe. No creo en ning¨²n Dios creador, en ning¨²n Dios personal que se interese o no en la suerte de los hombres. No creo en ninguna forma de inmortalidad del alma individual que me parece demasiado indisolublemente ligada al cuerpo perecedero y a su c¨¦rebro tan inimaginablemente complejo y fr¨¢gil para poder sobrevivir a su desintegraci¨®n?.
Para un cient¨ªfico del siglo XX y a estas calendas de 1976, la anterior formulaci¨®n parece ciertamente tan desafortunada como la propia formulaci¨®n del cardenal Marty en su serm¨®n del 8 de febrero. El di¨¢logo entre ateos y creyentes parece que hab¨ªa superad¨® ya d¨¦finitivamente estas gravedades o pesos y handicaps del pasado y la vuelta de estos fantasmas s¨®lo puede inquietarnos a todos, mucho m¨¢s en esta parcela de la cristiandad espa?ola siempre demasiado vuelta hacia el pasado y donde las m¨¢s terribles luchas han tenido lugar con frecuencia por sombras del pasado y con el mismo talante teol¨®gico de ?honra de Dios y Su Majestad? con que se fue a Flandes o se extirp¨® a los herejes. El XIX europeo fue, en este aspecto de la lucha entre fe, y cientismo, una verdadera guerra religiosa, pero la secularizaci¨®n se consum¨® luego en los pa¨ªses donde el XVIII no la hab¨ªa consumado ya casi por completo y el agnosticismo, por ejemplo, supon¨ªa una especie de desconfesionalizaci¨®n o laicizaci¨®n de la postura atea mientras desde el lado cristiano se reconoc¨ªa el valor extremadamente religioso de la b¨²squeda espiritual y se aceptaba el reto ateo que ser¨ªa resuelto en el m¨¢s all¨¢ en el abrazo con la Nada que dec¨ªa el ateo y el Todo que dec¨ªa el cristiano llamado tambi¨¦n Nada en el lenguaje m¨ªstico de Juan de la Cruz o del maestro Eckhart.
Pero en Espa?a no hubo Renacimiento ni Ilustraci¨®n salvo en peque?as y perdedoras minor¨ªas, el horizonte pol¨ªtico-social y la vividura toda de los espa?oles, son religiosos y su espa?olidad misma viene definida por la ortodoxia, no hay un s¨®lo poro ni en el plano del pensamiento ni en el de la realidad que sea laico, y, cuando el mundo moderno y sus opciones filos¨®ficas y espirituales, al margen del catolicismo, hagan irrupci¨®n entre nosotros aparecer¨¢n con un talante de autodefensa, agresividad y afirmaci¨®n igualmente dogm¨¢ticas y religiosas. Todo se vive entre nosotros more teol¨®gico como en los universos isl¨¢mico y judaico, y el tipo de ate¨ªsmo que nosotros hemos conocido ha sido un ate¨ªsmo militante y apost¨®lico; nuestro laicismo, un laicismo absolutamente religioso, y la lucha entre el catolicismo y el ate¨ªsmo o laicismo, una guerra de religi¨®n. Y si en la Francia de una gran experiencia y vividura laicas subsiste todav¨ªa un ate¨ªsmo tan religioso, confesional e integrista como el de monsieur Beaughon, mucho es de temer que entre nosotros resucite otro ate¨ªsmo muy similar, pero todav¨ªa m¨¢s militante que ni siquiera est¨¦ dispuesto a esa tolerancia de las Ligas antialcoh¨®licas de que el propio monsieur Beaughon habla. Tras cuarenta a?os de tremendo predominio pol¨ªtico-social de la Iglesia Cat¨®lica en este pa¨ªs, la. reacci¨®n ha sido de indiferencia religiosa total, o de pura constataci¨®n e instrumentalizaci¨®n de lo religioso para fines pol¨ªticos. El advenimiento de la sociedad tecnol¨®gica y consumista sobre un hombre como el hisp¨¢nico, para el que lo religioso m¨¢s que aventura personal de la de la fe, ha sido siempre horizonte socio-pol¨ªtico y distintivo de la casta, ha tornado irrelevante lo religioso. La llegada y extensi¨®n de conocimientos t¨¦cnicos y culturales, necesariamente sumarios, pero absolutamente heterog¨¦neos y m¨¢s ¨¢mplios que los que se poseen respecto a los problemas religiosos incluso entre las minor¨ªas, han vuelto irrisoria a esa fe, consider¨¢ndola algo as¨ª como patrimonio de igorrotes subdesarrollados o taras ps¨ªquicas de las que hay que desprenderse. Y la beater¨ªa por un marxismo superficial y dogm¨¢tico ha hecho, en fin, que, en un momento en que el mundo de la ciencia y sus formulaciones y aserciones son entendidos con el mayor de los relativismos y la mayor de las humildades, el ate¨ªsmo apellidado cient¨ªfico se ha entendido por el contrario como algo establecido cient¨ªficamente de manera definifiva, en el mismo tono en que hablaba el ingenuo positivismo decimon¨®nico o a sensu contrario las catolic¨ªsimas apolog¨ªas de A Dios por la ciencia o Y la Biblia ten¨ªa raz¨®n. ?No van a despertar o no est¨¢n despertando ya todos estos ateismos tan seguros y confesionales atizados, adem¨¢s, por un cierto ¨¢nimo de revancha o de impulso pendular que contrarreste el otro polo de cuarenta a?os de procesiones, bendiciones a todo pasto, juramentos hier¨¢ticos e imposibilidad de pensar y ?mover la lengua de otro modo? como reza la leyenda de uno de los m¨¢s atroces caprichos de Goya?
Fantasmas del pasado
Este movimiento pendular es casi inevitable, pero tendr¨ªamos que hacer todo para evitar que volvieran los fantasmas del pasado. ?La historia universal no es, como han tratado de ense?arnos en casi 2.000 a?os tanto los maniqueos como sus ep¨ªgopos, los cristianos, una lucha entre la fe e incredulidad, sino lucha de fe contra fe -ha escrito con raz¨®n Friedrich Heer-. Los jud¨ªos creyentes se enfrentaron con Jes¨²s de Nazareth ante el Sanedr¨ªn; los paganos romanos, creyentes no cristianos, ven en los primitivos cristianos a hombres ateos, hombres sin Dios. Los cristianos ven en los ateos hombres sin fe, porque ¨¦stos no creen en sus ideas cristianas acerca de Dios, y los ateos consideran a los cristianos hombres sin fe, porque ¨¦stos no quieren creer en la vocaci¨®n, en la grandeza y promesa del hombre?. Pero lo que importa, cara al presente y al futuro, es que tanto los cristianos como los ateos, en la infatigable prosecuci¨®n de sus asuntos, corran presurosos hacia el verdadero Dios y el verdadero hombre?, sin entretenerse en m¨¢s guerritas o cruzadas.
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