Cisma en el pensamiento militar franc¨¦s
Un militar ha sido severamente sancionado. No un militar cualquiera: un vicealmirante de escuadra de la Marina francesa, en servicio. Y no s¨®lo un hombre de esa graduaci¨®n, sino un marino que totaliza 95 anualidades de servicio, por treinta y nueve a?os de actividad, unidos a las bonificaciones de campa?a y de riesgo. Ha estado bien sancionado. Hab¨ªa atacado sin piedad la pol¨ªtica defensiva del Gobierno franc¨¦s, hab¨ªa ridiculizado a su ministro de Defensa, hab¨ªa discutido las tesis del presidente de la naci¨®n, en p¨²blico. Y, sin embargo... Antonio S¨¢nchez-Gij¨®n analiza la cuesti¨®n presentada por Sanguinetti, quien ha puesto el dedo en la llaga de este interrogante que a todos nos importa: ?puede una naci¨®n escapar del ?diktat? inexorable de las dos superpotencias: ?o te sometes a mi sistema de seguridad, o quedar¨¢s proscrita, aislada, sitiada?? En la cuesti¨®n le va la suerte no s¨®lo a Francia, sino tambi¨¦n a Europa.
Antoine Sanguinetti no es el primer hereje del pensamiento oficial franc¨¦s en materia de defensa. Los ej¨¦rcitos del siglo XIX y del primer tercio del XX resultaron del gran cisma presentado por la idea del ej¨¦rcito como la naci¨®n en armas. De Gaulle fue a su vez el hereje del paradigma decimon¨®nico: la defensa deb¨ªa basarse en un ej¨¦rcito profesional, m¨®vil y tecnificado. El ¨¢tomo, que inicialmente aparece, no como un elemento de la batalla, sino de la disuasi¨®n, modific¨® su doctrina, de este modo: la defensa de Francia puede descansar de modo suficiente sobre una fuerza nuclear disuasoria, que impide que contra Francia se produzcan ataques de una naturaleza o de otra (esto es, nucleares o no); no importa la existencia de amenazas nucleares mucho m¨¢s potentes que la francesa (las de las superpotencias), ya que el castigo nuclear franc¨¦s, ser¨ªa, en todo caso, insoportable para el atacante. Los vectores nucleares ten¨ªan, para De Gaulle, la virtud de las unidades acorazadas m¨®viles que ¨¦l hubiera querido oponer a las alemanas. Entre los vectores nucleares, el submarino lanzacohetes adquir¨ªa la suprema significaci¨®n, por encima de los silos bal¨ªsticos fijos y de los aviones, localizables y abatibles. As¨ª, la funci¨®n nuclear de la Marina era, a un tiempo, la ?¨²ltima ratio? de la disuasi¨®n, y el argumento para privilegiar a la Armada sobre los otros servicios.
Tres art¨ªculos
Seg¨²n Sanguinetti, en sus ya tres c¨¦lebres art¨ªculos (Le Monde, 27, 28, 29 y 30 de junio de 1976), la pol¨ªtica defensiva del presidente Giscard d'Estaing y de su ministro de Defensa, Yvon Bourges, se aparta esencialmente, por v¨ªa f¨¢ctica e intelectual, de la hasta ahora vigente en Francia. Giscard ha abandonado la ambici¨®n de ?grandeur?, esto es, de independencia, y ha admitido como aceptable la idea de Francia como ?potencia media? y solamente ?aut¨®noma?. El ¨¢tomo, que hab¨ªa ?santuarizado? a Francia, esto es, que la hab¨ªa hecho inviolable por ataques nucleares o cl¨¢sicos, hab¨ªa excluido la posibilidad de que las fuerzas armadas francesas se viesen envueltas en ?la batalla?, esto es, en un conflicto limitado y localizado, librado con armas tradicionales.Pero Giscard ha hecho aparecer el ¨¢tomo como un medio destinado exclusivamente a disuadir al ¨¢tomo: ?La disuasi¨®n nuclear estrat¨¦gica es un medio de disuadir la agresi¨®n del mismo tipo contra Francia?... ?El ej¨¦rcito, por el contrario, ha de hacerse a la idea de que si un d¨ªa debe garantizar la seguridad de la naci¨®n, ha de prepararse a presentar la batalla?; Francia ya no puede ser considerada como un ?santuario?, ya que ?el espacio franc¨¦s estar¨¢, desde el comienzo, dentro del espacio de la batalla?, y en esta ?batalla? las armas nucleares encuentran un nuevo papel. La t¨¢ctica se revaloriza, la disuasi¨®n estrat¨¦gica se debilita.
Seg¨²n Sanguinetti, esta desviaci¨®n doctrinal hace perder credibilidad y prioridad a las fuerzas estrat¨¦gicas francesas; de hecho hay una degradaci¨®n de la fuerza nuclear francesa con tranferencia masiva de medios econ¨®micos para favorecer al personal mayoritario del ej¨¦rcito de tierra y de la gendarmer¨ªa. Se puede llegar as¨ª a unas fuerzas armadas en que los soldados no tengan armas, ni los aviadores aviones, ni los marinos barcos. Actualmente se est¨¢ produciendo una debilitaci¨®n del esfuerzo nuclear franc¨¦s; debido a reducciones presupuestarias y modificaciones t¨¦cnicas en marcha, Francia s¨®lo contar¨¢ con nueve silos bal¨ªsticos utilizables en la llanura de Albi¨®n, durante los pr¨®ximos a?os; tendr¨¢ que contentarse con un solo submarino nuclear en navegaci¨®n; la fuerza de disuasi¨®n deber¨¢ descansar ante todo sobre el elemento m¨¢s anticuado, los aviones de bombardeo.
?Por qu¨¦ estos cambios, por qu¨¦ estos desplazamientos de ¨¦nfasis, por qu¨¦ esta ruptura de la doctrina gaullista? Sanguinetti apunta su tesis, su rabiosa denuncia, que ¨¦l presenta como una defensa del esp¨ªritu republicano y democr¨¢tico. El presidente Giscard habla de ?seguridad? y no de defensa, y el t¨¦rmino ?seguridad? est¨¢ lleno de connotaciones sociales y pol¨ªticas: ?observamos -dice el presidente franc¨¦s- que existe una desestabilizaci¨®n general de la seguridad en el mundo, desestabilizaci¨®n que se produce igualmente en el interior, que el ministro de Estado conoce tan bien ... ?. ?Voil¨¢! El que entiende de las amenazas a la seguridad de Francia es el ministro de Estado del Interior, y no s¨®lo y ante todo el presidente de la rep¨²blica, o el ministro de Asuntos Exteriores.
El ?enemigo interior?
As¨ª, seg¨²n la denuncia de Sanguinetti, se ha hecho entrar en escena al ?enemigo interior?; de ah¨ª la reestructuraci¨®n del ej¨¦rcito de tierra, para reforzar las guarniciones de los departamentos que han votado con desafecci¨®n al gobierno central. Muchos de nuestros dirigentes, dice el vicealmirante, hab¨ªan sido presa de la propaganda ideol¨®gica durante la ¨¦poca de su adolescencia, cuando la renuncia vichysta. El ?enemigo interior?: ??Hace falta repetir que este concepto debe ser resueltamente apartado, porque es generador de desconfianza entre la naci¨®n y su ej¨¦rcito, nocivo para la cohesi¨®n de este ej¨¦rcito, y repudiado, salvo raras excepciones, por los mismos militares, que no desean, conforma a la ley republicana, verse mezclados en tanto que tales en el combate pol¨ªtico? No creo que los generales, que saben todo eso, hayan podido amonedar tales perspectivas a cambio de la satisfacci¨®n de intereses corporativos?.
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