El almuerzo secreto en la calle del Prado
Luis Blanco Vila, amigo y compa?ero: con palabras de Torcuato Luca de Tena en ocasi¨®n memorable debo decirte que no me preocupa tu descortes¨ªa, sino que me alarma tu error. Porque no hay realmente descortes¨ªa cuando se envuelve en el sincero afecto y respeto que nos une; y debo tranquilizarte, adem¨¢s, con el recuerdo de que todas las comparaciones que me propongas son odiosas, excepto la de Fraga. No soy hombre de Fraga, aunque estuve a punto, anta?o, de caer en la tentaci¨®n; porque no estoy dispuesto a aguantarle una sola de las impertinencias que prodiga a sus leales. No me parezco a ¨¦l; porque s¨¦ m¨¢s griego y m¨¢s matem¨¢ticas; aunque ¨¦l me vence en lo dem¨¢s, sobre todo en arrastre, en hondura pol¨ªtica y en ambici¨®n. Pero s¨ª a pesar de todo eso se me confunde con Fraga, no lo considero como un insulto, sino como un honor.Tu error es interpretar mis disquisiciones sobre la prensa como si viera en ella una plataforma de poder personal, o considerase a la prensa como un poder pol¨ªtico institucional, No. La prensa ha sido entre nosotros lo que t¨² dices que es y que debe ser; pero eso ha sido por debilidad nuestra y por habernos resignado, a golpe de censuras mon¨¢rquicas, republicanas, franquistas y postfranquistas a considerar la capacidad pol¨ªtica de la prensa como un estamento de segunda divisi¨®n. Pero ahora est¨¢ naciendo una prensa diferente; y si amanecieras espiritualmente cada ma?ana en este peri¨®dico, tu seguro instinto pol¨ªtico, ahora quiz¨¢s condicionado por las gloriosas servidumbres del tuyo, te lo har¨ªa comprender. Cuando, despu¨¦s de comprobar desde cerqu¨ªsima alg¨²n desvar¨ªo ministerial en estos d¨ªas nerviosos, advert¨ª que pensaba, en lo sucesivo, anunciar p¨²blicamente excesos semejantes, no estaba amenazando a nadie; porque nada hay con menos poder de amenaza que un periodista que s¨®lo cuenta con su carnet. Estaba solamente defendiendo la dignidad de ese carnet. No, no somos un poder pol¨ªtico complementario; pero debemos ser un poder social, equilibrado dentro del plano pol¨ªtico; y frente al inevitable abuso del poder pol¨ªtico. Debemos mantener, privada y p¨²blicamente, el di¨¢logo; porque la mayor¨ªa de los periodistas de Madrid te acaban de conceder, merecid¨ªsimamente, su confianza; y tenemos derecho a esperar que nuestro vicepresidente primero se ponga en cabeza de nuestras nuevas responsabilidades ante: una comunicaci¨®n predemocr¨¢tica. Sabes mejor que nadie lo que puede influir, en su ¨¢mbito, lo que t¨² eres: un vicepresidente primero. F¨ªjate lo que hacen, en el suyo, otros colegas.
Evocaciones y comensales
El domingo, 20 de junio de 1976, estas cr¨®nicas confirmaban las premoniciones de este peri¨®dico en su n¨²mero del 15 de junio sobre la famosa ?maniobra de altura? para sustituir al presidente Arias. ?La operaci¨®n -resum¨ªa el cronista- consistir¨ªa en un pacto entre el bunker econ¨®mico, los tecn¨®cratas desplazados y el Neomovimiento organizaci¨®n, llamado tambi¨¦n Uni¨®n del Pueblo Espa?ol?. Se apuntaba, como cerebro de la operaci¨®n, al se?or L¨®pez Bravo. Insisto en que esta maniobra se anunciaba en el n¨²mero de EL PAIS correspondiente al domingo, 20 de junio de 1976. Lo que viene despu¨¦s es una informaci¨®n independiente: que nadie le aplique el post hoc ergo propter hoc.
Cuando el periodista se arrima, en estricto cumplimiento de su deber, la musa de la Informaci¨®n suele premiarle a vuelta de correo. Harto ya de los ruiditos de interfono infantil que retrasan cada vez m¨¢s la iniciaci¨®n de mis ingenuas conferencias (en las que jam¨¢s se pasa, como apostilla pol¨ªtica, de los tacos recomendados por Camilo Jos¨¦ Cela) el cronista ha decidido practicar un poco el periodismo de calle, donde acaba de comprobar algo maravilloso que ya sospechaba: los taxistas de Madrid y Barcelona son el verdadero canal de comunicaci¨®n entre el pueblo y el poder. El d¨ªa de la frustraci¨®n telef¨®nica encontr¨¦, en una de esas ciudades, a la musa antes citada en forma de taxista, que me inform¨®, con pelos y se?ales, de lo siguiente: El 22 de junio de 1976, esto es, exactamente dos d¨ªas despu¨¦s de la citada advertencia, don Gregorio L¨®pez Bravo, ?cerebro de la operaci¨®n? y, m¨¢s exactamente, presidente de SNIACE, convocaba en la sede madrile?a de dicha entidad, sita, como nadie sabe, en el n¨²mero 24 de la calle del Prado, a una selecci¨®n de pol¨ªticos relevantes. No pod¨ªa haberse elegido, en el callejero del irreal Madrid, como le ha calificado para la eternidad ese asombroso cronista perif¨¦rico llamado Josep Meli¨¢, un marco m¨¢s id¨®neo. La calle del Prado est¨¢ cerca de las Cortes y discretamente lejos de los Bancos; en sus bajos se fraguaron conjuras nazis que contar¨¢ alguna vez Rafael Flores y en sus aceras florecen los m¨¢s entendidos anticuarios de la Corte. Reina en la calle, am¨¦n de alg¨²n viejo palacio de escabrosos recuerdos, el impagable Ateneo, que nos demuestra cada tarde, cada protesta, cada crisis y cada libro, la seriedad cada vez m¨¢s acuciante de ese siglo XIX a quien alguien quiso borrar de la historia por decreto-ley. Con todas estas sombras por ambiente, se sentaban a la mesa de don Gregorio su antecesor en SNIACE, don Eugenio Calder¨®n y Montero R¨ªos, presidente de CEASA; don Pablo de Garnica, hijo de aquel pr¨®cer bancario de quien escrib¨ªa Aza?a en pleno bienio jacobino: ?don Pablo de Gamica y sus Bancos estar¨¢n contentos?. Entraba despu¨¦s y se sentaba don Federico Silva Mu?oz, que m¨¢s o menos pod¨ªa considerarse en el ortodoxo almuerzo como representante de la extrema izquierda; y que luego no logr¨® imponerse en el Gobierno, despu¨¦s de alcanzar el primer puesto en la tema del Consejo. Ni qu¨¦ decir tiene que don Jos¨¦ Antonio Gir¨®n de Velasco participaba en el ¨¢gape, y donde est¨¢ Gir¨®n, est¨¢, sin m¨¢s requisistos, don Carlos Pinilla Turi?o. No lejos de Ort¨ª Bord¨¢s se sentaba tambi¨¦n don Jaime de Arg¨¹elles, presidente de la Uni¨®n y el F¨¦nix, donde tambi¨¦n acreditaba por entonces sus condiciones de hacendista prometedor -aunque no asisti¨® al almuerzo- uno de los ministros claves del ya inminente Gobierno. (Arg¨¹elles y Garnica: repasen ustedes la historia de 1930 para ver c¨®mo funcionaban tambi¨¦n entonces los mismos ilustres apellidos). La conjunci¨®n de tanto talento y experiencia requeria un experto moderador; quiz¨¢ por eso estaba all¨ª nada menos que el anterior presidente de las Cortes, don Alejandro Rodr¨ªguez de Valc¨¢rcel. Don Torcuato Fern¨¢ndez Miranda y Hevia no iba a arriesgarse a servir de blanco a miradas de taxistas y camareros; pero all¨ª estaban su antecesor, ya citado, y su sucesor -en la presidencia del Banco de Cr¨¦dito Local-, don Alejandro Fern¨¢ndez Sordo. Ustedes recordar¨¢n que se habl¨® mucho, al filo de la posterior crisis gubernamental, de don Cruz Mart¨ªnez Esteruelas como Ministro de Gobernaci¨®n; quiz¨¢ porque los que lanzaron el fundado rumor sab¨ªan que don Cruz Mart¨ªnez Esteruelas hab¨ªa asistido al almuerzo de la calle del Prado. Tambi¨¦n se han comentado mucho los adjetivos que suelen dedicar, despu¨¦s de solucionarse la crisis, al se?or Su¨¢rez, algunos miembros de algunas Asociaciones del Movimiento; entre los que no estaba, sin duda, don Enrique Thomas de Carranza, hombre educad¨ªsimo a quien los c¨ªrculos asesores de El Pardo recomendaron como gobernador y director general; pero en todo caso don Enrique s¨ª estaba en el almuerzo citado, y creo que no me falta ya ni un solo comensal. Pero repaso mis notas y advierto que me faltaban dos, cuyo mejor comentario es la menci¨®n de sus nombres: el general Campano y don Jos¨¦ Garc¨ªa Hern¨¢ndez.
Ustedes querr¨¢n conocer, naturalmente, lo que se trat¨® en tan interesante reuni¨®n. Algo podr¨¦ contarles del asunto; pero debemos ser prudentes y esperar a que alguno de los citados se?ores desmienta su presencia all¨ª, lo cual ser¨ªa improcedente; porque se trata, por los cuatro costados, de una reuni¨®n legal y honorable. Aunque como periodista que es uno estoy deseando que se publique alg¨²n desmentido para contar lo que dijo exactamente el reclamante.
El despiste de Cifra
Es una l¨¢stima que tenga que darme un pisot¨®n a m¨ª mismo, pero hoy pensaba contarles la historia de la extra?a noticia difundida a las cuatro y media de la tarde presidencial por la agencia oficial Cifra en el sentido -como reza la cursiler¨ªa andante- de incluir al se?or Areilza en la terna. Alguien ha insinuado una turbia maniobra del se?or Fraga a trav¨¦s del se?or Mendo. Nada de nada; al se?or Fraga le podr¨¢ comparar conmigo el se?or Blanco Vila, pero nadie se atrever¨¢ a compararle con Maquiavelo. Cifra ten¨ªa las dos temas; la verdadera y la ful; inspirada ¨¦sta en informaciones del Gobierno, es decir, oficiosas por lo menos. Cifra dio la terna que hoy es ful y entonces era probabil¨ªsima; porque Cifra pensaba sobre la terna imposible -que luego fue la real- lo que, de don Juan de Borb¨®n para abajo, pensaba toda la opini¨®n pol¨ªtica espa?ola. Y nada m¨¢s.
Remato la cr¨®nica a contrapelo de las tres inauditas votaciones de Cortes sobre la reforma del C¨®digo Penal. Ver¨¢n ustedes noticias y comentarios detallados en otra parte. Anoto s¨®lo lo que me parecen consecuencias profundas, definitivas. El Gobierno no ha perdido s¨®lo una votaci¨®n; ha perdido a las Cortes. Estas Cortes han bloqueado definitivamente la reforma de Leyes Fundamentales: porque nunca dar¨¢n al Gobierno los dos tercios de mayor¨ªa que necesita. El Gobierno parec¨ªa navegar a la deriva en su primera aparici¨®n p¨²blica, sin tiempo, ni seguramente posibilidades de formular su declaraci¨®n. Todo hace indicar que el ala derecha del generalato, bien representada en el Gobierno, no ha podido ser convencida por el presidente para votar en el sentido que el Gobierno deseaba; de ah¨ª, posiblemente, haya surgido la idea aparentemente brillante de la abstenci¨®n gubernamental. Aparentemente s¨®lo; porque muestra una peligros¨ªsima fisura dentro de un Gobierno proclamado como homog¨¦neo.
Si se permite un pron¨®stico con alta probabilidad, ¨¦ste ha sido el ¨²ltimo Pleno de las Cortes del franquismo. No le queda al Gobierno otro camino que romper la nueva -y coherente- concentraci¨®n parlamentaria del bunker por medio de un refer¨¦ndum dotado de suficientes cargas de profundidad. Del que podr¨ªa salir -esto no lo pronostico, lo temo-, no la recuperaci¨®n del camino hacia la democracia por la reforma interna, sino una versi¨®n mitigada de alg¨²n precedente, argentino. Cuando la Espa?a marginada -que es ahora mayor que nunca- empiece a demostrar su hartura.
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