Pasolini, prohibido multinacionalmente
Hablar a estas alturas tras m¨¢s de dos meses de exhibici¨®n en Par¨ªs de la ¨²ltima pel¨ªcula de Pasolini, Sal¨® o los 120 d¨ªas de Sodoma, deber¨ªa conllevar un enfoque distinto al de los habituales comentarios para justificar de este modo las l¨ªneas que siguen a continuaci¨®n. Sin embargo, hablar de Sal¨® en Espa?a, lleva inevitablemente un lamento como pr¨®logo, que no es otro que el de no poder contemplarla en nuestras pantallas o dicho con otras palabras, lamentar una vez m¨¢s la existencia de una censura administrativa distinta a las prohibiciones que la legislaci¨®n vigente explicita en sus c¨®digos.En el caso de Sal¨® el ejemplo adquiere unas especiales significaciones por cuanto la pel¨ªcula no s¨®lo est¨¢ prohibida en nuestro pa¨ªssino tambi¨¦n en otras sociedades que tienen mayor tradici¨®n y costumbre de permisividad. Alemania, Gran Breta?a e Italia coinciden con Espa?a en lo que a la ¨²ltima pel¨ªcula de Pasolini se refiere, quiz¨¢ ello sirva de apoyatura ante un fen¨®meno com¨²n, la censura, digno de ser estudiado con cierto detenimiento.
Parece evidente que Pier Paolo Pasolini dio muestras suficientes a lo largo de su vida de poseer una envidiable capacidad cr¨ªtica, un l¨²cido sentido de la creaci¨®n art¨ªstica y una notable conciencia ciudadana (para ello s¨®lo hace falta leer sus obras o contemplar sus pel¨ªculas y actos). Parece evidente tambi¨¦n que el ciudadano europeo, entre los que incluimos al espa?ol, es lo suficientemente capaz como para pagar sus impuestos, realizar el servicio militar, votar y por ende, escoger entre los candidatos posibles para la presidencia de su pa¨ªs -en los pa¨ªses concretos en que los presidentes son elegidos democr¨¢ticamente. Pues bien, esos mismos ciudadanos que son capaces de pagar, cumplir, votar o morir, parecen no estar lo suficientemente preparados como para contemplar la ¨²ltima obra de un intelectual italiano y todo ello por mor de un manique¨ªsmo social cuya sublimaci¨®n es un grupo de funcionarios llamados censores.
Pero ?qu¨¦ es Sal¨® o los 120 d¨ªas de Sodoma? Pues un intento de adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica de la obra de Sade (obra de difusi¨®n legal en la mayor parte de los pa¨ªses citados) con la particularidad de que los actos que en ella se muestran no trascurren en los tiempos del marqu¨¦s, sino en el ¨²ltimo de los reductos fascistas oficialmente reconocidos como tal: la Rep¨²blica de Sal¨®. Intentar matizar, definir o juzgar la obra cinematogr¨¢fica supondr¨ªa una doble osad¨ªa o cuando menos un doble desequilibrio y ello porque resulta dif¨ªcil trasladar a un lenguaje escrito las impresiones producidas por uno de im¨¢genes, y porque la pel¨ªcula de la que hablamos ha sido contemplada por una exigua minor¨ªa de espectadores, no ya s¨®lo espa?oles, sino europeos.
De lo que se trata en este comentario no es tanto de defender la ¨²ltima pel¨ªcula de Pasolini -perfectamente defendible por otra parte- como de atacar el hecho de que no pueda ser proyectada, para su posterior aprobaci¨®n o desaprobaci¨®n personal e intransferible. Y no se denuncia aqu¨ª la arbitrariedad de la existencia de un organismo como el de la censura en nombre de intereses industriales de la cinematograf¨ªa, pese a aceptar el que dicho organismo tiene una buena parte de culpa a la hora de explicar la pobreza cinematogr¨¢fica nacional, salvo escas¨ªsimas excepciones, sino que se hace en nombre del ciudadano de este pa¨ªs que si tiene el deber, que al parecer tiene, de cumplir escrupulosamente con Hacienda, y con todo lo que presupone un cierto grado de conciencia de ciudadan¨ªa, deber¨ªa tener tambi¨¦n el derecho de poder seleccionar ¨¦l s¨®lo la contemplaci¨®n o lectura de aquellas obras que m¨¢s le puedan interesar en un momento dado, dejando escoger a ¨¦l mismo su posible salvaci¨®n o condenaci¨®n tanto terrena como celestial.
Babelia
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