La alcaldada de la Bienal de Venecia
Debo confesar mi tendencia al pilatismo -a lavarme las manos corno el conocido personaje evang¨¦lico- en el asunto de la Bienal de Venecia, en su proyectada exposici¨®n espa?ola, del que yo era, por lo menos, un testigo, no s¨¦ bien si de cargo. Quer¨ªa lavarme las manos, digo, con ese gesto que con tanta frecuencia me ha molestado en otros personajes cuando, a ciertos requerimientos m¨ªos, me han contestado: ?Es que yo -sabes- no soy pol¨ªtico.? La respuesta de Juan de Mairena, que yo ten¨ªa preparada siempre para esa argumentaci¨®n, se volv¨ªa contra m¨ª. No puedo citarla textualmente. Juan de Mairena dec¨ªa que hay que ser pol¨ªtico, porque si no ser¨ªamos aplastados por los que dicen no serlo y, en realidad, hacen su pol¨ªtica, que casi siempre es a favor de ellos y contra nosotros...Yo no queria hablar del problema de la Bienal veneciana -en la proyectada exposici¨®n espa?ola de este a?o- para no herir susceptibilidades, para no tener que enfrentarme a los criterios de los que en ese proyecto eran directivos, pues resulta que eran mis amigos: Antonio T¨¢pies, Antonio Saura, Tom¨¢s Llorens, Valeriano Bozal, el Equipo Cr¨®nica, etc.
Pero desde que Valeriano Bozal, por una parte, y Antonio Saura, por otra, decidieron atacar por escrito y desconsideradamente a los que no estaban con ellos, mi prudencia empieza a resultar culpable. Antonio Saura casi llega al insulto en el caso de Aguilera Cerni y, con respecto a Canogar, supone que debe permanecer callado porque fue seleccionado repetidas veces en el r¨¦gimen anterior de la Bienal. Si eso ¨²ltimo resultara una culpa, habr¨ªa que ver qui¨¦n estar¨ªa facultado para tirar la primera piedra...
Carencia de procedimientos democr¨¢ticos
Pero el problema se sit¨²a m¨¢s all¨¢ de los posibles insultos personales. El problema se centra, fundamentalmente, en la carencia de procedimientos democr¨¢ticos para determinar la selecci¨®n concurrente a la Bienal, cuando el democratismo ha sido la cualidad que m¨¢s se ha reclamado y exigido , tanto por el organismo permanente veneciano como por la comisi¨®n espa?ola formada con este fin.
Hace siete meses, yo mismo fui llamado por la Bienal veneciana para tratar de este tema. Fuimos citados en aquella ocasi¨®n Rafael Alberti, Vicente Aguilera y yo. Por lo visto, algunos personajes importantes de la vida comunal de Venecia -el pintor Emilio V¨¦dova y el m¨²sico Luigi Nonno- hab¨ªan reclamado del consejo de la Bienal nuestra presencia, junto a la otra comisi¨®n, que ya estaba funcionando. Cuando llegamos a Venecia y cambiamos nuestras primeras impresiones con el presidente de la Bienal, se?or Rippa di Meana, y algunos otros miembros directivos, supimos que el gran ideador de la exposici¨®n espa?ola de esta Bienal era Eduardo Arroyo, un pintor espa?ol que vive en Italia y que es miembro permanente de la Bienal veneciana. Desde que tuvimos noticia de ese nombre, tanto Rafael Alberti como yo nos negamos en rotundo a colaborar con ¨¦l, y cuando supo nuestras razones, de la misma opini¨®n fue Vicente Aguilera. Eduardo Arroyo, en la pl¨¢cida vida italiana, ha realizado una serie de exposiciones escandalosas donde ha pretendido poner en solfa a personajes muy notorios del r¨¦gimen franquista, lo cual te vali¨® una fugac¨ªsima detenci¨®n cuando vino a Espa?a... Pero no era eso lo que a Rafael y a m¨ª nos molestara fundamentalmente. Lo que nos molest¨® fue que, de la misma manera, en otra exposici¨®n hab¨ªa procurado poner en solfa a Dolores Ibarruri... Ni Rafael, ni Vicente Aguilera Cerni, ni yo aceptamos ning¨²n tipo de colaboraci¨®n con ese ultraizquierdista sin riesgo, que procura mantener la guerra civil desde los escenarios italianos...
Nos negamos, pues, a toda posible colaboraci¨®n y, por lo visto, de nuestra misma opini¨®n son la mayor parte de los artistas espa?oles, por esa o por otras razones. Me extra?a mucho que Saura haya aceptado colaborar con Arroyo, pues ¨¦l lo conoce muy bien, sabe de su oportunismo f¨¢cil y de su mediocridad en el terreno del arte. Y me extra?a m¨¢s que otras personas, como Valeriano Bozal, tengan que recurrir a procedimientos injustos para justificar la alcaldada de la selecci¨®n de esa Bienal. Por ejemplo, a llamar fascista a un pintor como Pepe Caballero, que no lo fue nunca y que, incluso, tuvo que pagar la cuota -en su familia y en su persona- que fue corriente en Espa?a en esos fracasos. De todas maneras, deseo fervientemente que esa exposici¨®n espa?ola sea un ¨¦xito.
Babelia
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