Progresi¨®n acelerada
Han pasado ocho meses, y no han pasado en vano. No me refiero ahora a los altos niveles del Gobierno y de la legislaci¨®n, sino a los del hombre de la calle, en los cuales se forman y viven los grupos pol¨ªticos de la oposici¨®n y nos hallamos, tambi¨¦n, los que observamos de qu¨¦ modo aqu¨¦llos act¨²an y evolucionan. Vivo en Catalunya y, dentro de ella, en Barcelona, y conozco a muchos de los que por aqu¨ª se mueven. Y conozco mi tierra, a la cual he visto pasar por tantas situaciones dificil¨ªsimas desde hace muchos, muchos a?os. Por ello, me doy cuenta de c¨®mo ha evolucionado en ella ¨²ltimamente el ambiente pol¨ªtico y social. Puede ser que en otros lugares las cosas sucedan de otros modos; no pretendo hablar de lo que no veo. S¨®lo quiero decir que no soy el ¨²nico en darme cuenta de lo que sucede a mi alrededor y de c¨®mo han cambiado las cosas en los ¨²ltimos siete u ocho meses. Gentes venidas de otros lugares me han dicho que, respecto a lo que en ellos han vivido, ese avance en la evoluci¨®n pol¨ªtico-social que se ha producido en mi tierra deber¨ªa ser medido en ?a?os de luz?. La met¨¢fora no me parece del todo desplazada. En todo caso, puedo afirmar que, en tales sentidos y aspectos, Barcelona y una buena parte de Catalunya est¨¢n muy lejos de como estuvieron hace poco m¨¢s de medio a?o, y que los que no se den cuenta de ello se equivocar¨¢n indefectiblemente.Me doy cuenta de que vivo en un mundo nuevo. El avance en el recobramiento de una personalidad propia, de una plena voluntad democr¨¢tica, de un vivir pol¨ªtico y social enteramente nuevo, se ha conseguido en breve espacio de tiempo; como si hubi¨¦semos recorrido el camino calzando botas de siete leguas. Casi me atrever¨ªa a decir -usando una vieja frase hecha barcelonesa-, que ?el ¨¦xito ha sorprendido ala misma empresa?.
No hay tal ?empresa?, claro est¨¢. O, por lo menos, no hay ¨²nica ?empresa?, sino muchos grupos. Tal vez sean todav¨ªa demasiados. Los que podr¨ªamos denominar ?liberales autonomistas? no han alcanzado por ahora su constituci¨®n en una fuerza ¨²nica. Parece que en el ?centro? y en el ?centro-izquierda ? las tentativas de acercamiento han avanzado bastante: van desde los ?dem¨®cratacristianos? hasta los ?socialdem¨®cratas? que persisten en querer llamarse socialistas a secas pasando por las ?izquierdas? hist¨®ricas. Entre tales grupos ha aparecido el caso del discutido contacto con el presidente de la Generalidad en el exilio, que para algunos habr¨ªa de entrar personalmente en el juego y para otros s¨®lo deber¨ªa aparecer como portador de algo as¨ª como una ?llama ol¨ªmpica?. Parece que va defini¨¦ndose la situaci¨®n de los sectores del socialismo de izquierda -de izquierda actual, m¨¢s all¨¢ de la ?hist¨®rica?-, pero no est¨¢ todav¨ªa claro el alcance de cada uno, ni tampoco su enlace con las nuevas agrupaciones sindicales. Pero, a¨²n as¨ª, en conjunto, se va ganando terreno. El p¨²blico se impacienta y aspira a mayores concreciones. Pero no hay que olvidar que una gran parte de los hombres que hoy aparecen como dirigentes y representantes de esos partidos catalanes v¨¢lidos como tales, han tenido que actuar durante cerca de cuatro decenios -y a¨²n m¨¢s acentuadamente que en otras tierras- en una clandestinidad que las moderadas libertades de que hoy disponen no les han permitido, l¨®gicamente, superar en pocos meses para llegar a la estabilizaci¨®n que les acerque a una normalidad pol¨ªtica.
No obstante, y paralelamente a lo dicho, creo que el aspecto m¨¢s notorio y m¨¢s interesante del cambio enorme que se ha producido en Catalunya en los ¨²ltimos meses est¨¢, precisamente, en esa aspiraci¨®n general a una r¨¢pida estabilizaci¨®n y a la obtenci¨®n de la normalidad consiguiente. Sectores cada vez m¨¢s extensos del gran p¨²blico y de los interesados en la nueva pol¨ªtica van demostrando su deseo de renunciar, a la vez, a los peligros y a los placeres de la clandestinidad. Van dejando de ser destacados el valor y la eficacia de las actuaciones y las manifestaciones no autorizadas. En las autorizadas, apenas se producen incidentes. Y a¨²n en aquellas en que, por haber sido denegado el permiso, se convierten en ilegales, sucede con frecuencia que los mismos grupos organizadores constituyen entre sus adherentes un servicio de orden para evitar los posibles incidentes... Podr¨ªa citar bastantes an¨¦cdotas caracterizadoras de tal tendencia. Es decir, de tal deseo de normalizaci¨®n. Que contiene al mismo tiempo, claro est¨¢, la demostraci¨®n de la plena consciencia, cada vez m¨¢s patente, de una realidad esperada como pr¨®xima. De la conciencia del recobramiento reconocido de una personalidad propia, del vigoroso renacimiento de una voluntad democr¨¢tica, de la convicci¨®n de ver resucitas unas aspiraciones sociales que, por su misma fuerza y por la convicci¨®n de que han de realizarse eficazmente, est¨¢n influyendo como hechos normales, la vida pol¨ªtica de esta tierra. En estos momentos pol¨ªticos tan delicados como los actuales, no entenderlo as¨ª podr¨ªa tener consecuencias muy graves.
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