Los nuevos "polis"
La especializaci¨®n polic¨ªaca de la televisi¨®n empieza a resultar altamente sospechosa. Si observamos con atenci¨®n los ¨²ltimos personajes que han desfilado por la peque?a pantalla descubriremos que todos, absolutamente todos, son ac¨¦rrimos defensores de la ley, aunque para mejor cumplirla act¨²an al margen de la misma. Unos son detectives m¨¢s o menos privados que desprecian por desfasados los sistemas ortodoxos de la caza y captura de los delincuentes (Banacek, Holmes, aquel investigador negro de no hace muchos domingos, el padre Brown...); otros, agentes u oficiales que se caracterizan por resolver sus casos al margen de las respectivas normativas laborales, no vacilando jam¨¢s en emplear m¨¦todos y metodolog¨ªas que, en s¨ª y para s¨ª, no se distinguen demasiado de las que suelen ser propias de los mal¨¦volos (el teniente Kojak o el tal Regan, ese inspector de la brigada volante de la nueva serie 24 horas al d¨ªa).
En lugar de luchar contra el imperio del crimen, estos se?ores parecen empe?ados en combatir las burocracias de Scotland Yard, del FBI o de la comisar¨ªa del distrito. Claro que dentro de esta heterodoxia polic¨ªaca se hace necesario distinguir dos grandes clases: la de los que todo lo solucionan por la l¨®gica (narrativa, habr¨ªa que a?adir) y la de los que llegan al the-end de cada telefilme a tiro y casta?azo limpios. Los primeros, salvo el ex¨®tico Colombo, pertenecen al ¨¢rea del sector privado; los otros, especialmente Kojak y Regan, al sector p¨²blico, y son estos los que verdaderamente nos inquietan. En un caso, act¨²an por las v¨ªas del ingenio, del humor y de la serena deducci¨®n; en el otro, por las de la violencia, la sordidez y la transgresi¨®n de la legalidad. Hasta no hace mucho, carec¨ªamos de dificultades audiovisuales para distinguir a los buenos de los malos: a un lado, los astutos; al otro, los violentos. Ahora es al rev¨¦s: los asesinos, ladrones y dem¨¢s ralea planean sus fechor¨ªas a base de astucia, l¨®gica y gran inteligencia; mientras que los polis de la tele se especializan y monopolizan el variado patrimonio del hampa: palizas, sobornos, chantajes, soplos y muertes in¨²tiles. Son los ejemplos del insoportable teniente de Manhattan Sur y, sobre todo, de Regan, ese hombre incontrolado e incontrolable que noduda en disparar antes de preguntar, al que ya hemos visto actuar movido por la venganza y que, cap¨ªtulo tras cap¨ªtulo, se salta a la torera el C¨®digo Penal, el Civil, el Procesal y hasta el Mercantil, sin hablar del Can¨®nico. Pues bien, estos polic¨ªas pendencieros y matones, que s¨®lo se diferencian de sus contrincantes porque est¨¢n en el lado bueno del relato, son los que actualmente privan en nuestra programaci¨®n, reserv¨¢ndoles las rnejores horas y los mejores d¨ªas. ?Elemental, querido Watson.?
Naturalmente que para explicar este fen¨®meno, que tambi¨¦n se observa en las grandes pantallas, existen multitud de claves econ¨®micas, sociol¨®gicas e ideol¨®gicas dispersas por las industrias cinematogr¨¢ficas occidentales. Poni¨¦ndonos en plan materialista grosero, podr¨ªamos decir que para mantener la atenci¨®n del respetable y la rentabilidad del tinglado se hizo necesario renovar la oferta.
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