La intervenci¨®n USA en Espa?a
LA COMISION de Asuntos Exteriores de las Cortes, despu¨¦s de deliberar sobre la ratificaci¨®n del Tratado de Amistad y Cooperaci¨®n con Estados Unidos, aprob¨® una moci¨®n contra la injerencia del Senado norteamericano en los asuntos internos espa?oles a propuesta de dos representantes de la derecha autoritaria: Fern¨¢ndez de la Mora y el Marqu¨¦s de Valdeiglesias. El tratado, cuya ratificaci¨®n recomend¨® finalmente la Comisi¨®n de Cortes, que objeto de una resoluci¨®n del Senado estadounidense por la que se manifestaba el deseo de que el nuevo convenio hispano-norteamericano sirviese ?para promover y apoyar la marcha de Espa?a hacia instituciones libres y la participaci¨®n de dicho pa¨ªs en las instituciones europeas de cooperaci¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica?.Resulta un tanto parad¨®jica la actitud de los procuradores de la Comisi¨®n de Asuntos Exteriores, especialmente la de los dos m¨¢s arriba citados, franquistas de vocaci¨®n, si se tiene en cuenta que el R¨¦gimen de Franco debe, en buena medida, su larga supervivencia a la injerencia de los Estados Unidos en los asuntos espa?oles y a la permanente subordinaci¨®n de nuestra pol¨ªtica exterior a los prop¨®sitos norteamericanos. El cese del ministro Castiella, al que el Gobierno USA de entonces no fue del todo ajeno, constituy¨®, en su d¨ªa, ejemplo revelador.
Pero lo que m¨¢s llama la atenci¨®n en todo esto es el trasnochado, pintoresco e interesado nacionalismo de estos ilustres mandatarios de la reacci¨®n. Nadie pone en duda su patriotismo. Unicamente creemos que es algo sectario. Calificar de injerencia, de una parte, la expresi¨®n del deseo de ver a Espa?a encaminarse hacia la democracia, y de otro lado, guardar un discreto silencio cuando la Embajada de los Estados Unidos se pronuncia abierta y recientemente por la prohibici¨®n del Partido Comunista -por ejemplo-, o cuando las multinacionales norteamericanas -con frecuencia intermediarias de la pol¨ªtica de su Gobierno- ejercen soterradas presiones o practican el soborno, implica no solamente hacer gala de una conducta contradictoria, sino tambi¨¦n utilizar una ideolog¨ªa nacionalista para encubrir intereses partidistas y puede que tambi¨¦n inconfesables.
Nadie tiene el monopolio del patriotismo, y es evidente que, por principio, debe rechazarse cualquier tentativa de intromisI¨®n extranjera en nuestros asuntos dom¨¦sticos. Pero nos gustar¨ªa que el patriotismo que despliega la derecha autoritaria se extendiese a la denuncia, clara y tajante, de otras injerencias m¨¢s directas o de otros hechos tan antipatri¨®ticos como la evasi¨®n de capitales, la aceptaci¨®n del cohecho, la percepci¨®n de comisiones o la apertura de cuentas corrientes en Suiza. Porque todo ello es notablemente m¨¢s perjudicial para la comunidad nacional que la mera expresi¨®n de un deseo de democratizaci¨®n.
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