El deporte espa?ol subdesarrollado
DESDE UN punto de vista estricto, el deporte espa?ol no ha fracasado en Montreal; simplemente, ha estado a la altura de su natural pobreza. El deporte espa?ol, de siempre, ha sido subdesarrollado y en Montreal se ha tenido que conformar con superar a Ir¨¢n y Mongolia, por ejemplo, y a quedarse por detr¨¢s d e las dos Coreas y Jamaica. El ¨¦xito hispano ha consistido quiz¨¢ en empatar a medallas con Portugal, un pa¨ªs que, en atletismo, nos ha dado un soberano repaso. El deporte espa?ol no tiene una estructura menos pol¨ªtica que el de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana, o los dem¨¢s pa¨ªses del este europeo, pero mientras los diecisiete millones de germanos producen deportistas de calidad en abundancia, el nuestro es incapaz de inventar espectadores que no sean los futbol¨ªsticos. El sistema que se sigue en la mayor¨ªa de las naciones no es, por supuesto, tan an¨®malo como el nuestro y de ah¨ª que los resultados sean mejores.
Uno de los graves problemas del deporte espa?ol, reconocido por la propia Delegaci¨®n Nacional de Deportes, es el de la multiplicidad de jurisdicciones. En Espa?a existe el deporte oficial de la Secretar¨ªa General del Movimiento, pero adem¨¢s existen otros no menos oficiales, cuya misi¨®n en ocasiones s¨®lo consiste en entorpecer los planes generales. La Organizaci¨®n Juvenil Espa?ola, la Secci¨®n Femenina, el Deporte Universitario y el Deporte Sindical son estructuras que, lejos de complementarse, tienden a crear fricciones.
La Delegaci¨®n de Deportes no puede planificar el desarrollo de determinadas disciplinas, porque, por la edad de los participantes, no tiene autoridad sobre ellos. Los Juegos Escolares, por poner un ejemplo, est¨¢n regidos por la OJE, y las federaciones se encuentran marginadas. Cuando alguien desde la DND intenta luchar contra estas divergencias de criterio, se le pregunta con qui¨¦n est¨¢. Los monopolios son tambi¨¦n un ?bunker? irreductible.
Las federaciones nacionales est¨¢n regidas por directivos nombrados a dedo, y con unos poderes absolutos. En otros pa¨ªses, las programaciones no sufren tantos vaivenes como en Espa?a, porque los aut¨¦nticos directores de la disciplina son profesionales que dependen del organismo superior y no est¨¢n sujetos a los caprichos de una directiva.
En Espa?a debe llegarse prontamente a la conclusi¨®n de que el presidente nacional debe ser elegido por los clubs y el secretario general o gerente debe ser un t¨¦cnico, cuya labor sea fiscalizada desde arriba. No existe ning¨²n presidente amateur que pueda dedicarse por entero a la federaci¨®n y de ah¨ª la necesidad del profesional rigorista.
Del resultado de los Juegos de Montreal pueden extraerse dos consecuencias curiosas. En vela ha habido plata gracias a la magn¨ªfica labor desarrollada en los ¨²ltimos anos y en el sentido com¨²n conque se conceden ayudas y se proporcionan entrenadores y monitores a los clubs para sus escuelas. En pirag¨¹ismo, ha habido plata a pesar del descontento general de los participantes, a causa de promesas incumplidas y las muchas dificultades que tienen para lograr una preparaci¨®n ¨®ptima.
El Estado espa?ol ha tenido siempre conciencia de lo utilizable que resulta el deporte, pero nunca lo ha tomado en serio m¨¢s que para las retransmisiones televisivas de finales de abril y comienzos de mayo. El Estado espa?ol puede enorgullecerse de no haber dedicado a la creaci¨®n de la infraestructura deportiva m¨¢s que aut¨¦nticas limosnas. El deporte espa?ol vive casi exclusivamente del beneficio de las quinielas, o lo que es lo mismo, de s u propio producto.
El problema de nuestro canijo deporte arranca de la escuela. Los ni?os espa?oles, que no tienen suficientes colegios, no pueden ,tener tampoco instalaciones deportivas en las que educarse f¨ªsicamente. Nadia Comaneci, la gran triunfadora de Montreal, ha ganado su niedalla de oro a los catorce a?os, la edad a la que muchos espa?oles empiezan a hacer gimnasia.
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