La superaci¨®n del pasado
LA AMNISTIA concedida por don Juan Carlos I es el gesto de mayor alcance conciliador de los realizados hasta hoy por la Corona con el prop¨®sito de superar definitivamente la guerra civil y sus prolongadas derivaciones.Es posible que la gracia otorgada no satisfaga a todos los sectores. Es posible que la medida sea, en algunos aspectos limitativa, si se piensa en la oportunidad de borrar todos los delitos en cuyo origen existiera una intencionalidad pol¨ªtica. Es posible tambi¨¦n que el margen de discrecionalidad para aplicar las medidas sea excesivo. Sin embargo, la decisi¨®n tomada por el Rey debe calificarse de hist¨®rica, porque revela el prop¨®sito de liquidar una etapa irresponsablemente dividida entre vencedores y vencidos.
La superaci¨®n de una contienda civil -se ha dicho muchas veces- no puede limitarse a los supervivientes de un solo frente. Tambi¨¦n los vencidos, y aquellos en que pervive el clima moral de la derrota, deben esforzarse por borrar el esp¨ªritu de la guerra. Porque con el respeto que exige el sacrificio de cuantos cayeron y sufrieron en ella, la contienda de 1936 resulta para las nuevas generaciones una tragedia cruel e incomprensible.
Habr¨ªa sido, en verdad, deseable una amnist¨ªa general semejante a la que se concedi¨® el 23 de septiembre de 1939 por todos los hechos, sin excepci¨®n alguna, cometidos ?en defensa de los ideales que provocaron el glorioso alzamiento contra el frente popular?. Es evidente que el momento hist¨®rico es distinto, pero una amnist¨ªa de esta ¨ªndole, extendida ahora a todos los delitos de intencionalidad pol¨ªtica que encuentran su causa profunda, bien en las secuelas de la guerra civil, bien en la existencia de un r¨¦gimen autoritario promotor de una legislaci¨®n restrictiva y negadora de las libertades de los individuos y pueblos que integran la Espa?a real, habr¨ªa estado m¨¢s en consonancia con esa necesidad de olvidar ?cualquier legado discriminatorio del pasado?. Habr¨ªa sido tambi¨¦n m¨¢s coherente con esa Monarqu¨ªa democr¨¢tica hacia la que caminamos. En aras de su viabilidad, la Corona habr¨¢ de distanciarse de un pasado conflictivo, autolegitimado en base a una sangrienta contienda civil que Alfonso XIII quiso, desde un primer momento, evitar con su salida de Espa?a.
Por esa raz¨®n, la Monarqu¨ªa parece haber llegado ahora al l¨ªmite permitido por la realidad en la aplicaci¨®n de una decisi¨®n pacificadora, que quiz¨¢ haya llegado a la medida m¨¢s amplia que hoy cupiera esperar.
Dos ¨²ltimos aspectos deben observarse: las condenas relacionadas con el terrorismo y las salvedades sobre delitos econ¨®micos.
Sobre el primer punto convendr¨ªa recordar el clima de predominio e imposici¨®n que caracteriz¨® los tres decenios posteriores a 1939, originando reacciones en grupos y personas que llegaron en ocasiones a la acci¨®n violenta. Los planteamientos subversivos que promueven la destrucci¨®n del adversario son siempre condenables. Pero no habr¨ªa que olvidar los motivos de persecuci¨®n, de humillaci¨®n o de desesperaci¨®n que en algunos casos dieron origen a la rebeld¨ªa armada. Estas circunstancias deber¨ªan reconsiderarse a la hora de aplicar el decreto de amnist¨ªa.
En relaci¨®n con las responsabilidades de car¨¢cter econ¨®mico, hay que subrayar las salvedades contenidas en el art¨ªculo primero sobre el contrabando monetario o los actos que hayan puesto en peligro el patrimonio econ¨®mico nacional. Este esp¨ªritu contrasta con el indulto dictado en octubre de 1971, entre cuyos beneficiarios se contaban los inculpados por el asunto Matesa.
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