En defensa de un tesoro nacional
... Pasamos a la sacrist¨ªa. Los rojos, explic¨® el cura-, quemaron el archivo de la parroquia; era, pues, imposible, hallarlos datos que yo buscaba. En una especie de camaranch¨®n, ve¨ªanse muchos libros amontonados; pero el mismo se?or ec¨®nomo dijo que los ten¨ªa all¨ª por viejos e in¨²tiles. Llamaron mi atenci¨®n unos magn¨ªficos espejos del siglo XVII, que ornaban los muros. El alcalde de la villa, que me acompa?aba, insinu¨® que, tal vez, los vendiesen. La informaci¨®n era tentadora; pero contuve mi concupiscencia y aconsej¨¦ a las dos m¨¢ximas autoridades, eclesi¨¢stica y civil, que no se desprendiesen jam¨¢s de tales objetos, los ¨²nicos valiosos que all¨ª se ve¨ªan. Era preciso que los pueblos conservaran las pocas obras de arte que a¨²n les adornan. En todo caso, les pertenecen a. la Iglesia y al pueblo mismo. Alg¨²n tiempo despu¨¦s, el alcalde me comunic¨®, sonriente, que el se?or cura ya lo hab¨ªa vendido todo a un anticuario de Madrid.
En otro municipio de Castilla, con antiguas murallas, diversas parroquias, alg¨²n caser¨®n palaciego y plaza con soportales, nos recibe el secretario a un religioso, investigador, y a m¨ª. El religioso busca antigua documentaci¨®n para proseguir una hagiograf¨ªa muy importante, y el secretario, cort¨¦s, amablemente, nos informa de que tal empe?o resulta imposible: desde tiempo inmemorial cada cinco a?os -¨¦l hace ya veinte que desempe?a su secretar¨ªa-, todos los papeles del archivo se venden, sin remisi¨®n. De modo que, en esta ilustre villa castellana, de tanto empaque, y cuyo nombre menudea en las p¨¢ginas de la historia y de la literatura, no hay un s¨®lo documento, de cinco a?os atr¨¢s.
Un cronista muy conocido utiliz¨®, para sus numerosos trabajos, la copiosa documentaci¨®n existente en otro pueblo pr¨®ximo a Madrid,-y muy conocido porque posee un palacio de capital importancia para el arte espa?ol. Un amigo, que pretend¨ªa revisar algunos de los documentos utilizados por el susodicho cronista, no pudo contener su estupefacci¨®n al o¨ªr que, pocos d¨ªas antes, una furgoneta hab¨ªase llevado todo lo que restaba del archivo municipal, y, seguramente, para venderlo en alguna traper¨ªa.
Si de la historia pasamos al arte, ah¨ª est¨¢ la enorme lista de obras maestras, y menos maestras, que han ido a ennoblecer los muros y las colecciones particulares de todo el mundo. Muchas, ni siquiera fueron respetadas en su integridad: aqu¨ª hay una escultura, all¨¢ las arquer¨ªas de un claustro... etc¨¦tera, y, si ponemos la mirada en el paisaje, en el ambiente, los destrozos atribuibles a la ignorancia y la especulaci¨®n, indignan y averg¨¹enzan. Vean ustedes ese rascacielos contruido ?en Avila! frente a la ?Cruz de los cuatro postes?, el patio vecinal -casi no caricaturizo-, que aprisiona al castillo de la Triste condesa, en Arenas de San Pedro, uno de los parajes m¨¢s evocadores, no hace mucho, con su puente y su cipr¨¦s, el uno acorralado, el otro desaparecido... Y esa Academia de Infanter¨ªa, de vulgar arquitectura y p¨¦simo gusto, que rompe, irrespetuosamente, el paisaje de Toledo, hasta reducir al papel de garita el antiguo y, antes misterioso castillo de San Servando.
Leyes para enmarcar
No quiero seguir. Nadie ignora que los valores hist¨®ricos, arqueol¨®gicos, paisaj¨ªsticos de nuestras ciudadesy, m¨¢s a¨²n, de nuestros pueblos, desaparecen d¨ªa tras d¨ªa sin que basten a impedirlo esas leyes que no parecen dictadas para que se cumplan, sino para ponerlas en un marco ?Qu¨¦ maravillosas fueron las leyes de Indias, y qu¨¦ pocos guaran¨ªes quedan!. Pues lo mismo cabe decir de las que pre tenden salvaguar ar nuestra naturaleza nuestro arte y nuestra historia, incluido el t¨ªtulo primero, cap¨ªtulo primero, secciones primera y segunda, art¨ªculos 14,15,17 y 20 de la ley del suelo, todav¨ªa en vigor; m¨¢s el decreto ministerial de noviembre de 1970, creando comisiones del Patrimonio en las ciudades declaradas monumentos hist¨®rico-art¨ªsticos, y con todos mis respetos para sus componentes, se?ores delegados provinciales de Educaci¨®n y Ciencia, que las presiden, y a quienes la ley encarga una misi¨®n; pero sin el instrumento adecuado para hacerla eficaz.
Porque el legislador atribuye a los organismos creados una actitud pasiva: examinar proyectos, remitir informes, velar por la conservaci¨®n de valores culturales; pero sin expresi¨®n del procedimiento. En resumen: leyes para enmarcar... ?Ignorar los ministros del ramo, que la pega de toda su legislaci¨®n se basa en que nadie quiere tomar iniciativas, en esta naci¨®n, contra los intereses privados? ?Qu¨¦ alcalde se enfrenta con el cura, por los espejos de una sacrist¨ªa; qu¨¦ cura arremete con una inmobiliaria porque sus rascacielos oculten la torre del edificio parroquial; qu¨¦ vecino denuncia al propietario influyente... ni, menos todav¨ªa, al propio alcalde, cuando entrega el archivo municipal a un trapero?
La misi¨®n de impedir los delitos y de atrapar a los culpables, ha cumplido siempre a la polic¨ªa, y ¨¦sta es la que urge crear. Nadie se alarme; no propongo una milicia nueva, ya son m¨¢s que suficientes las que tenemos. Lo que sugiero es la creaci¨®n de un cuerpo de inspectores del patrimonio hist¨®rico-art¨ªstico, y, eso s¨ª, cuanto antes. Pero no me limitar¨¦ a pedir que se funde tal cuerpo; apoy¨¢ndome en el esp¨ªritu de las leyes -no en las deficiencias,de su articulado-, he de lanzarme a sugerir, adem¨¢s, las funciones que deber¨ªan atribu¨ªrsele a esa inspecci¨®n.
Primero, realizar un censo de los ambientes urbanos, obras de arte y archivos que todav¨ªa existen en la naci¨®n, y son dignos de conservarse.
En segundo t¨¦rmino, velar por la conservaci¨®n de los mismos, informando peri¨®dicamente, a las autoridades superiores, acerca de su situaci¨®n.Tercero: denunciar a quienes pongan en riesgo d e desaparecer, o no cuiden con la debida eficacia, los objetos de que son due?os o depositarios.Cuarto: denunciar, igualmente, los proyectos de reforma o de construcci¨®n que puedan atentar contra la belleza o inter¨¦s de un ambiente o paisaje.
Quinto: asesorar todo g¨¦nero de transformaciones urbanas en aquellos lugares de inter¨¦s hist¨®rico-art¨ªstico.
Sexto: autorizar las obras a que se refiere el p¨¢rrafo anterior y suspender las no procedentes. El censo a que hago referencia debe iniciarse ya, para efectos morales y pr¨¢cticos, por medio, de ¨®rdenes a los alcaldes de los pueblos, para que, en el plazo de un mes, a lo sumo, remitan a la autoridad superior competente, una relaci¨®n de cuanto valioso pueda haber en sus jurisdicciones, dentro del campo que nos ocupa, y de la situaci¨®n del archivo municipal. Otro tanto deber¨¢ hacer la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica, dirigi¨¦ndose a los p¨¢rrocos y ec¨®nomos, priores y prioras de sus respectivas demarcaciones. Una vez reunida la documentaci¨®n que se recibiese, los inspectores proceder¨ªan a comprobar y catalogar la materia acopiad a. El cuerpo que propongo, tendr¨ªa su sede coordinadora en Madrid, y una delegaci¨®n en cada capital de provincia, con sus agentes comarcales.Se da la paradoja de que, en un pa¨ªs tan lleno de valores hist¨®ricos, art¨ªsticos y naturales como Espa?a, falten puestos de trabajo para quienes, en raz¨®n de sus estudios, habr¨ªan de ser los m¨¢s id¨®neos para llevar a cabo esa inspecci¨®n. Me refiero, concretamente, a los doctores y licenciados en Bellas Artes y en Historia.
Quisiera, por ¨²ltimo, que mis palabras no cayeran en el vac¨ªo. Contienen, creo yo, el ¨²nico procedimiento realista y v¨¢lido para que no siga destruy¨¦ndose, implacablemente, nuestro gran tesoro cultural.
Babelia
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