La verbena de la amnist¨ªa
La Paloma y San Cayetano. El Madrid recalentado de agosto vive sus fiestas castizas, la zarzuela viva y doliente deun costumbrismo que ha perdido lo que ten¨ªa de enga?o a los ojos espabilados del pueblo. Se lo o¨ª decir anoche a una vecindona en esa catedral del sainete proletario que es la Corrala:- Esta es la verbena de la amnist¨ªa.
- La primera verbena que Dios env¨ªa, se?ora.
- Y la primera amnist¨ªa que Dios env¨ªa.
- No, que ¨¦sta la env¨ªa el Gobierno.
- Ya me parec¨ªa a m¨ª que, para enviarla Dios, nos tocaba poco a los pobres.
Porque donde m¨¢s le aprieta el zapato a la amnist¨ªa es precisamente en lo laboral. La empresa queda pr¨¢cticamente en libertad de perpetuar castigos y despidos Al Gobierno parece que le preocupa m¨¢s la lucha pol¨ªtica. La lucha de clases, que es econ¨®mica, la deja a la iniciativa del capital, y ya se sabe que el capital es muy suyo.
Embajadores, Lavapi¨¦s y La Paloma. Tres barrios que son como tres organillos populosos y desvencijados en la noche manchega. Pero el pueblo, que antes estaba recluido en sus patios con farolillos como los pieles rojas en sus reservas, se ha le¨ªdo ya el libro de Marcelino (al que Ruiz Gallard¨®n amenaza con una cr¨ªtica literaria en profundidad, qu¨¦ susto, por Dios), y la pobre gente de Madrid sabe que en lo que dura un chotis bien marcado no deja de subir la plusval¨ªa. El chotis, don Ram¨®n de la Cruz (tan justamente desmitificado por Ortega), los organillos -el piano del pobre, como dice Patachou-, el agua, los azucarillos y el aguardiente han estado conspirando contra los intereses de la clase proletaria, mientras ¨¦sta se distra¨ªa con el mant¨®n de Manila y el vestido chin¨¦s.
El pueblo de Madrid iba a los toros y a ver la verbena, y a meterse en la cama despu¨¦s. Y cuando se levantaba, al d¨ªa siguiente, resulta que ten¨ªa una sanci¨®n laboral o un despido. Y que la amnist¨ªa no ha venido a arreglar nada de esto Rodr¨ªguez M¨¦ndez, en Historia de unos cuantos, tuvo la idea admirable de hacerle a la zarzuela una lectura socialista. La morena y la rubia, adem¨¢s de hijas del pueblo de Madrid, son de Comisiones Obreras.
Patios y corredores, calle del Olivar, la Casta y la Susana con cruzado m¨¢gico. Y la Revoltosa que le dicen ya la Revolucionaria Madrid, Madrid, Madrid. Ni si quiera don Agust¨ªn Lara pudo prolongar el enga?o. La amnist¨ªa laboral es la otra cara de la amnist¨ªa. Y ah¨ª ha podido m¨¢s el b¨²nker econ¨®mico. Al pueblo le dan el opio con tal gracia que no lo puede resistir, como don Hilari¨®n.
Pero el opio del pueblo es ya infumable. Los ¨²ltimos castizos prefieren celtas y amnist¨ªa laboral. Mientras este pueblo inventaba el mus, sus patronos inventaban la plusval¨ªa, que consiste en pagarle cinco al que produce 20. Mas es in¨²til congelar la Historia en forma de sainete. ( Diaz-Ca?abate y Vicente Zabala se toman unos vidrios en la taberna de Antonio S¨¢nchez. En el, Campillo del Nuevo Mundo, los meditadores de botijo comprenden que el mundo es ya muy viejo). El casticismo se muere.
- Si es que el personal se ha vuelto muy moderno, oiga.
No. Es que el pueblo ha comprendido, que de nada vale sacar lo organillos a la calle cuando hay quien puede sacar los tanques. La amnist¨ªa laboral es la ¨²nica que no llega. Despu¨¦s de la amnist¨ªa de lo pol¨ªticos, har¨ªa falta otra amnist¨ªa.
- Aqu¨ª, en la verbena, estamo esperando la amnist¨ªa de los pobres.
Eso es. Aqu¨ª ha habido una peque?a audacia pol¨ªtica para con tentar a la oposici¨®n, pero la relaci¨®n capital-trabajo sigue en manos del capital. As¨ª que me he bailado la Ramona en la Corrala, bajo los luceros toscos como botijos, en la burlona y melanc¨®lica verbena de la amnist¨ªa.
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