Aniversario inadvertido de Marcial del Adalid
Mucho se ha hablado de la ausencia espa?ola en el intenso movimiento musical que se desarrolla en Europa durante la segunda mitad del siglo XIX. Y es cierto que Espa?a, pa¨ªs adorado por los rom¨¢nticos, no puede o no sabe vivir con hondura los a?os de gestaci¨®n y empuje de este movimiento.Las razones que explican y, en parte, justifican la pobreza musical de nuestro romanticismo hasta la aparici¨®n de Alb¨¦niz, son m¨²ltiples. Exponerlas requerir¨ªa un trabajo muy extenso.
Sin embargo, en el siglo XIX se da un fen¨®meno importante para el desarrollo de la m¨²sica: el auge y perfeccionamiento del piano. Este instrumento se adapta muy bien al esp¨ªritu de la ¨¦poca, cuya necesidad de expresar estados an¨ªmicos necesitaba de un medio capaz de matizar m¨¢s de lo que pod¨ªan hacerlo los viejos instrumentos para teclado. El plano invade los salones de las casas decimon¨®nicas. Hombres como Liszt lo instalan definitivamente en la sala de conciertos.
El piano acumula pronto una profusa literatura, que es interpretada con avidez en las veladas de la burgues¨ªa europea de la ¨¦poca. Tambi¨¦n, por supuesto, en las de la espa?ola.
La producci¨®n musical de nuestro pa¨ªs, durante el per¨ªodo rom¨¢ntico. ha venido present¨¢ndose hasta la actualidad como un gran desierto del que nada pod¨ªa extraerse, lo cual no es cierto. Nuestra m¨²sica adoleci¨® de manierismo, de falta de ambici¨®n, de rigor. Creci¨® a ras de suelo, como toda la vida nacional, pero existi¨® y, en cierto modo, hizo posible la continuidad que llega a dar frutos.
Figura destacada de este per¨ªodo fue el compositor Marcial del Adalid, de quien conmemoramos este a?o el 150 aniversario de su nacimiento.
Rodrigo de Santiago y Antonio Iglesias se ocuparon hace unos, a?os de este m¨²sico, nacido en La Coru?a el a?o 1826. hoy totalmente olvidado. En Madrid, por ejemplo, s¨®lo Enrique Franco se hizo eco de la efem¨¦rides.
La m¨¢s personal
Comparando la obra de Adalid con la de otros autores de su tiempo, que escribieron para plano, Pedro Alb¨¦niz, Mart¨ªn S¨¢nchez All¨², Apolinar Brull, Santiago de Masarnau, etc¨¦tera, se nos presenta como la m¨¢s personal. En la Galicia decimon¨®nica, la de Curros Enr¨ªquez y Rosal¨ªa, la de Aurelio Aguirre y Feraldo, ning¨²n compositor, hasta Andr¨¦s Gaos (1874-1959), puede ofrecer una obra tan coherente y de pareja importancia, aunque la de Juan Montes (1840-1899) tenga m¨¢s ra¨ªz galaica.
Marcial del Adalid y Gurrea fue un notable pianista. Muy dotado para la m¨²sica, Enrique Franco ha puesto de relieve la espontaneidad de su sentimiento rom¨¢ntico, recordando una de sus primeras composiciones, la Sonata OP. 4, escrita cuando el compositor no hab¨ªa salido todav¨ªa de su pa¨ªs natal. Muy joven le vemos en Londres, estudiando con el c¨¦lebre virtuoso checo Ignaz Moscheles y posteriormente en Par¨ªs, donde se dice recibi¨® clases, nada menos que de Chopin, aunque esto ¨²ltimo no haya podido ser comprobado. En cualquier caso, la obra pian¨ªstica del compositor gallego aparece fuertemente influida por la de Chopin y es la ¨²nica que en Espa?a encontramos bajo el signo del ilustre polaco.
Adalid escribe mucho para piano. Naturalmente, su producci¨®n, netamente rom¨¢ntica, carece del vuelo y la inspiraci¨®n de la de Chopin, pero posee correcta factura. Por ello resulta rara en las adversas condiciones socio-culturales en que naci¨®.
He ido desde La Coru?a hasta el pazo de L¨®ngora, residencia que fue de Adalid desde su regreso de Francia. La casa se encuentra muy cerca de la peque?a localidad de Santa Cruz, pr¨®xima a la capital, en el camino hacia Sada.
A la derecha se toma un desv¨ªo en la carretera y a unos 500 metros entramos en un paraje de huertas con fondo boscoso. Resalta la silueta de una iglesia barroca, con el t¨ªpico crucero y el cementerio al costado. Poco antes de llegar a la solitaria iglesia se ven las verjas acceso a la casa solariega del artista. El interior de la casa ha sido modernizado, pero a¨²n conserva exteriormente el noble aspecto de tantos pazos gallegos, mitad fortaleza, mitad casas de labor campesinas.
Aqu¨ª ha escrito Adalid sus baladas, sus tristes eleg¨ªas, nocturnos, impromptus, valses brillantes, romanzas sin palabras, y hasta unas Variaciones calificadas por ¨¦l ingenuamente, de ?a la antigua usanza?, si bien, justo es decirlo. en Espa?a era verdad.
Grabaci¨®n
El pianista, compositor y music¨®logo, Antonio Ruiz Pip¨®, ha grabado recientemente un disco conteniendo m¨²sica rom¨¢ntica espa?ola para piano.
Ha de salir el pr¨®ximo oto?o. Toda una cara estar¨¢ dedicada a la obra de Adalid. En la edici¨®n de Antonio Iglesias aparec¨ªan m¨¢s de 30 piezas. Sin duda, este disco ha de ser el mejor homenaje conmemorativo a la figura perdida, difusa, de Adalid.
En el retirado pazo de L¨®ngora realiz¨® tambi¨¦n Adalid la primera recopilaci¨®n musical galaica de signo marcadamente nacionalista: las Canciones nuevas y viejas de Galicia, que suponen una aportaci¨®n de peso al Rexurdimiento gallego, polarizado en la figura de Manuel Murgu¨ªa: ?l¨¢stima que el gran poligrafo no le incluvera entre Los Precursores!
Tambi¨¦n Adalid, como buen artista de su tiempo, cay¨® en la tentaci¨®n de la¨®pera a la manera italiana, dej¨¢ndonos su In¨¦se e Bianca, elogiada por Pedrell.
Como el bardo Pondal en Ponteceso, Adalid pas¨® retirado los ¨²ltimos a?os en L¨®ripora. rodeado de sus recuerdos y de sus muchos libros. All¨ª, entre camelias, mimosas, eucaliptus y el verde prader¨ªo gallego, fallece el a?o 1881.
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