El neodestape
Bueno, pues ya est¨¢, ya nos encontramos otra vez en la cresta de la ola y en la c¨²spide de la gl¨¢ndula, por lo que al destape se refiere.Las revistas del coraz¨®n, y de m¨¢s abajo, han vuelto a desmadrarse con el tanga, el monobikini y el cuero vivo. La democracia ha venido, nadie sabe c¨®mo ha sido.
-?Usted cree que eso es la democracia?
-No. Pero reconocer¨¢ usted que nadie sabe c¨®mo ha sido.
Uno, que ha vivido d¨ªa a d¨ªa, golpe a golpe y verso a verso, la llamada Era de Franco, conoce bien este flujo y reflujo de la carne femenina, este ir y venir de la gl¨¢ndula, la cadera y el gl¨²teo en el couch¨¦ nacional. La primera que sac¨® la pierna, en pleno rigor de la democracia org¨¢nica, fue la Gilda, en 1947. M¨¢s o menos por entonces, Esther Williams nos homologaba con Europa y Am¨¦rica, con los aliados, en una palabra, mediante el ba?ador de monja progre y el tecnicolor de do?a Natalia Kalmus. Vinieron a?os de salmantino luto, y un buen d¨ªa corri¨® la consigna alegre por las redacciones madrile?as:
-Con Fraga hasta la braga.
El florecer temprano del almendro femenino se viene interpretando en este pa¨ªs, por los m¨¢s viejos de la localidad y del franquismo, como un pres¨ªntoma de democracia. Emilio Romero, antes de la ca¨ªda del Imperio Romano (Huertas, 73), daba siempre en primera una jai importante, a ser posible con el gl¨²teo creciente. Eran la izquierda del R¨¦gimen, o sea, la derecha del mundo. En los ¨²ltimos tiempos ha habido oscilaciones. Con P¨ªo Cabanillas comprobamos que a la Bardot le iba haciendo falta un belcor, y con don Le¨®n Herrera nos cuidamos muy mucho de escribir la palabra belcor, incluso.
Siempre parece que va a venir la democracia, pero la democracia nunca viene. Cada vez que me asomo a un quisco, cuando voy a buscar el pan por la ma?ana, y veo de nuevo la floraci¨®n de ombligos a cuatro tintas, me digo a m¨ª mismo, poniendo cara de Ortega cargado de raz¨®n:
-No es eso, no es eso.
Porque puede que uno de los frutos que nos d¨¦ la plural cosecha democr¨¢tica sea la alegre y respingona proliferaci¨®n de los senos, pero resulta que la maniobra consiste, m¨¢s bien, en provocar una inflaci¨®n de senos y celulitis en el cine, el teatro, el caf¨¦-teatro y las revistas, hasta que la Asociaci¨®n de Padres de Familia, o la de la Palabra Culta y Buenas Costumbres, o, incluso, la Sociedad Protectora de Animales, o la Econ¨®mica Matritense, sale chillando:
-?A d¨®nde vamos a llegar! Ya han vuelto a confundir ustedes la libertad con el libertinaje.
Y entonces, todas las revistas vuelven a parecerse a Telva por decreto. El personal se queda pensando que, efectivamente, no estamos preparados para la democracia. y que aqu¨ª, en cuanto abres un poco la mano, vienen los rojos y estupran a tu hermana, como avisaban en los a?os treinta los falangistas de la primera hora: ?Y vendr¨¢n los rojos y violar¨¢n a nuestras hermanas?. No es un argumento muy pol¨ªtico, pero es un argumento.
O sea, que la ?apertura corporal? (como dijo una vez el se?or Gamero, siendo ministro, con frase de novelista retroporno de los felices veinte, como de Artemio Precioso o as¨ª), la apertura corporal, digo, no va en favor de una apertura pol¨ªtica, no la propicia. sino que m¨¢s bien la perjudica, estraga al personal, le da una idea pornogr¨¢fica de la libertad venidera, y as¨ª, cuando la libertad vuelve a ser aplazada, la gente casi suspira para adentro:
-M¨¢s vale. A ver si mientras tanto me crecen estos hijos, que un d¨ªa nos van a sacar un gl¨²teo hasta en La casa de la pradera.
Ayer vi en pase privado El desencanto, interesante pel¨ªcula de Jaime Ch¨¢varri sobre la familia Panero. La familia est¨¢ en crisis, como dicen los curas, acertando como si no fueran curas, pero la familia se defiende a¨²n ante esta marca alta de pornograf¨ªa, bajamente comercial, que ahora mismo disfrutamos. Es la ola -de-erotismo-que-nos-invade, s¨ª. S¨®lo que no es erotismo, sino horterada. La primera vez cre¨ªmos que anunciaba la democracia. Ahora ya sabemos que Susana Estrada en cueros vivos es s¨®lo Susana Estrada en cueros vivos. Su desnudo en couch¨¦ s¨®lo cuesta diez duros. Pero una pintada acaba de costar un muerto.
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