Retrato de un "bulldozer"
En su libro aparecido en febrero de este a?o Carta abierta a los pol¨ªticos, Pierre Vianson-Pont¨¦ traza uno de los mas acertados perfiles de J. Chirac: ??Qu¨¦ f¨¢cil es describir su figura, primer ministro: 1? arribista por encima de todo, 2?. autoritario y tajante, 3?. madera de dictador. Avanza usted en la vida y en su carrera prisionero del trabajo, lleno de seguridad, sordo a las llamadas de los que tropiezan y caen bajo sus ruedas y a los que aplasta sin dedicarles ni siquiera una mirada ?.?El bulldozer?: as¨ª le llamaban en el Gobierno de Pompidou. No describir¨¦ aqu¨ª su carrera desde que, trabajosamente, entr¨® por la puerta chica, como secretario general del Gobierno en 1962 pasando por las sucesivas funciones ministeriales y las presidenciales de hoy. No analizar¨¦ tampoco su ascensi¨®n en el neogaullismo de Pompidou que le conducir¨ªa a usted, hombre sin ninguna idea pol¨ªtica, a la direcci¨®n del partido del general, que m¨¢s de una vez se habr¨¢ revuelto en su tumba.
Su ¨¦xito como diputado es f¨¢cil de comprender: ser¨¢ la primera vez que alguien compre su esca?o con dinero adelantado, con el dinero del Estado, es decir, de los contribuyentes: ?lo que he podido obtener para Ussel y su regi¨®n, he preferido obtenerlo antes de las elecciones, rompiendo as¨ª con las tradiciones antiguas?. Es de los hombres pol¨ªticos que saben la importancia de su prestigio local. Sin preocuparse por la contradicci¨®n o incluso asumi¨¦ndola con la facifidad del camale¨®n, representa el papel socialista en Ussel y detenta el poder en Par¨ªs.
El elemento m¨¢s positivo de su retrato es su fidelidad a Pompidou. Se burlaba usted un poco, recon¨®zcalo, del general De Gaulle, pero era como un hijo para Pompidou, la luz de sus ¨²ltimos a?os, el sucesor que secretamente deseaba. Pero no hubo suerte: apenas le hab¨ªa puesto en ¨®rbita y le hab¨ªa confiado su primer gran puesto, el de ministro del Interior, la muerte le sobrevino. Le faltaron dos o tres a?os para, entre Giscard y Chaban, ser usted quien ganara la partida.
De aqu¨ª a sus 49 a?os, en 1981, el a?o de la pr¨®xima elecci¨®n presidencial, el conflicto abierto y brutal con el presidente de la Rep¨²blica al que tanto desea suceder es totalmente inevitable. Le va a hacer falta mucha astucia, mucha obstinaci¨®n para triunfar. No quiero desmoralizarle prematuran ente, pero tengo miedo de los extra?os planes que nos est¨¢ preparando. No me siento capaz de declararle inocente, pero, poco inclinado a condenar a nadie por meras suposiciones, por fuertes que ¨¦stas sean, dejar¨¦ su dossier abierto. Ser¨¢ el porvenir, su porvenir, y quiz¨¢ el nuestro, quien nos defina ... ?.
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