Subi¨® la gasolina
De golpe ha subido la gasolina. En la panader¨ªa no se hablaba de otra cosa. Tengan ustedes en cuenta que los esposos de estas santas mujeres que vienen a por el pan son domingueros que las sacan una vez a la semana a que se alegren un poco en el Valle de los Ca¨ªdos o las llevan al reci¨¦n abierto museo de El Pardo para que se distraigan con los recuerdos de Franco.
—La gasolina es un impuesto indirecto —me dice el quiosquero.
—Pues si llega a ser directo, nos parte el coraz¨®n, oiga.
A m¨ª, como no conduzco, casi me alegra la medida, pues cuanta menos gasolina quememos, habr¨¢ menos c¨¢ncer de pulm¨®n. El autom¨®vil y el tabaco van siendo ya vicios casi exclusivamente femeninos. Respeto los vicios de la mujer, porque la mujer sigue siendo mi, vicio.
—Dicen que fue un Consejo de Ministros muy laborioso.
—Claro, ten¨ªan que echar a Coronel de Palma del Banco de Espa?a. Y el hombre se resist¨ªa. Es el pan de sus hijos.
Yo, que he sido botones de Banco, tengo instinto para estas cosas. Lo de Coronel de Palma lo dej¨¦ aqu¨ª cantado hace unas semanas. Creo que las valoraciones de la gasolina se corresponden muy bien con la valoraci¨®n que hace el Estado del pueblo espa?ol: extra, s¨²per y normal. Aqu¨ª no hay izquierdas ni derechas, como gustan de decir los escritores de la derecha. Aqu¨ª hay espa?oles extra, espa?oles s¨²per y espa?oles normales. O sea, oligocracia, oligarqu¨ªa y horda.
— ?Usted y yo somos horda? —me pregunta el quiosquero.
—M¨¢s o menos.
Un ejemplo de espa?ol extra es Romeo Corr¨ªa, el que manda en Iberia, y que siempre que me lo encuentro en una cena le admiro los finos calcetines negros. Tiene mucho gusto para los calcetines. En Iberia le han montado ahora una huelga de controladores que ¨¦l, como hombre de gusto, llama ?problema t¨¦cnico?. Los controladores han sido oportunos, porque le est¨¢n ahorrando a Iberia mucha gasolina.
Un ejemplo de espa?ol s¨²per pudiera ser el citado Coronel de Palma, que antes daba las huchas de oro y de plata de las Cajas de Ahorros a los escritores.
—Usted tendr¨¢ una de oro —arriesga el quiosquero, porque en el barrio tienen una idea un poco mitol¨®gica de mi carrera literaria.
—Tengo dos de plata y las uso como morillos cuando enciendo la chimenea, porque me preocupa m¨¢s el fr¨ªo que la gloria.
Finalmente, un ejemplo de espa?ol normal es usted mismo, curioso lector. O yo, pese a mis huchas de plata. En los a?os 40 nos clasificaban a los espa?oles por la cartilla de racionamiento: de primera, de segunda y de tercera (m¨¢s el cup¨®n de varios). Ahora nos clasifican por la gasolina: extra, s¨²per y normal. En algo hab¨ªa de notarse, que somos ya un pa¨ªs desarrollado. Pero entre la cartilla de racionamiento y la gasolina est¨¢ la Renfe.
Primera, segunda, tercera y topes. El Estado siempre encuentra f¨®rmulas para medirnos, discriminarnos y humillarnos a los espa?oles. Pem¨¢n explicaba muy bien las diferencias ambientales y psicol¨®gicas entre un vag¨®n de primera, de segunda y de tercera. Para m¨ª, la diferencia est¨¢ en que en primera suelen ir los directores generales y en tercera iba Machado.
—A prop¨®sito de Machado, ?en qu¨¦ categor¨ªa de la Campsa entra la otra Espa?a?
—Yo creo que est¨¢ sin tasar.
Es in¨²til intentar una organizaci¨®n horizontal y democr¨¢tica de esta sociedad. En Espa?a vuelve simple a imponerse la ordenaci¨®n vertical. Don Jes¨²s Fueyo debiera escribir un ensayo sobre esto, aun que seguramente lo tiene escrito ya. Don Adolfo Su¨¢rez ha dicho en Par¨ªs-Match que el Opus es una cosa meramente espiritual, y en cuanto nos ponemos espirituales sube la gasolina.
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