Hace falta una escuela taurina
Ya se ha repetido muchas veces que la fiesta entr¨® en decadencia por diversas razones, entre ellas la falta de calidad de los toreros. Basta seguirles los pasos. Hay que ver lo que torean y c¨®mo torean por ah¨ª. Los recursos para dominar a los toros que tienen problemas no los conoce casi ninguno de los que est¨¢n en activo y ocupan las primeras Filas. El repertorio de lances y pases se ha reducido al m¨ªnimo. La pureza del volapi¨¦, y no digamos de la suerte de recibir, apenas si es un vago recuerdo. Lo peor del caso es que la decadencia se agudiza a medida que avanza el tiempo, porque las nuevas promociones de toreros no tienen otra pauta a seguir que el ejemplo de los matadores de toros. Se impone la creaci¨®n de una escuela taurina, que, por otra parte, seguramente ser¨¢ realidad en plazo relativamente breve. Ya hay quien ha visto el problema y le va a dar esta soluci¨®n pr¨¢ctica. Razones de lealtad, de palabra empe?ada, nos obligan a no ser m¨¢s expl¨ªcitos, pero nada nos impide apoyar la idea que, por otra parte, perseguimos desde hace muchos a?os.
La escuela taurina no debe ser obligatoria en modo alguno, pero su existencia es un derecho que les asiste a todos cuantos quieran iniciarse con la arriesgada profesi¨®n de torero en cualquiera de sus categor¨ªas. Siempre se ha o¨ªdo decir que el torero debe hacerse en el azar y la dureza de las capeas, en el caminar por sendas de hambre. Es uno de los muchos t¨®picos que atenazan a esta fiesta y que hay que desterrar cuanto antes. Es, sobre todo, un criterio antisocial que no deber¨ªa ni siquiera someterse a consideraci¨®n. El otro t¨®pico, no menos antisocial, es aquel de que la fiesta volver¨¢ a tener garra cuando aparezcan las dos figuras cumbre que polaricen la atenci¨®n de los p¨²blicos. No es as¨ª: el espect¨¢culo taurino no es cosa de dos, ni debe girar en torno a unas minor¨ªas, sino que afecta a centenares, quiz¨¢ miles, de profesionales, todos los cuales tienen absoluto derecho a poder vivir holgadamente de su oficio. v por su propia val¨ªa, no por motivos coyunturales que hayan impuesto otros.
Con la escuela taurina, los toreros, quienes vayan a dedicarse a matadores o a subalternos, deben tener como objetivo primordial dignificar su profesi¨®n. Primero, con una ense?anza adecuada de todas las acciones de defensa ante el peligro del toro, a la que deber¨¢ seguir el conocimiento de todas las suertes, las habituales y las que han ca¨ªdo en desuso. A¨²n quedan -los m¨¢s en situaci¨®n de retirados- numerosos especialistas de las diversas facetas de la lidia, que acaso no podr¨¢n ense?ar el arte -que no se aprende- pero s¨ª la t¨¦cnica e incluso la existencia de lances y pases que los aspirantes a torero no han tenido la oportunidad de ver jam¨¢s.
Habr¨¢ una selecci¨®n l¨®gica: no todos valen para afrontar los riesgos y zozobras de la profesi¨®n. Por ello, la escuela podr¨ªa complementarse con cursos de formaci¨®n profesional de especialidades diversas en ¨ªntima relaci¨®n con el PPO. Y los que valgan quiz¨¢ debieran volver a los usos antiguos, iniciando su carrera en puestos de subalterno, para, despu¨¦s del per¨ªodo de pr¨¢cticas ?en activo? que se tuviera por conveniente. pasar a debutar como novillero. A lo mejor hay que volver a hacer bueno aquello de ?el toro de cinco y el torero de veinticinco?, que ya pas¨® al olvido.
La escuela de tauromaquia tiene ante s¨ª una tarea dif¨ªcil -recibir¨¢ serios ataques, y si no, al tiempo, pero tambi¨¦n apasionante. Hace falta un l¨ªder en las filas de los modestos. Un l¨ªder que sea capaz de conseguir que el torero vuelva a ser, en cuanto a capacidad y conocimientos, lo que fue antes de que aparecieran los apoderados poderosos y sus sucesores, los empresarios del monopolio. Y a partir de ah¨ª, si es que se alcanza (he aqu¨ª el segundo objetivo), que prenda la lucha para romper las barreras monopol¨ªsticas de forma que todos cuantos sean aut¨¦nticos profesionales del toreo tengan igualdad de oportunidades, salarios suficientes para vivir exclusivamente de su oficio.
Este invierno puede ser importante para los toreros, por lo menos para los que empiezan. Y si es as¨ª, lo ser¨¢ tambi¨¦n para la fiesta misma, que tiene aqu¨ª la verdadera oportunidad de recuperar los valores perdidos y con ello volver a ser el apasionante espect¨¢culo que arrebataba a los p¨²blicos.
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