La oposici¨®n
Hoy se re¨²ne en Madrid, por primera vez en la historia del R¨¦gimen, una muy amplia representaci¨®n de grupos democr¨¢ticos y de oposici¨®n de izquierdas que tratar¨¢ de aunar pareceres sobre el futuro pol¨ªtico espa?ol. El esfuerzo es digno de elogio hasta desde las perspectivas oficiales, por m¨¢s que ¨¦stas callen y no digan finalmente si la reuni¨®n ser¨¢ autorizada o solamente tolerada. Pero algunas reflexiones son precisas al hilo de la convocatoria y en torno al fen¨®meno de la oposici¨®n espa?ola.Esta ha sido en los ¨²ltimos a?os, generalmente, muy bien tratada por la prensa. Hay motivos para la comprensi¨®n: la oposici¨®n democr¨¢tica se ha movido entre el voluntarismo y la fe, sometida a una dura persecuci¨®n pol¨ªtica, despojada de intendencia y de garant¨ªas de funcionamiento, sin horizontes visibles no ya de conquistar el poder, sino ni siquiera de que le fuera permitido ejercer una cr¨ªtica honesta y leal a la gobernaci¨®n del pa¨ªs. Ya es un milagro que la oposici¨®n exista en estas condiciones, cuando ha tenido que valerse de alg¨²n peri¨®dico amigo. de alg¨²n comedor grato o de la tribuna de una conferencia, para hacer un proselitismo tantas veces medroso e irrelevante. La c¨¢rcel, las multas, las injurias, las amenazas, nada de eso ha valido para acabar con la existencia de numerosos grupos de hombres y personas que han seguido trabajando en la clandestinidad o en la tolerancia por construir una Espa?a democr¨¢tica. El programa de convivencia que hoy propone el Gobierno no hubiera sido posible si quienes integran y dan forma al mismo Gabinete hubieran logrado sus prop¨®sitos de no muchos a?os atr¨¢s: monopolizar la versi¨®n del patriotismo y eliminar de manera definitiva de la vida espa?ola a los partidos pol¨ªticos. Pero las ideas no mueren y no fue posible el empe?o.
He aqu¨ª a m¨¢s de doscientas formaciones pol¨ªticas sobre el suelo de Espa?a dispuestas a acudir al contraste de las urnas. El r¨¦gimen del ¨²nico partido ha conseguido fomentar hasta la histeria lo que verbalmente tanto condenaba: el pluripartidismo personalista, los liderazgos ficticios, el marem¨¢gnum de siglas sin significado, la aparici¨®n de representaciones esp¨²reas que dan pie para encontrarse en un mismo terreno con luchadores de la libertad, aventureros de la vida, agentes de la inteligencia extranjera, personalidades de relieve intelectual, idealistas y funcionarios del poder. El socialismo, la democracia cristiana, hasta el comunismo, se cuentan casi de ocho en ocho -quiero decir que hay al menos ocho clases de partidos para cada cosa- y eso sin hablar de las peculiaridades regionales, los movimientos autonomistas y nacionalistas o las posiciones de los independientes.
Desde esta perspectiva, el espect¨¢culo de la llamada oposici¨®n democr¨¢tica no es, desde luego, reconfortante. Pero bastar¨¢n unas elecciones libres para decantar las cosas en la vida espa?ola: qui¨¦n representa algo m¨¢s que su propia aventura personal y qui¨¦n es un pol¨ªtico dispuesto a gobernar y no s¨®lo a boicotear a aquellos que no piensan como ¨¦l.
En efecto, por primera vez en su historia la oposici¨®n espa?ola al R¨¦gimen de Franco -que es lo que hoy se re¨²ne en Madrid en una abultada mezcla de marxistas y neocapitalistas- tiene la oportunidad de participar, de intentar participar siquiera en la soluci¨®n a los problemas del pa¨ªs. Algunos riesgos graves la acechan: primero, el de pensar que la ca¨ªda del R¨¦gimen est¨¢ tan pr¨®xima que su postura de rompimiento con el poder les llevar¨¢ en breve plazo al gobierno provisional. Segundo, el anclarse en posiciones de prestigio o vanidad personal que imposibiliten el acuerdo gen¨¦rico de todos los grupos. Tercero, el permanecer en el utopismo idealista, incapaces de presentar un frente de di¨¢logo coherente y unido sobre un ¨²nico problema: la construcci¨®n de la democracia en el pa¨ªs. Por ¨²ltimo, en el entusiasmo del juego, perder la noci¨®n de que negociar es pactar, y pactar significa dejarse algo en el camino.
La reuni¨®n de hoy
A pesar de la ausencia de algunas representaciones nacionales, la oposici¨®n intenta con su reuni¨®n de hoy ofrecer una imagen, imposible, de frente coherente y unido. Conviene abandonar el espejismo. Coordinaci¨®n Democr¨¢tica es m¨¢s un nombre que una realidad. Los periodistas sabemos demasiado sobre las intrigas de algunos de los que la integran, para seguir silenci¨¢ndolo por m¨¢s tiempo. No se descubre nada nuevo si se dice que la oposici¨®n hoy est¨¢ desunida y hasta enfrentada en su seno. Y que, perdida en discusiones sem¨¢nticas sobre el pacto o la reforma, no tiene apenas un consenso claro acerca de qu¨¦ puede ofrecer y qu¨¦ puede pedir en el di¨¢logo con el Gobierno. Si ¨¦ste tuviera la feliz idea. no ya de pactar. sino de encargar a estos partidos la redacci¨®n de una ley electoral, nos encontrar¨ªamos con que las discusiones sobre c¨®mo ha de ser ¨¦sta ser¨ªan del tenor de las que se escuchan entre los procuradores en Cortes o consejeros nacionales. En una palabra, no se buscar¨ªa un modelo te¨®rico aplicable a la realidad espa?ola, sino aquel m¨¢s acorde con las posibilidades electorales de cada grupo o minigrupo representado. Al final, el franquismo ha hecho sus estragos: algunos dem¨®cratas se mueven con andares dudosos y a lo que aspiran muchos es a poder manejar el tel¨¦fono de las ¨®rdenes sin necesidad del respaldo de las urnas.
Hay, adem¨¢s, dos caracter¨ªsticas muy concretas entre los interlocutores de hoy, que es preciso tener en cuenta. Una es la diferencia de peso y representaci¨®n de quienes se sientan en torno a la mesa. Junto a grandes partidos hist¨®ricos, m¨¢s o menos divididos pero con una potencialidad de representaci¨®n grande y con una capacidad de movimiento de masas demostrada, pueden verse personajes irrelevantes que buscan en la fuerza ajena el consuelo de la propia debilidad. Para no citar nombres: pretender que el peso de la opini¨®n de Felipe Gonz¨¢lez, de Ruiz-Gim¨¦nez, de Manuel Azc¨¢rate o del profesor
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Tierno sea el mismo que el de otros respetables pero peque?os comensales, es algo tan in¨²til que no se lo cree nadie ni dentro ni fuera de all¨ª.
La otra cuesti¨®n es el tema de las representacilones nacionalistas, que tanto est¨¢ dando que hablar, y en este peri¨®dico, por estas fechas. Si adem¨¢s de lograr una democracia de corte cl¨¢sico nos metemos en la aventura de cambiar la naturaleza del Estado y reformar la estructura econ¨®mica y social, todo de una vez, no hay que ser brujo para predecir que ninguno de los tres objetivos, se alcanzar¨¢n previsiblemente. Los federalistas. como los republicanos, deben tener un puesto, si obtienen representaci¨®n suficiente, en, las Cortes futuras, y desde all¨ª defender sus opciones. Pero anteponer sus proyectos a la conveniencia general de un problema com¨²n ser¨ªa suicida para sus propias aspiraciones.
Las elecciones generales
Casi un a?o despu¨¦s de la muerte de Franco, y a pesar de las numerosas promesas al respecto, en este pa¨ªs seguirnos sin convocar elecciones generales. Esto no podr¨¢ hacerse sin el consenso de las fuerzas democr¨¢ticas que hoy se re¨²nen, pero si se han vivido cuarenta a?os sin necesidad de votar, hay demasiada gente alineada en el poder que puede sufrir la tentaci¨®n de decretar una pr¨®rroga. Las pretensiones de Coordinaci¨®n Democr¨¢tica de que sea un gobierno provisional quien convoque las elecciones pueden ser correctas desde el punto de vista del an¨¢lisis pol¨ªtico, pero no son coherentes con la realidad que nos rodea. El Gabinete Su¨¢rez, que est¨¢ haciendo un alarde de dejaci¨®n de autoridad. tiene no obstante suficientes resortes de poder para agotar durante un largo tiempo su pol¨ªtica de dilataci¨®n. La oposici¨®n puede pensar entonces que el oto?o caliente es el momento de cambiar las condiciones objetivas y tratar -en este caso los partidos de izquierda- de lanzar las masas a la calle en un intento de demostraci¨®n final de la inutilidad de la v¨ªa reformista. El descontento laboral y la situaci¨®n econ¨®mica facilitar¨ªan este intento. Todo eso equivaldr¨ªa a plantearse una dial¨¦ctica, guste o no la palabra, prerrevolucionaria. ?Habr¨¢ que recordar entonces que la condici¨®n primera para empezar una revoluci¨®n es saber que se puede ganar?
Si la oposici¨®n democr¨¢tica es consciente de la responsabilidad hist¨®rica que hoy recae sobre sus hombros, debe tratar hoy de concretar su imagen y de hacerla m¨¢s respetable desprendi¨¦ndose de adherencias no solicitadas por nadie y no representativas de nada. Debe, sobre todo, buscar una f¨®rmula de di¨¢logo real con las fuerzas sociales en las que reside el poder en Espa?a. Responder a la utop¨ªa oficial de la reforma (que lo cambie todo el Goblernosin ellos) con la utop¨ªa radical de la ruptura (tratar de cambiarlo ellos todo sin el Gobierno), es poner al pa¨ªs en el v¨¦rtigo del futuro. Cuando en Portugal ya muchos dicen que all¨ª la democracia es un carnaval entre dos dictaduras, sobre los verdaderos dem¨®cratas espa?oles recae hoy la obligaci¨®n de un esfuerzo tan ingente que logre superar no s¨®lo sus propios errores, sino los errores del poder.
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