La ley francesa sobre el empleo del idioma / 2
Como ve¨ªamos en un art¨ªculo anterior, esta ley, que alcanzar¨¢ pleno vigor a principios del a?o pr¨®ximo, trata de defender a los consumidores (que no hallar¨¢n t¨¦rminos extranjeros en las informaciones relativas a los servicios que desean usar o a los bienes que adquieren) y a los contratantes (pues lo que firman deber¨¢ ir redactado en paladino franc¨¦s o en su propia lengua). Fines loables, por cuanto se trata de proteger a los ciudadanos contra la incomprensi¨®n o la comprensi¨®n a medias de lo que se le ofrece o le compromete. Carteles, prospectos, instrucciones, anuncios...: todo deber¨¢ adquirir aspecto franc¨¦s, o ir¨¢ acumulando sanciones que pueden llegar a la supresi¨®n de la empresa recalcitrante. De hacerse algo semejante en Espa?a -y ?por qu¨¦ no- calles enteran parecer¨ªan resultado de una reconquisa. Algo as¨ª se intent¨® tras la guerra civil, como manifestaci¨®n de nacionalismo: nuestros vecinos, habil¨ªsimamente, presentan sus medidas como defensa de usuarios y contratantes, con lo cual cambia todo de aspecto, y, promueve la satisfacci¨®n general.Sin ser una ley que produjera arrebatos dial¨¦cticos en la Asamblea, no por ello pas¨® sin viva discusi¨®n. Miembros del grupo del Partido Socialista y de los Radicales de izquierda hab¨ªan presentado una enmienda para introducir en ella el siguiente texto: ?En la presente ley, no se consideran t¨¦rminos extranjeros o lenguas extranjeras los t¨¦rminos y las lenguas utilizadas por las minor¨ªas ¨¦tnicas o ling¨¹¨ªsticas. Se refiere esto en particular a las lenguas y culturas de las poblaciones francesas de Alsacia, Lorena, Breta?a, Catalu?a del Norte., C¨®rcega, Flandes, Occitania y Pa¨ªs Vasco?. Se trataba de una simple aclaraci¨®n cuya obviedad, los enmendantes, le permitir¨ªa ser aceptada sin ninguna discusi¨®n. La Comisi¨®n no lo estim¨® as¨ª, respondiendo por boca del ?rapporteur? que ?las lenguas de las minor¨ªas ¨¦tnicas y ling¨¹¨ªsticas no son lenguas extranjeras? y que, por consiguiente, no ca¨ªan bajo la acci¨®n de la ley discutida. El presidente de dicha Comisi¨®n legislativa introdujo una precisi¨®n: siendo evidente que, en ciertas regiones, los franceses emplean, adem¨¢s de la lengua nacional, otra a la que est¨¢n leg¨ªtimamente adheridos, no debe decirse que haya ?minor¨ªas ¨¦tnicas o ling¨¹¨ªsticas en el seno del pueblo franc¨¦s?. La enmienda no prosper¨®, y el portavoz del ?Haut Comit¨¦ de la Langue Francaise?, en la conferencia de prensa convocada para presentar el texto legal, insisti¨®: ?La idea b¨¢sica ha sido que las lenguas regionales, puesto que se hablan en territorio franc¨¦s, no son lenguas extranjeras?. Y tuvo que mantenerse en ello de modo bien insatisfactorio, cuando un periodista le pregunt¨® si consideraba que el alem¨¢n (vigente en Alsacia) era una lengua regional francesa.
Pero otras objeciones de m¨¢s bulto plante¨® la oposici¨®n en la Asamblea y en el Senado, presentadas por los parlamentarios H¨¦l¨¨ne Constans y Georges Cogniot. En primer lugar, la del alcance limitad¨ªsimo de la ley que s¨®lo afecta a textos de car¨¢cter comercial, contractual y publicitario: no es la ?defensa e ilustraci¨®n de la lengua francesa? que, con el recuerdo puesto en Du Bellay, se esperaba. Asist¨ªa toda la raz¨®n a la se?ora Constans cuando afirmaba que la protecci¨®n del idioma nacional deb¨ªa hacerse en todos los frentes simult¨¢neamente: ?qu¨¦ importa que se detenga el avance del ingl¨¦s o del ?frangl¨¦s? en un punto, si penetra por otros cien? A lo que a?adi¨® M. Cogniot el dato de que, mientras se establecen las prohibiciones descritas, el Gobierno subvenciona revistas cient¨ªficas donde investigadores franceses escriben en ingl¨¦s (?pr¨¢ctica que no se justifica, sino es por esnobismo o esp¨ªritu servil, pues los trabajos valiosos son indefectiblemente traducidos al ingl¨¦s cuando aparecen?); tolera la reuni¨®n en territorio franc¨¦s de congresos cient¨ªficos internacionales en que se impone el empleo del ingl¨¦s a los participantes franceses; patrocina la jerga franco-inglesa que suele emplearse en la televisi¨®n: y permite que las antenas radiof¨®nicas sean invadidas por canciones y discos angloamericanos, ?cuando, para que la radio ejerza una influencia enriquecedora, tendr¨ªa que difundir m¨²sica de todos los pa¨ªses?.
Las extensas intervenciones de estos parlamentarios, que no tuvieron r¨¦plica porque era muy dif¨ªcil oponerles alguna, deber¨ªan ser le¨ªdas por cuantos tienen responsabilidad en la pol¨ªtica idiom¨¢tica de nuestro pa¨ªs (concepto ¨¦ste, el de ?pol¨ªtica idiom¨¢tica?, que como ya se?alaba en un art¨ªculo publicado aqu¨ª mismo en junio, tiene que crearse entre nosotros). Y tambi¨¦n por quienes piensan que el cuidado en el empleo del lenguaje es un prejuicio reaccionario, uno m¨¢s de los que deben ser arrumbados por la acci¨®n de la izquierda. El senador Cogniot no sinti¨® empacho al citar esta profec¨ªa de Maurice Barr¨¦s: ?Son los conservadores quienes aceptar¨¢n y, reclamar¨¢n lo extranjero. Y veremos, por el contrario, como la democracia encarna la resistencia a lo extranjero?. Dado el car¨¢cter de informe que di al art¨ªculo anterior y que mantengo en este, me limitar¨¦ a resumir los razonamientos de los dos congresistas mencionados que pueden tener mayor inter¨¦s para nosotros. Ello no quiere decir que renunciemos a comentarlos en un futuro pr¨®ximo.
La ?ley de empleo? deber¨ªa haber sido una ?ley de defensa?, por cuanto el franc¨¦s est¨¢ en situaci¨®n colonial respecto del angloamericano, como resultado de la dependencia pol¨ªtica, militar, econ¨®mica y t¨¦cnica de Francia, respecto de los Estados Unidos. ?Luchar por la independencia nacional es actuar tambi¨¦n para defender nuestra lengua? (Constans). Ello no implica propugnar la autarqu¨ªa: las relaciones entre los pa¨ªses deben basarse en la cooperaci¨®n econ¨®mica y cultural practicada con igualdad y respeto a la independencia.
El texto legal por otro lado, comporta un cierto ?farise¨ªsmo?, puesto que se trata de cohonestar la defensa del franc¨¦s y la de ciertos imperativos econ¨®micos (?He aqu¨ª la lengua francesa que se pretende proteger, condenada a ser sacrificada, en caso necesario, en el altar de los beneficios. ?Viva la pureza de la lengua!, cuando se pueda: pero viva ante todo el reino del dinero!? (Constans).
La protecci¨®n del idioma y su porvenir evolutivo s¨®lo pueden garantizarse mediante el desarrollo cultural de todos los ciudadanos. Dependen del nivel y de la calidad de la ense?anza que se d¨¦ a los ni?os y adultos, de la riqueza o de la mediocridad de su vida cultural y de sus relaciones de comunicaci¨®n oral o escrita. Es en la escuela donde el proceso debe comenzar, pues la igualdad de oportunidades. de que tanto se habla y que la izquierda reclama, pasa en particular por la igualdad ante la lengua materna. Todo profesor es ante todo profesor de franc¨¦s, y, despu¨¦s, profesor de matem¨¢ticas, historia o lo que sea. ?La opini¨®n democr¨¢tica considera que, en particular, la lengua francesa es un dep¨®sito sagrado; su aprendizaje exacto y profundo constituye, en nuestro concepto, el primer objetivo de la ense?anza. La lengua es un factor poderoso de la conciencia nacional, el veh¨ªculo por excelencia de esta herencia nacional cuyo principal ¨®rgano de transmisi¨®n ha de ser la escuela? (Cogniot).
Ese tesoro de la naci¨®n est¨¢ amenazado por una prensa, una radio, un cine y una televisi¨®n absolutamente mediocres, que emplean un p¨¦simo idioma. Y est¨¢ mal repartido, por cuanto la mayor¨ªa de los franceses, en especial los trabajadores, tienen un acceso muy restringido a la fortuna actual y potencial de la lengua. Su porvenir y su enriquecimiento exigen una pol¨ªtica democr¨¢tica que desarrolle la cultura para todos y la
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comunicaci¨®n entre todos (Constans). No se trata con ello de imponer la creencia de que la civilizaci¨®n francesa es superior: ninguna cultura aventaja a otra. Ni se intenta tampoco instaurar el monoling¨¹¨ªsmo, sino evitar la polarizaci¨®n de los ciudadanos hacia el ingl¨¦s; es admirable la lengua de Shakespeare, Shelley y Byron, Whitman, London y Faulkner; pero su frecuentaci¨®n no debe impedir el conocimiento de los idiomas de Goethe, Heine y Mann, de Dante y Leopardi, de Puchkin y Tolstoi, de Cervantes... ?El ministro de Educaci¨®n responde que se ve obligado a respetar el deseo de las familias, pero finge olvidar que ese deseo es sugerido y predeterminado por todo el sistema cultural del Estado, por no hablar de la presi¨®n directa de la Administraci¨®n? (Cogniot).
No podr¨¢ defenderse con eficacia el idioma sin una reforma a fondo de la ense?anza. En primer lugar, limitando el n¨²mero de alumnos por aula: resulta escandaloso (?!) que el 34 por 100 de las clases de ense?anza media acojan en la actualidad m¨¢s de 30 alumnos. Algunas llegan a 45 (?!). Despu¨¦s, haciendo que, como se ha dicho, el aprendizaje del idioma nacional sea b¨¢sico en todos los niveles. ?Todos los ni?os de Francia deben ser habituados, en una escuela prolongada hasta los 18 a?os, a expresarse sobre temas literarios y tambi¨¦n, por supuesto. sobre experiencias vividas, trabajos cient¨ªficos, investigaciones y lecturas personales, hechos sociales; la disertaci¨®n tradicional debe ser completada por recensiones, informes y ensayos. Por mediaci¨®n del franc¨¦s como disciplina fundamental y como materia principal de examen, toda una herencia nacional y humanista conservar¨¢ sus derechos entre los futuros obreros y campesinos, los futuros ingenieros t¨¦cnicos, igual que entre los futuros fil¨®logos e historiadores. Los j¨®venes no deben adquirir la mentalidad del especialista de horizonte limitado, que ignora o desprecia el legado de los siglos de civilizaci¨®n francesa?.
Cierro esta informaci¨®n con un dato complementario: Mme. Constans y M. Cogniot son miembros del Partido Comunista Franc¨¦s.
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