La teatralidad sonora de Sch?nberg
Teatrales en su concepci¨®n son las siguientes obras de Sch?nberg: Erwartung, monodrama para mezzo-soprano, de 1909; Die gl¨¹ckliche Hand, para cantante, dos minios y peque?o coro, de 1913; Von Heute auf Morgen, comedia sat¨ªrica con un papel hablado y varios cantados, de 1929. De indudable potencial- dram¨¢tico -lo que podr¨ªamos denominar teatro interiorizado- son, entre otras, Noche transfigurada (1899), Gurre-Lieder (1901), P¨¦lleas und Melisande (1903), los Stefan-George Lieder (1908), Pierrot Lunaire (1912), M¨²sica para un film (1930) o El Superviviente de Varsovia (1947). La mayor parte de estos t¨ªtulos cabr¨ªa entroncarlos con la corriente expresionista, y ello mismo ya supone una apertura del arte musical sch?nbergiano a las interioridades del hombre donde se alberga ese dramatismo potencial que luego reflejan las composiciones referidas. Mois¨¦s y Aar¨®n, que, en rigor, puede ser catalogada, como ?¨®pera ¨²nica? de su autor, no es, pues, la obra de un m¨²sico al margen del teatro, sino la cristalizaci¨®n en una magistral p¨¢gina esc¨¦nica de la innata tendencia de Sch?nberg hacia lo que -gen¨¦ricamente- cabr¨ªa denominar m¨²sica dram¨¢tica. Y la mejor demostraci¨®n del car¨¢cter de resumen de la m¨²sica dram¨¢tica sch?nbergiana que ostenta Mois¨¦sy Aar¨®n, est¨¢ en la dificultad de incluirla en alguno de los dos grupos diferenciados. Sobre el papel, Mois¨¦s se alinear¨ªa en la relaci¨®n que encabeza Erwartung de obras esc¨¦nicas, pero, ?tiene m¨¢s relaci¨®n con Erwartung que con Pierrot?, ?podemos encontrarla m¨¢s pr¨®xima a Von Heute auf Morgen que a la M¨²sica para un film? No. Mois¨¦s y Aar¨®n participa de ambos mundos; es obra que resume todo un concepto est¨¦tico de su autor; es la obra clave que ba?a de sentido a sus composiciones anteriores; por todo esto nos atreveriamos a con siderarla como la obra maestra de Arnold Sch?nberg, sin ning¨²n recelo ante el hecho de que se trate de una obra inacabada, pues Mois¨¦s y Aar¨®n, con ese modern¨ªsimo final abierto que proporciona el segundo acto, con la noticia exacta del texto del que hubiera sido tercero y ¨²ltimo, debe contar como obra completa para todos los efectos: as¨ª lo han mostrado los diversos montajes que ha recibido, desde el primero de Rosbaud (Zurich, 1957) hasta el que ahora mismo se aclama en Viena (dirigido por Von Dohnanyi).Ser¨ªa interminable y vano enumerar bellezas y calidades propias de la obra que nos ocupa. Vamos a limitarnos, pues, a comentar algunas de las ideas que apuntan hacia esa teatralidad radicalmente nueva que, seg¨²n hemos pretendido mostrar m¨¢s arriba, presenta el Mois¨¦s de Sch?nberg. El planteamiento de los papeles protagonistas ya habla de teatralidad: para mejor caracterizar musicalmente el enfrentamiento entre pensamiento y palabra, entre idea y acci¨®n, entre esp¨ªritu y materialidad, entre abstracci¨®n y realidad que Mois¨¦s y Aar¨®n representan, Sch?nberg ha dispuesto que Mois¨¦s le exprese siempre en Sprechgesang (canto-hablado), esa original especie de recitado incisivo que inagurara Pierrot Lunaire a?os atr¨¢s; mientras tanto, Aar¨®n, dotado para el verbo, se manifiesta en l¨ªnea cantante que debe no poco al tenor wagneriano y que tiene un antecedente pr¨®ximo en el Andr¨¦s de Wozzeck. As¨ª pues, el choque dial¨¦ctico entre lo que ambos personajes representan tiene su exacto paralelo sonoro: el oyente, en los di¨¢logos entre Mois¨¦s y su hermano, percibir¨¢ no dos ramas de un mismo ¨¢rbol musical, sino dos musicalidades distintas. Mientras Mozart se las ingeni¨® para diferenciar psicol¨®gicamente a sus personajes mediante la distinta interiorizaci¨®n de la situaci¨®n, vertido todo ello en una misma l¨ªnea musical (recu¨¦rdese la asombrosa escena del minuetto en Don Juan); mientras Verdi exteriorizaba esa diferencia envolvi¨¦ndola genialmente en un mismo curso mel¨®dico-arm¨®nico (d¨²os entre Otelo y Yago, por ejemplo), Sch?nberg requiere dos fuentes musicales diversas, dos l¨ªneas vocales sin puntos de contacto, lo que constituye una personal aportaci¨®n al teatro cantado.
Conjuntos vocales
M¨¢s original si cabe es el tratamiento de los conjuntos vocales. Decir que en Mois¨¦s y Aar¨®n el pueblo -y por tanto el coro- es tan protagonista como los solistas no resultar¨ªa nuevo en un g¨¦nero en el que figuran t¨ªtulos como Boris Godunof. S¨ª es nuevo, en cambio, el tratamiento musical del coro, esto es, el modo en que Sch?nberg hace de ¨¦l un verdadero protagonista como su idea literaria de la obra reclamaba. En Mois¨¦s y Aar¨®n asistimos a una multiplicidad de l¨ªneas musicales muy singular dentro de buena parte de los conjuntos, lo cual est¨¢ presente desde la primera escena en la que Sch¨®riberg, genialmente, ha conseguido esa sensaci¨®n de sobrenaturalidad que brota de la zarza y que a la vez atrae, turba y confunde a Mois¨¦s, personificado a la voz de la zarza, mediante un conjunto de seis solistas y un grupo de sprechgesang; a su vez, los dos grupos se descomponen en l¨ªneas vocales diversas: la voz resulta ser, as¨ª, m¨²ltiple. Otro tanto sucede en las manifestaciones del pueblo a cuyo protagonismo nos refer¨ªamos m¨¢s arriba. Solamente la audici¨®n atenta, y acaso reiterada, puede delatar la enorme sutileza con que Sch?nberg ha utilizado esa diversificaci¨®n de l¨ªneas en aras a personalizar mayormente a lo que ¨¦l quiso que fuera un personaje, otro protagonista y no una manifestaci¨®n m¨¢s del pueblo como masa.
Una orquestaci¨®n de impresionante riqueza t¨ªmbrica (?cu¨¢ntas cosas en Mois¨¦s de las que tradicionalmente se considera aportador a Webern!) crea, engarza, comenta, subraya, insin¨²a situaciones, palabras, ideas. La obra, merced a esa indisoluble unidad a que nos hemos referido repetidamente, es, acaso m¨¢s que ninguna otra ¨®pera, obra de director; ¨¦l, desde la orquesta, debe crear ese ?espacio esc¨¦nico? que compense a la obra del dominio de la idea sobre la acci¨®n. Esta teatralidad espec¨ªficamente sonora que Sch?nberg ha, vertido en su partitura, hace de Moises y Aar¨®n una de las ¨®peras m¨¢s apropiada, para su goce en el disco. Por lo dem¨¢s, con ello deberemos conformarnos los espa?oles hasta qui¨¦n sabe cuando.
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