Salom, por el divorcio
Jaime Salom es partidario del divorcio. Partidario a rajatabla. Partidario fren¨¦tico y casi furibundo. La piel del lim¨®n es una alta comedia, una melodram¨¢fica comedia, una apasionada comedia, una comedia elocuente y discursiva. El autor con verbo que le cuesta con tener -que, evidentemente, no desea contener-, nos describe, nos cuenta, nos ense?a y, a la vez, nos propone con energ¨ªa, casi con violencia, su dolorida petici¨®n: admitir el divorcio. Legalmente. Y, adem¨¢s, vital, social y naturalmente.No me gusta esta comedia de Salom. No me gustan los personajes, no me interesa en lo m¨¢s m¨ªnimo su peripecia social y me inmoda su perenne crispaci¨®n. Pero voy a quitarme el sombrero delante de Salom para saludar a un se?or Autor que escribe con una de las grandes, casi perdidas gracias del buen teatro: la pasi¨®n. Me parece important¨ªsimo que un autor vivo, considerable, representativo y ambicioso, escriba con nervio y coraje. Estoy un poco aburrido, la verdad, de tanto ensayismo fr¨ªo, de tanta banal sociolog¨ªa, de tanto desmayo en los quehaceres teatrales. Con el Organon brechtiano en la mano habr¨ªa que baldar a palmetazos a Jaime Salom. Pero, ?no nos hemos pasado, un poco mucho, en esto como en tantas cosas, en nuestra acomodaci¨®n espa?ola de lo que creemos que era el teatro ¨¦pico? De ser as¨ª la cosa, como yo sospecho, la raci¨®n de energ¨ªa dram¨¢tica que aqu¨ª despliega Salom puede ser de lo m¨¢s saludable y vigorizante.
La piel del lim¨®n,
de Jaime Salom. Director: Alberto Gonz¨¢lez Vergel. Escenograf¨ªa: Vicente Vela. M¨²sica: Ram¨®n Faran.Int¨¦rpretes: Charo Soriano, Pilar Bardem, Pilar Bayona, Alejandro Ultoa, Jes¨²s Puente. Teatro Marquina.
Se trata, en primer lugar, de un ingenioso acomodo del cl¨¢sico esquema de las obras de corte ¨¦tico y sociol¨®gico, a los formalismos contempor¨¢neos. Director y autor hacen maravillas para simultanear acciones, informar sobre el fondo del problema, facilitar datos y, al mismo tiempo, presentar los enfrentamientos pasionales, salvando y saltando los viejos obst¨¢culos de las unidades de acci¨®n, tiempo o lugar. La bell¨ªsima escenograf¨ªa de Vela es, sin duda, una petici¨®n de Vergel que permite ?calentar? a los personajes en un invernadero claustral y manifestar su imposibilid¨¢d de salir en busca de los aires libres. En ese c¨¢lido, brillante y diamantino espacio se imbrican los personajes en un ejercicio dram¨¢tico de alta maestr¨ªa. El rev¨¦s de la apasionada moneda est¨¢ en la zona discursiva, fatalmente enfriante de la temperatura dram¨¢tica. Cuando los personajes predican sus postulados -y todos predican- el invernadero se convierte en heladera y los personajes pierden entidad para convertirse en meros portadores de largos e impersonales alegatos.
El eterno escollo de este teatro de ?tesis? lo presentan los personajes: siempre lineales. No quiero decir superficiales. Est¨¢n sufriendo y el dolor los dignifica. Pero su presentaci¨®n ante nosotros los obliga a reiterar unas notas claves que acaban estereotip¨¢ndolos. Al querer trascender los problemas personales a problemas generales caen todos en el esquematismo. Y la comedia padece, aunque, por supuesto, la tesis se salve.
En esas condiciones, el buen quehacer del dramaturgo no le permite simplificar los personajes y no lo hace. Pero la densidad intuida apenas se siente dram¨¢ticamente en alguna escena: por ejemplo, en la honesta y ejemplar autocr¨ªtica del protagonista.
?Qu¨¦ hacen los actores? Me gusta la crispaci¨®n, continua -y muy latina- de Jes¨²s Puente, la tirante y tensa creaci¨®n de Charo Soriano, el hieratismo benaventiano de Pilar Bardem, la est¨²pida solemnidad de Alejandro Ulloa y el d¨²plice esfuerzo de Pilar Bayona. Todos renuncian clarividentemente a la b¨²squeda de la simpat¨ªa f¨¢cil. Habr¨¢ sido, claro est¨¢, Vergel, el formulador de este justo rigor. Salom, seguramente, tampoco aspira al indulto de sus criaturas. Pide que se oiga su denuncia. Y bien o¨ªda queda.
Como es de rigor, hay una actriz que se desnuda. Y eso s¨ª que me parece tra¨ªdo por los pelos. De desnudarse alguien tendr¨ªa que haber sido Jes¨²s Puente, tan solicitado por las tres mujeres.
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