Pacificar el Pa¨ªs Vasco
El culatazo suele ser entre nosotros m¨¢s fuerte que el propio disparo, creo sol¨ªa decirMachado. La paradoja tiene actualmerite plena virtualidad. Tras casi medio siglo al Partido Unico sucede una lista alucinante de siglas; a la democracia org¨¢nica una sociedad atomizada; al Imperio, el abandono a su suerte de los habitantes de nuestra ¨²ltima responsabilidad africana; al ?milagro econ¨®mico,? una especie de naufragio; a la ?unidad entre los hombres y las tierras de Espa?a? un vocer¨ªo de peticiones auton¨®micas que parecen un preludio del cantonalismo y as¨ª sucesivamente.Uno de esos culatazos, que duda cabe, es la creciente tensi¨®n en lo que fueron regiones aut¨®nomas durante la II Rep¨²blica, luego reducidas a la unificaci¨®n de forma, archiconocida sobre todo en el Pa¨ªs Vasco, donde sigue corriendo la sangre. La paradoja del culatazo explicar¨¢ en t¨¦rminos muy generales lo que all¨ª est¨¢ ocurriend.p, con la misma claridad con que lo aclarar¨ªa el proceso de poda en que se convierte el imposible deseo de cortar la vida a un ¨¢rbol de milenaria fortaleza e indestructibles ra¨ªces poda que a fin de cuentas acaba por acelerar el crecimiento del ¨¢rbol tras una breve pausa. Pero quisiera pasar de estas generalizaciones a algo m¨¢s concreto, para contribuir de alguna manera al conocimiento de la cuesti¨®n para quien la ignore, y al recordatorio para quien est¨¦ enterado, y ello, desde una actitud objetiva, si es que la objetividad total es posible trat¨¢ndose de algo tan entra?able como el drama del pueblo al que. uno pertenece. Para ello tomar¨¦ como hitos o referencias dos acontecimientos recientes, cuales son por un lado, el intento gubernamental de establecer para las provincias de Guip¨²zcoa y Vizcaya alg¨²n r¨¦gimen administrativo especial, m¨¢s o menos semejante a los conciertos econ¨®micos, que c¨®mo castigo perdieron en su d¨ªa; y por el otro, la conmemoraci¨®n a lo largo del pasado verano del centenario del la abolici¨®n de lo que quedaba a¨²n en vigor de los Fueros.
Por lo que toca al primer punto, la creciente radicalizaci¨®n del Pa¨ªs Vasco, muestra que se trata de un remedio no s¨®lo tard¨ªo evidente mente, sino adem¨¢s insuficiente; La aspirina tiene un valor terap¨¦utico limitado, La prometida concesi¨®n de ese r¨¦gimen especial para las dos provincias hermanas, no parece satisfacer, y ello tibiamente, sino a sectores minoritarios m¨¢s o menos olig¨¢rquicos. Al resto del pa¨ªs probablemente le tiene sin cuidado. Por a?adidura este proyecto de r¨¦gimen especial pro puesto por el anterior Gobierno parece haber entrado ahora en una fase de congelaci¨®n, con lo que las posibilidades de cambio por este lado se consideran hoy con creciente escepticismo. Es un caramelo cuya complicada. envoltura, llena de cintas, pliegues y ambig¨¹edades no se molesta en abrir, pensando que ese tipo de soluci¨®n no ,va a resolver ciertamente el sombr¨ªo panorama. Desde luego es aventurado decir qu¨¦ es lo que quiere una sociedad -tras auscultar lo que no quiere- que no ha tenido ocasi¨®n de expresar su voluntad en las urnas desde hace tant¨ªsimo tiempo, pero a falta de votos ah¨ª est¨¢n como testimonios inequ¨ªvocos, ayuntamientos, colegios profesionales, sociedades culturales y colectividades de todo g¨¦nero -por no mencionar las espec¨ªficamente pol¨ªticas- reclamando un¨¢nimemente como base para cualquier soluci¨®n, un r¨¦gimen especial de autonom¨ªa para el conjunto del Pa¨ªs Vasco, con facultades no s¨®lo administrativas. Y esa es la voz del Pueblo.
La abolici¨®n foral
Por lo que toca al segundo punto, la conmemoraci¨®n del centenario de la abolici¨®n foral, que en todo el Pa¨ªs Vasco ha resonado sin cesar el pasado verano, creo, que hay que distinguir dos intencionalidades distintas coincidentes en los mismas actos. Por un lado, la protesta centenaria ha brindado la oportunidad legal para expresar el sentimiento colectivo de reivindicaci¨®n auton¨®mica, de autoafirmaci¨®n reprimida, de frustraciones como el escaso beneficio que la amnist¨ªa ha tra¨ªdo a los presos vascos por motivos de intencionalidad pol¨ªtica desprovistos de ?sangre?, y as¨ª sucesivamente, solo que retrotra¨ªdas a una fecha tan lejana que no se pod¨ªa herir ninguna susceptibilidad o vivencia. En este sentido, la conmemoraci¨®n tiene por su unanimidad una importancia digna de ser tenida en cuenta. Otra cosa es el contenido del recuerdo, los Fueros en s¨ª y su valoraci¨®n. Analicemos los blev¨ªsimamente. Con independencia de si en la historia del Derecho est¨¢n relacionados o no con los Fueros otorgados en, el medioevo por los reyes a villas y ciudades, como defensa contra la arbitiariedad se?orial, la realidad es que s¨ª se volvieran a poner en vigor configurar¨ªan por de pronto una serie de mini-estados, qu¨¦ no s¨®lo entorpecer¨ªan la solidaridad del Pa¨ªs Vasco en su conjunto, sino que podr¨ªan desgajarse hasta tal punto del Estado espa?ol como para ser pr¨¢cticamente independientes, sin apenas m¨¢s lazos de vinculaci¨®n que la su mision a la persona del rey, a la vez se?or de aquellos territorios. Por otra parte habr¨ªa que destacar que otros cap¨ªtulos fundamentales de esos Fueros, como las garant¨ªas ,Personales -inviolabilidad del domicilio,?habeas corpus?, etc¨¦tera- raros y vallos¨ªsimos privilegios en el medioevo, o como las peculiaridades del Derecho familiar muy respetables, han sido recogidos los primeros en todas las constituciones modernas desde las Cortes de C¨¢diz, y los segundos han pasado al c¨®digo de Derecho Civil como ap¨¦ndices. Esto por no hablar de figuras medievales de estirpes varias, que sin dejar, de ser un monumento glorioso de nuestro pueblo, tan parco en dejarlos por escrito ser¨ªan de muy dif¨ªcil aplicaci¨®n al contexto socio-econ¨®mico del siglo XX, pronto del XXI.
El marco de la autonom¨ªa
Entonces, si esta apreciaci¨®n sobre el contenido de los Fueros es acertada, la pregunta es obvia. ?Qu¨¦ marco cabal existe para la. canalizaci¨®n. de las aspiraciones auton¨®micas, del pueblo_vasco? ?Es que no existen y hay que inventarlas? No. La respuesta al uso es que hay que actualizar, poner al d¨ªa los Fueros. Pero ese ?aggiornamento?, ?c¨®mo se hace? Algunos callan m¨¢s o menos embarazados, cuando la respuesta es sencill¨ªsima. Poco hay que improvisar, pues la historia constitucional de Espa?a ofrece un valios¨ªsimo precedente que acomoda el tradicional esp¨ªritu de fondo foral a las ineludibles realidades contempor¨¢neas, cuales son los estatutos de Autonom¨ªa Regionales previstos en la constituci¨®n de 1931. Efectivamente, su planteamiento supera el insuficiente marco provincial de los conciertos econ¨®micos y abandona el concepto de provincia mini-estatal propio del Fuero, para recoger el principio de regi¨®n aut¨®noma como derecho de cualesquiera provincia lim¨ªtrofe con caracter¨ªsticas hist¨®ricas, culturales y econ¨®micas comunes que acordaren organizarse en regi¨®n aut¨®noma para formar un n¨²cleo pol¨ªtico-administrativo que el Estado espa?ol reconocer¨¢ y amparar¨¢ como parte integrante de su ordenamiento jur¨ªdico. Cualquier persona que se acerque sin prejuicios ni t¨®picos a estudiar simult¨¢nea mente dicha constituci¨®n y los estatutos de Autonom¨ªa que apoya dos en ella llegaron a ver la luz, aunque tan ef¨ªrneramente, se que dar¨¢ sorprendido, tanto por la moderaci¨®n con que se aborda el problema, como por la serie de condicionamientos, precauciones y reservas que establec¨ªa el Estado espa?ol para asegurarse que las limitadas facultades que transpasaba a las regiones no se sobrepasasen. Los estatutos de autonom¨ªa que daban atados y bien atados con minucioso cuidado. Ahora, a la distancia de casi medio siglo de todo ello, parece inconcebible que tal marco legal -recogido por ejemplo como modelo en la constituci¨®n italiana en vigor- pudiera ser calificado de separatista y, en consecuencia, contribuyera a los motivos que produjeron la guerra civil.
Ahora bien, la reivindicaci¨®n de los estatutos de Autonom¨ªa tropieza con m¨¢s de una dificultad, aun suponiendo sea lo que el Pa¨ªs Vasco desea y que con ello no se trata de colar el separatismo de matute ni mucho menos, sino de resolver un problema, que no tiene soluci¨®n, ni mediante la represi¨®n ni mediante las aspirinas. Y es que, para empezar, los estatutos entre ellos el vasco aprobado por la inmensa mayor¨ªa de su electorado formaban un tejido org¨¢nico e inseparable, con una constituci¨®n que ya no est¨¢ en vigor, tejido dif¨ªcil de recomponer con la actual. ?Qu¨¦ ha de hacerse, entonces?. Aplazar la
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Pacificar el Pa¨ªs Vasco
Viene de la p¨¢gina 8discusi¨®n de los estatutos de Autonom¨ªa, entre ellos el vasco naturalmente, hasta que se cerebren las prometidas elecciones el a?o pr¨®ximo y se formen luego las Cortes semi-constituyentes, tambi¨¦n anunciadas, en las que los diputados de las minor¨ªas regionales recomiencen -si sus partidos deciden participar- el tradicional calvario del di¨¢logo de sordos con la mayor¨ªa, con el gran aplazamiento que ello representar¨ªa y el consiguiente deterioro, que no sabemos hasta qu¨¦ extremos puede llegar. O mientras tanto se va a hacer algo por parte del Gobierno que evite ese peligro, mediante la simult¨¢nea acomodaci¨®n de los estatutos y de la legislaci¨®n vigente, aunque sea a t¨ªtulo provisional, para autorizar aquellos cuanto antes junto a una generosa ampliaci¨®n de la amnist¨ªa y otras medidas complementarias de pacificaci¨®n.
Como no est¨¢ en mi mano contestar ni a ¨¦sta ni a otras muchas inc¨®gnitas que quedan flotando en el ambiente, no se me ocurre otra cosa sino repetir algo que escrib¨ª sobre el mismo asunto, en 1966, en una revista. ?El di¨¢logo entre la periferia y el interior no ha hecho m¨¢s que empezar?, esperando que dentro de otros diez a?os no tenga que volver a repetir exactamente lo mismo.
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