La moderaci¨®n, nota dominante, en v¨ªsperas de las elecciones alemanas
A primera vista, un oc¨¦ano de lugares comunes. Los candidatos y los partidos que compiten en las elecciones alemanas dicen, piden, sugieren, exigen, prometen, casi lo mismo y en el mismo tono. Libertad, pleno empleo, lucha contra la inflaci¨®n, pol¨ªtica exterior independiente, Europa unida y buenos negocios con el exterior. Ninguno da la nota ni exagera. Todo es pl¨¢cido uniforme, prudente y moderado. Los democristianos hablan de libertad con la misma vehemencia que los socialdem¨®cratas o los liberales. Los socialdem¨®cratas ocultan p¨²dicamente la palabra ?socialismo? para que no les confundan con agitadores sin escr¨²pulos.
Las acusaciones m¨²tuas oscilan entre el rojo y el negro. La realidad se parece bastante, sin embargo, al rosa o al amarillo. El se?or Khol y el se?or Strauss aseguran que si las cosas siguen as¨ª pueden venir los rusos, que esperan con el cuchillo entre los dientes al otro lado del muro. El se?or Schimdt y el se?or Brandt evocan las camisas pardas y la cervecer¨ªa de esta ciudad. Es un juego entre caballeros, claro en donde ni siquiera el molesto esc¨¢ndalo Lockheed es evocado oficialmente. A la prensa le toca, el papel de sacar los trapos sucios, como siempre. El se?or Schmidt dijo que ten¨ªa la seguridad de que Strauss no estaba comprometido en el esc¨¢ndalo. Han desaparecido papeles importantes del Ministerio de Defensa, pero el se?or Strauss dice que eran documentos particulares, tal vez cartas de amor y de guerra. Se las llev¨® a casa para escribir alg¨²n d¨ªa sus memorias.Las fichas que consignaban la existencia real de estos documentos han desaparecido tambi¨¦n, pero eso, al parecer, no importa: el se?or Strauss asegura que todo es una campa?a socialdem¨®crata orientada a ganar las elecciones. La opini¨®n p¨²blica no se inmuta. ?Por qu¨¦ hab¨ªa de hacerlo si todo va bien en el mejor de los mundos posibles? Antes o despu¨¦s de las elecciones habr¨¢ que revaluar el marco. Es una moneda demasiado poderosa aunque, como todo en Alemania, tenga los pies de barro.
A primera vista, tambi¨¦n, el optimismo c¨®smico. ?Este pais se olvid¨® ya de la crisis del 74?, aseguran radiantes los tecn¨®cratas cristianos o socialdem¨®cratas. ?Se trata de establecer algunas correcciones?, proclaman incluso los m¨¢s pesimistas. Las ventas al extranjero aumentaron, este a?o en un 11 por 100, el crecimiento real fue de un 6. La inflaci¨®n no alcanz¨® el 5. ?Habr¨¢se visto situaci¨®n m¨¢s confortable? Italia se desangra entre huelgas, la libra cae estrepitosamente y en picado, los franceses andan a la gre?a con el plan de austeridad. Pero aqu¨ª todo es serenidad y sonrisas de corte cl¨¢sico, o casi.
Pero detr¨¢s de este panorama id¨ªlico-pastoril existen ciertos problemas: la demanda interior sigue siendo d¨¦bil, hay casi un mill¨®n de parados, las cajas del Estado y de los ?lander? sufren un d¨¦ficit elevad¨ªsimo. Y, adem¨¢s, est¨¢n los jubilados, los ?pobres oficiales?, los emigrantes y... el oso moscovita al otro lado.
Es decir, que se necesitan algunas correcciones.
Cualquiera de los Helmut (Schmidt o Khol) puede hacerlas. En este psicodrama electoral los papeles est¨¢n repartidos. El apuntador funciona perfectamente. Schmidt es el listo, el ?enterado?, el experto, el fr¨ªo tecn¨®crata, el orador altivo e infatigable.. Khol e s el ?bueno?, el sencillo provinciano, el despistado que siempre -olvida el paraguas en alguna parte el amante padre de familia. Todos los d¨ªas nos cruzamos con ¨¦l por la calle y nos saluda con su mejor sombrerazo.
Sus esposas (Hannelore, ambas) coinciden perfectamente c¨®n la imagen de sus maridos. La se?ora Schmidt es inteligente, directa y altiva y lleva zapatos de tac¨®n bajo para recorrer de punta a punta los landers sin cansarse. Inasequible al desaliento.
En una sociedad bien organiza da, ya se sabe, las esposas deben ser el reposo del guerrero y el alter ego del ciudadano: obedientes, discre tas, incansables, buenas chicas. Lo contrario de Lady Bird o de I.ndira Gandhi, adonde vamos a parar.
De modo que todo marcha bien, inevitablemente bien, en los campos y en- las ciudades. Lo de la Lockheed no llegar¨¢ al Danubio, porque estamos entre se?ores y no entre ?quinquis?. Ganar¨¢ el mejor.
El se?or Strauss anima a sus multitudes. ?Imitemos a los suecos?. Veremos.
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