Peligros superados y un peligro que persiste
Antes del 20 de noviembre de 1971 se hab¨ªa hablado largo y tendido. durante a?os, de los riesgos que la nueva situaci¨®n comportar¨ªa. Y le mismo se ha hecho durante los primeros meses despu¨¦s de la muerte de Franco.Generalmente las hip¨®tesis que se barajaban eran de signo negativo. Incluso los que analizaban estas perspectivas desde posturas democr¨¢ticas y de oposici¨®n y por tanto obviamente antifranquistas, admit¨ªan la posibilidad de una evoluci¨®n negativa o de una situaci¨®n muy traum¨¢tica.
Hoy, despu¨¦s de nueve meses, de nueve meses cargados de hechos importantes, de marchas y de contramarchas, de grandes avances y tambi¨¦n de reticencias, hoy puede ya casi asegurarse que algunos de aquellos riesgos est¨¢n superados. Y que en cambio persiste otro -ese s¨ª, amenazador- del cual se habl¨® mucho menos que de los restantes.
No tiene mayor inter¨¦s decir que personalmente nunca cre¨ª en algunos de estos riesgos. Pero me importa aclararlo a efectos de interpretaci¨®n de mi posici¨®n personal y espero que el lector sabr¨¢ excusar esta peque?a digresi¨®n. El caso es que para amplios sectores de opini¨®n estos riesgos eran -algunos o varios de ellos- muy reales.
Los riesgos superados o casi superados son los siguientes:
1. La dictadura de signo comunista o paracomunista. Incluso creo que est¨¢ superada la posibilidad de una hegemon¨ªa comunista, y ello -si no fuera tambi¨¦n por otras razones- por el hecho de que existen en Espa?a otras fuerzas pol¨ªticas y sindicales en un grado de desarrollo y organizaci¨®n muy probablemente inferior al de los comunistas, pero suficiente como para presentar sus propias alternativas. La liquidaci¨®n del franquismo ha sido suficientemente gradual como para que los sectores organizativamente menos fuertes, pero cuya filosof¨ªa y programa responden a la expectativa de amplios sectores del pa¨ªs hayan podido intentar recuperar su retraso.
2. El golpe de derechas equiparable a lo que fue el de los coroneles griegos y la subsiguiente dictadura. Cierto que se sigue hablando de la fuerza que en Espa?a tiene todav¨ªa el bunker y de su posibilidad de desencadenar un golpe de este tipo, y no ser¨ªa prudente negar ni esta a fuerza ni esta posibilidad. Pero no parece probable. De una forma u otra -quiz¨¢ con una pizca de dble juego por parte de algunos sectores, es decir, de intento de manipulaci¨®n de la democracia- creo y que es general el convencimiento de que la democracia es ineluctable y que -aqu¨ª mucho m¨¢s que en Grecia- la involuci¨®n autoritaria de derechos ser¨ªa una cat¨¢strofe para Espa?a.
3. El desvar¨ªo portugu¨¦s de abril de 1974 a noviembre de 1975. Durante este per¨ªodo Portugal corri¨® dos grav¨ªsimos peligros: el de la dictadura comunista, y el de la disoluci¨®n de la sociedad a trav¨¦s de una situaci¨®n hecha de desorden y confusi¨®n, de demagogia e irresponsabilidad. Tres hechos -aparte las caracter¨ªsticas de la sociedad espa?ola, mucho m¨¢s s¨®lida que la portuguesa- hacen muy improbable la repetici¨®n aqu¨ª de la pesadilla portuguesa: el hecho de haber sido los espa?oles espectadores de todo el fen¨®meno portugu¨¦s y haber podido sacar conclusiones; la muy superior substantividad de la oposici¨®n espa?ola, no s¨®lo en lo estrictamente pol¨ªtico y sindical, sino tambi¨¦n psicol¨®gicamente; y la gradualidad del proceso espa?ol.
4. Pero hay un cuarto riesgo que ese si persiste, e incluso podr¨ªa hacerse m¨¢s amenazador de lo que es. Es el riesgo italiano.
?Qu¨¦ ha sucedido en Italia? Ha sucedido que durante los ¨²ltimos seis o siete a?os el pa¨ªs ha sido conducido a una situaci¨®n de ingobernabilidad y casi de inviabilidad debido a la ineficacia y la rutina de la acci¨®n pol¨ªtica, debido a una sistem¨¢tica y generalizada contestaci¨®n -de izquierdas y de derechas- que ni en el terreno pol¨ªtico ni sobre todo en el de las ideas ha encontrado r¨¦plicas eficaces, debido a una desmoralizaci¨®n y a una p¨¦rdida de motivaci¨®n colectivas profundas, debido a una carencia grave de disciplina social, que afecta a los empresarios, a los obreros, a los usuarios de los servicios, por supuesto a los contribuyentes y en general a toda la sociedad. Las responsabilidades son diversas y est¨¢n bien repartidas: abarcan desde los partidos pol¨ªticos remisos y poco coherentes. A los sindicatos maximalistas y a menudo desbordados, desde los fomentadores de una sociedad consum¨ªstica a ultranza hasta un empresario din¨¢mico. Pero todav¨ªa no lo bastante moderno y s¨®lido. El resultado ha sido una actuaci¨®n global -pol¨ªtica, social. econ¨®mica, de creaci¨®n de clima colectivo- incierta, confusa, relajada e insolidaria.
De unos meses a esta parte hay indicios de que Italia inicia su recuperaci¨®n. Les llevar¨¢ a?os salir del ?impasse?, pero probablemente lo conseguir¨¢n gracias a la reacci¨®n del pueblo italiano, tambi¨¦n a dos hechos que en Espa?a, una situaci¨®n parecida, no se dar¨ªan. Estos dos hechos son que la econom¨ªa italiana en muchos aspectos era m¨¢s s¨®lida y desarrollada que la nuestra, y que la crisis se produjo despu¨¦s de 25 a?os de democracia y de progreso social, es decir, en una sociedad econ¨®micamente, socialmente y pol¨ªticamente m¨¢s organizada y m¨¢s hecha que la espa?ola. Una situaci¨®n como la italiana ser¨ªa mucho m¨¢s peligrosa en Espa?a para la incipiente democracia e incluso para el desarrollo econ¨®mico y el equilibrio general del pa¨ªs.
Y lo malo es que esta situaci¨®n puede producirse. La tendencia a la ?italianizaci¨®n? viene favorecida por la incertidumbre propia de una ¨¦poca de transici¨®n. No creo que deba criticarse cierta gradualidad en el restablecimiento de la democracia, pero la provisionalidad actual est¨¢ ejerciendo ya un papel muy negativo. Est¨¢ erosionando gravemente la econom¨ªa del pa¨ªs, porque es dif¨ªcil practicar una pol¨ªtica econ¨®mica en estas condiciones. Pero est¨¢ tambi¨¦n compro metiendo ciertos futuros comportamientos pol¨ªticos y sociales. El Gobierno, por ejemplo, no puede o no quiere reconocer r¨¢pida y plenamente la libertad sindical y admitir el papel que los trabajadores deben jugar en la empresa, y en cambio aprueba una ley de relaciones laborales que ni la m¨¢s avanzada, en lo pol¨ªtico y lo social, de las democracias europeas aceptar¨ªa. El Gobierno no puede o no quiere admitir la de todas formas tarde o temprana ineluctable legalizaci¨®n del Partido Comunista ni acaba de definir las normas de funcionamiento de la democracia, pero se ve obligada a aceptar un clima de cr¨ªtica constante, que al no disponer de los cauces adecuados, corre el peligro de agriarse y radicalizarse. La provisionalidad crea pasividad y abandono empresaria les, reticencias y endurecimientos pol¨ªticos y sindicales, debilita miento de la coherencia del cuerpo social, relajamiento en todos los ¨®rdenes. Crea condiciones muy parecidas a las que han provocado la crisis italiana.
S¨®lo una aceleraci¨®n en el cambio hacia la democracia, hecha en t¨¦rminos de una propuesta amplia, de una propuesta que no deje problemas pendientes y que nos permita a todos ponernos a la obra, puede invertir la tendencia. Una propuesta de este tipo tendr¨¢ por supuesto algo de rupturista, pero es que hay algo peor que seg¨²n qu¨¦ rupturas, y es el deslizamiento insidioso -?strisciante? dir¨ªan los italianos- hacia una situaci¨®n de des¨¢nimo, de poca esperanza, de incertidumbre. De debilitamientos de los reflejos sociales y de p¨¦rdida de cohesi¨®n de las actitudes colectivas.
Este, y no otro, es el peligro que hoy nos acecha.
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