La moderaci¨®n, asesinada
Hace unos d¨ªas cay¨® un hombre v¨ªctima de la intransigencia de un extremismo. Hace unas horas ha ca¨ªdo un hombre v¨ªctima de otro extremismo; y acompa?ado por quienes le han ofrecido la suprema lealtad de una misma muerte.Un jal¨®n, cinco jalones m¨¢s en nuestro camino irreconciliable, excluyente, hacia una democracia que se hace m¨¢s imposible y m¨¢s ineludible a cada muerte. Y alrededor del aniversario de otras cinco muertes que ven¨ªan, a su vez, de otras muertes, y de otras, y de otras. Hace unas horas se preguntaba este mismo cronista -ante una muerte que sab¨ªa no iba a ser la ¨²ltima- si ¨¦ste era un pa¨ªs maldito una naci¨®n predilecta de la muerte, donde la muerte se va afirmando cada mes, cada semana, como el protagonista del camino a la democracia, tras haber ejercido como protagonista de la historia moderna.
Hoy, por encima del dolor que brota del nuevo crimen, del qu¨ªntuple crimen, por encima de cinco hombres muertos, vemos asesinada, en la v¨ªctima que dar¨¢ nombre hist¨®rico al atentado, Jos¨¦ Mar¨ªa Araluce Villar. a la moderaci¨®n misma; porque ¨¦l era la moderaci¨®n, dentro y fuera de su encuadramiento concreto personal. Y en los cuatro servidores del Estado que han ca¨ªdo con ¨¦l puede que haya querido asesinarse tambi¨¦n a la idea del Estado como estructura, posibilidad y cauce supremo del di¨¢logo nacional hacia el futuro. Al Estado; no precisamente al r¨¦gimen, o al Gobierno, o a cualquier ideolog¨ªa personal.
No s¨¦ si la comunicaci¨®n, o despu¨¦s la justicia y la historia, establecer¨¢n alguna vez el m¨®vil concreto de los asesinos. Pero es evidente que el crimen tratar¨¢ de aprovecharse por quienes lo reivindiquen; y, en general, por los enemigos de una democracia moderada para Espa?a y el conjunto de sus pueblos.
El simple hecho de calificar como crimen a este atentado y como criminales a sus autores -matar a un padre ante sus hijos, sembrar de balazos una calle- puede dar idea del juicio que uno y otro nos merecen a quienes precisamente en momentos como ¨¦ste persistimos en reafirmarnos en la moderaci¨®n como ¨²nico campo para la convivencia en libertad. Pero en estas primeras horas de sorpresa y desconcierto se detectan indicios cada vez m¨¢s alarmantes de que los enemigos declarados y los enemigos encubiertos de la democracia y aun de la reforma pol¨ªtica est¨¢n montando una operaci¨®n para el aprovechamiento desesperado del qu¨ªntuple crimen donostiarra. Los mismos indicios apuntan a un reconocimiento de la serenidad del Gobierno ante la agresi¨®n de un extremismo y la amenaza del otro. Esa serenidad, tan abucheada, a veces, por quienes la creen disfraz de indecisi¨®n y no, corno es realmente, principal atributo de la firmeza. La nota del Gobierno le¨ªda por el ministro de la Gobernaci¨®n es una prueba evidente de esta hip¨®tesis.
Por si puede servir de aliento a quienes, ni este suceso tr¨¢gico ni otros algunos que por desgracia sobrevendr¨¢n, deben apartar del gran objetivo com¨²n amenazado. nos atrevemos a sugerir que aprovechar este crimen para cegar ese objetivo ser¨ªa, adem¨¢s de oportunismo rastrero y cobarde, una parad¨®jica aproximaci¨®n, desde el plano pol¨ªtico, a una especie de complicidad. Quienes por sentido del deber hemos denunciado desde hace meses los riesgos de una argentinizaci¨®n para nuestra convivencia, y hemos tratado de demostrar que la alternativa de nuestro futuro no se establece entre reforma y ruptura, sino entre reforma -verdadera, profunda y reca¨ªda en la dictadura, iniciamos la vela informativa de esta noche triste con preocupaci¨®n rayana en una angustia que cre¨ªamos archivada.
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