Entre el amor y la guerra
Con su Palma de Oro en Cannes, hace tres a?os, MASH consagraba mundialmente a su realizador, Robert Altman, hasta entonces pr¨¢cticamente desconocido, a pesar de un trabajo prolongado, si bien no demasiado brillante, a sus espaldas. C¨®mo tantos otros de su ¨¦poca iniciados en el cine americano sin gran fortuna, seguir¨¢ su carrera en la televisi¨®n durante largo tiempo, hasta que, de nuevo en la pantalla grande, consigue con un solo filme lo que no lleg¨® a alcanzar con otros t¨ªtulos mejores.MASH, comedia de humor b¨¦lico, con alguna que otra l¨¢grima, gags abundantes y divertidos di¨¢logos ha sido considerado como un filme pacifista o al menos antib¨¦lico, como una acre parodia del pasado conflicto del Vietnam. Si se analiza a fondo la historia, el modo jocoso de contarla, incluso sus personajes, hay razones para dudarlo, sobre todo en lo que a sus protagonistas se refiere.
MASH
Seg¨²n la novela de Richard Hooker. Gui¨®n: Ring Lardner. M¨²sica: Johnny Mandel. Int¨¦rpretes principales: Donald Sutherland, Elliot Gould, Tom Skerrit y Salli KeIlerman. Direcci¨®n: Robert Altman. USA. Color. Comedia. Local de estreno: Cine Gran V¨ªa.
A Hemingway que conoc¨ªa -a su modo- Espa?a, nuestro pa¨ªs le parec¨ªa ?alegre y sangriento, como un buen cirujano?. Pues bien, as¨ª son los dos protagonistas de MASH: alegres y sangrientos, eficientes y castos, en un ambiente donde prima el sexo. La guerra queda al fondo, lejana, en cuerpos que son trasladados, operados, cosidos, siempre entre broma y broma, siempre con gran alarde profesional, como si se nos viniera a decir que la cirug¨ªa se halla, en todo momento -cuando es de primera calidad como en este caso-, por encima del bien y del mal, de la paz y la guerra. Si como se ha explicado tantas veces, ¨¦sta no se hace ya para despojar al enemigo de aquello que nos falta, sino para imponerle aquello que nos sobra, y sin hombres, riqueza o paro nos sobran porque nuestra energ¨ªa toma hoy cauces agresivos, nuestros dos cirujanos dan salida al exceso de la suya a trav¨¦s de un trabajo que incluye alguna que otra obra de misericordia para con las aut¨¦nticas v¨ªctimas, es decir, con los naturales del pa¨ªs, y bromas que gastan a sus colegas, todas ellas en torno al sexo.
La guerra
As¨ª, entre el amor f¨ªsico y la muerte, la guerra se evidencia como lo ¨²nico posible y digno de hacer, bromas aparte, cuanto m¨¢s eficaz mejor, como el trabajo de los dos m¨¦dicos, brillante, honrada, alegre y pintoresca. El trabajo de ambos, sus operaciones sangrientas que adivinamos impecables en los improvisados quir¨®fanos, es lo que da al filme su verdadera dimensi¨®n, su verdadero rostro, su pretendida moraleja. En torno, la vida puede ser vulgar, torpe, mal organ¨ªzada, incluso un oficial americano puede no saber lo que es un helic¨®ptero, dedicarse a perseguir enfermeras o a jugar al golf sistem¨¢ticamente, mas por encima de todo ello, de bromas y obsesi¨®n sexual, all¨ª est¨¢ el buen hacer de una t¨¦cnica segura, de un trabajo bien hecho que borra con paisajes de sangre ajena, impersonal, esos otros de barracones desolados y brillantes partidos de rugby, m¨¢s all¨¢ de los cuales adivinamos, se hallan los verdaderos dioses de la guerra.
Buenos actores
Para esta clase de historias donde los personajes no van m¨¢s all¨¢ del mero esbozo, el cine americano siempre cuenta con actores si no excelentes, al menos adecuados que aseguran los tipos donde el gui¨®n concluye. Tal sucede en esta ocasi¨®n con casi todo el reparto en el que sobresalen Donald Sutherland y Tom Skerrit. Por lo dem¨¢s la historia est¨¢ narrada f¨¢cilmente con un buen ritmo, raz¨®n segura de su ¨¦xito y de sus premios conseguidos.
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