La ineficacia de una planificaci¨®n inoportuna
La elecci¨®n del momento para planificar el sector energ¨¦tico en Espa?a no pudo ser m¨¢s desafortunada. Cu¨¢ndo, con toda probabilidad, se cerraba un ciclo de la econom¨ªa espa?ola caracterizado por una elevada tasa de crecimiento econ¨®mico asociado a un todav¨ªa mayor crecimiento del consumo de energ¨ªa, en ese preciso momento, se decide planificar el sector energ¨¦tico.El resultado es que se est¨¢n llevando a cabo las inversiones previstas en el Plan Energ¨¦tico Nacional (PEN), aun cuando el crecimiento de la demanda de energ¨ªa es, y se quisere que sea, muy inferior a las previsiones del PEN. Porque ni el PNB ha crecido un 6 por 100 en 1975, ni lo har¨¢ en 1976, ni es muy factible alcanzarlo en el resto del decenio. En consecuencia, tampoco la demanda global de energ¨ªa ha crecido ni crecer¨¢ un 7,3 por 100 anual, ni el sector el¨¦ctrico debe crecer al 10 por 100, hip¨®tesis todas ellas de partida en el programa de energ¨ªa hoy vigente.
El Plan Energ¨¦tico Nacional (PEN) parte de un supuesto hist¨®rico de alto crecimiento de consumo de energ¨ªa y para hacer frente a la de nada futura, considera que deber¨¢ abastecerse principalmente con energ¨ªa el¨¦ctrica. Tras el encarecimiento de los crudos de petr¨®leos y, por tanto, de las fracciones combustibles termoel¨¦ctricas, se va a la opci¨®n nuclear que era menos costosa en t¨¦rminos de combustible, pero mucho m¨¢s elevada en inversi¨®n por kilowatio de nueva potencia en plantas de generaci¨®n. De aqu¨ª que se embarque a la econom¨ªa espa?ola en un excepcional programa de inversiones a largo plazo que, independientemente de su aceptaci¨®n social, no parece que se justifique en la nueva coyuntura econ¨®mica.
Porque si hay algo que ha puesto en evidencia el alza de los precios de la energ¨ªa, esto ha sido sin duda la disminuci¨®n de 14 potencialidad de nuestra econom¨ªa en cuanto a la formaci¨®n de capital, debido a que una parte de los recursos que anteriormente se ahorraba y serv¨ªa para financiar inversiones interiores ahora es preciso transferirles a suministradores de crudos o endeudarse exteriormente. En consecuencia, hoy, cualquier decisi¨®n sobre una inversi¨®n tiene que ser mucho m¨¢s cuidadosa y eficaz de cuanto lo haya sido en el pasado.
Y en cuanto al sector de la energ¨ªa, lo anterior se traduce en que no se puede llevar adelante inversiones cuantiosas en centrales el¨¦ctricas, a menos que se tenga una plena certeza de una demanda futura asegurada. Y este es el caso que nos ocupa.
Ni las condiciones actuales ni las futuras justifican llevar adelante un Plan de Energ¨ªa que hipoteca una buena parte de nuestros recursos actuales y futuros con una dudosa rentabilidad y supone al mismo tiempo, un compromiso excesivo para el conjunto del sistema financiero espa?ol. Y este ¨²ltimo aspecto no es el menos importante. Las inversiones previstas del sector el¨¦ctrico para 1976 ascend¨ªan aproximadamente a 130.000 millones de pesetas. Las emisiones del sector el¨¦ctrico vienen oscilando entre 40-50.000 millones; esto significa que las compa?¨ªas de electricidad tendr¨¢n que acudir al cr¨¦dito p¨²blico y privado y al mercado financiero exterior en busca de 80.000 millones de financiaci¨®n adicional. Esta cifra crecer¨¢ en los pr¨®ximos a?os, debido a que el plan de inversiones previstas en el PEN solamente para generaci¨®n y distribuci¨®n de electricidad supera 1,2 billones para el pr¨®ximo decenio.
Si se lleva adelante este programa de inversiones, el efecto sobre el mercado de capitales puede ser extremadamente perturbador. Basta considerar que la inversi¨®n de los 130.000 millones del sector el¨¦ctrico supone el 43 por 100 del total valor de las emisiones nominales en Bolsa en el a?o 1975. Esto no quiere decir que el recurso al mercado fuese por esa cuant¨ªa, ya que existe una autofinanciaci¨®n con amortizaciones de unos 20.000 millones y el resto, m¨¢s de 100.00 0 millones deber¨¢n canalizarse v¨ªa cr¨¦dito oficial a trav¨¦s de las acciones concertadas por las Cajas de Ahorros y con cr¨¦ditos de proveedor y mercado financiero exterior. La excepcional cuant¨ªa y su incidencia en el mercado de capitales debe llevar necesariamente a su urgente reconsideraci¨®n. En conclusi¨®nes preciso replantear el Plan Energ¨¦tico existente por dos razones b¨¢sicas. Las hip¨®tesis de crecimiento de la demanda no se van a cumplir en los a?os pr¨®ximos y por otro lado, al nivel de los nuevos, precios de las tasas de crecimiento de la econom¨ªa deben corresponderse con otras mucho m¨¢s bajas de consumo de energ¨ªa. En segundo lugar, el proceso de generaci¨®n de electricidad elegido es financieramente el m¨¢s costoso en t¨¦rminos de inversi¨®n y, aparte de su aceptaci¨®n social, ser¨ªa preciso revisar cr¨ªticamente si no es hoy m¨¢s aconsejable ir parcialmente a centrales convencionales de carb¨®n y combustible l¨ªquido, con un coste de inversi¨®n por kilowatio muy inferior a las nucleares (60 %) y con mucha mayor flexibilidad ya que su plazo de construcci¨®n es mucho m¨¢s breve.
Bases para una pol¨ªtica energ¨¦tica
La experiencia de los tres dificiles a?os transcurridos desde que se present¨® la crisis, creemos que dan pie para plantear una pol¨ªtica del sector de coste bastante distinto al que se le ha seguido hasta ahora. De entrada es preciso decir que se ha producido una distorsi¨®n en los precios de las distintas formas de energ¨ªa, cuyo resultado ¨²ltimo ha sido que la elasticidad de la demanda como respuesta a la tremenda variaci¨®n del precio, haya sido nula en t¨¦rminos de importaciones; es decir, tras m¨¢s de triplicarse los precios de los crudos hemos mantenido el mismo o creciente nivel de demanda.
Es preciso tener en cuenta que la inflaci¨®n interna ha erosionado la pol¨ªtica de precios de la energ¨ªa, pero en conjunto el consumo industrial no ha mostrado ninguna reacci¨®n contractiva ante los precios aplicados. De aqu¨ª una doble actuaci¨®n sea precisa, tanto en cuanto a los precios como en la actuaci¨®n directa sobre la demanda.
En cuanto al cuadro actual de precios se observa que el tradicional temor a las alzas de costes ha conducido a que el precio de la energ¨ªa industrial tenga un trato muy favorable con respecto a los otros usos. De aqu¨ª que ser¨ªa aconsejable, al igual que se ha hecho en otros pa¨ªses, elevar los precios de todas las formas de energ¨ªa industrial. En esta direcci¨®n ser¨ªa preciso actuar en primer lugar sobre el fuel industrial y especialmente el destinado a las centrales t¨¦rmicas, trasladando su mayor coste a la energ¨ªa el¨¦ctrica para uso industrial.
Esto no significa que el coste del fuel t¨¦rmico tenga que ser el de salida de la refiner¨ªa, es decir, el precio del crudo m¨¢s su propio coste de refino. La pol¨ªtica de precios en los casos de producci¨®n m¨²ltiple originada en una materia prima ¨²nica no son tan elementales. En estos casos suele ser la relativa escasez y la demanda las fuerzas que determinan los precios en el mercado. Pero ya, sabemos que no es el caso, dado la fiscalidad y la intervenci¨®n que gravitan sobre estos productos.
En el caso de Espa?a, creemos que el fuel t¨¦rmico e industrial al representar un consumo de casi 15 millones de toneladas y por tanto aproximadamente el 40% de las importaciones de crudos, deben estar en el centro de la pol¨ªtica de precios de la energ¨ªa. Su cotizaci¨®n debe servir de referencia y medida de las restantes formas de energ¨ªa; es decir, de los combustibles s¨®lidos, de los restantes combustibles l¨ªquidos y sobre todo de la energ¨ªa el¨¦ctrica, que obtenida b¨¢sicamente del fuel debe trasladar. plenamente el coste de ¨¦ste a los usuarios, ya sean privados o industriales. El gran fallo de la pol¨ªtica energ¨¦tica en Espa?a ha sido el no asignar plenamente al precio del fuel-oil el papel de regulador de la demanda de energ¨ªa y, por tanto, ¨¦sta se ha mantenido insensible al profundo cambio en las condiciones de suministro exterior.
No se trata de se?alar aqu¨ª cu¨¢l ser¨ªa su precio exacto, puesto que podr¨ªa estar por encima o ser inferior al precio ex-refiner¨ªa; la comparaci¨®n con otros pa¨ªses deber¨ªa llevar su precio medio en torno a las 5.500 ptas, siendo inferior, pero no excesivamente para el fuel t¨¦rmico.
Las tarifas el¨¦ctricas
Sin embargo, es preciso decir r¨¢pidamente, que la traslaci¨®n del aumento del precio del fuel a las tarifas el¨¦ctricas no puede ni debe hacersede una manera tansimpley arbitraria como se ha hecho en los dos ¨²ltimos ahos, ni como al parecer se pretende seguir haciendo seg¨²n las referencias de la prensa diaria.
En el sistema vigente de tarifas el¨¦ctricas, denominadas binornias, el coste del servicio es el resultado de dos sumandos: la potencia con tratada, es decir, la cantidad de energ¨ªa, m¨¢xima o media que se va a demandar de la compa?ia suministradora en un momento dado, y un segundo sumando, resultado de aplicar el consumo total mensual por el precio de cada kilowatio. La primera parte obviamente es fija, y la segunda var¨ªa con el n¨²mero de horas de utilizaci¨®n de energ¨ªa.
Las tarifas vigentes de Espa?a se caracterizar, por un precio de potencia m¨¢s alto para los usos dom¨¦sticos (casi tres veces m¨¢s elevado) que para los industriales. En cuanto al llamado ?t¨¦rmino de energ¨ªa? o precio por kilowatio consumido, que es el segundo sumando, existente dos o tres bloques que hacen que el precio descienda considerablemente a medida que aumenta el consumo en horas de potencia contratada.
El resultado final de esta estructura de tarifas es que los precios por kilowatio consumido en Espa?a son mucho m¨¢s elevados para el usuario dom¨¦stico que para el industrial, en una proporci¨®n de dos veces y, media superior para los usos no industriales.
Si se aprueba el proyecto de elevaci¨®n de tarifas conforme se ex puso en EL PA?S el pasado d¨ªa 28 de septiembre, se alcanzar¨¢n dos resultados igualmente negativos: a) Un empeoramiento relativo del coste del kilowatio al consumidor frente al industrial y por tanto una mayor injusticia en la distribuci¨®n de los costes. Seg¨²n esa propuesta el consumo dom¨¦stico absorber¨¢ el 40% en tanto que solamente gasta el 25% de la total energ¨ªa el¨¦ctrica consumida en Espa?a. b) El consumo industrial de la electricidad seguir¨¢ creciendo igual que hasta ahora, ya que el precio de esta energ¨ªa sigue siendo mucho m¨¢s barata que los restantes y el precio actual no est¨¢ midiendo ni su escasez, ni su verdadero coste.
Creemos que el precio del fuel se debe elevar y su mayor coste pasarlo ¨ªntegramente a las tarifas el¨¦ctricas industriales. Inmediata mente despu¨¦s se deber¨ªan dise?ar unas tarifas que recojan debida mente los costes de la energ¨ªa y les trasladen convenientemente a los precios.
Actuar en otra forma no es solamente un parche, es una fuga de energ¨ªa.
Ya se han apuntado las razones que por s¨ª solas justifican no solamente la televisi¨®n del rigido sistema seguido en la opci¨®n nuclear casi total, y que tal como est¨¢ planteado en el PEN, puede llevar a una arriesgada asignaci¨®n de recursos. Por otra parte, dado el alto poder de decisi¨®n del Estado en esta materia y los fuertes intereses privados en el sector, los conflictos entre los objetivos privados y p¨²blicos si no se consigue una rentabilidad en las inversiones ser¨¢n cada vez m¨¢s frecuentes y de dif¨ªcil soluci¨®n. Por ¨²ltimo; la importancia y el, apoyo al sector energ¨¦tico requieren una informaci¨®n estad¨ªstica mucho m¨¢s amplia y frecuente de la que hasta ahora disponemos. Los datos que se publican en la actualidad son insuficientes y la mayor¨ªa en base anual, lo que impide seguir la coyuntura de un sector vital para la econom¨ªa espa?ola. Por otro lado como ya hemos dicho anteriormente el secreto domina en muchas internaciones. desde precios de adquisici¨®n de crudos, precios entre Monopolio y refiner¨ªas. hasta el mismo Plan Nacional de Combustibles y las Actas de Concierto que son actuaciones administrativas, no se publican. La administraci¨®n deber¨ªa considerar que la difusi¨®n de datos estad¨ªsticos sobre energ¨ªa clarifican su actuaci¨®n y, en ¨²ltimo t¨¦rmino, contribuyen a dar una mayor racionalidad al sector.
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