Los arquitectos aragoneses, contra las fiestas de Zaragoza
La Junta de gobierno del Colegio Oficial de Arquitectos de Arag¨®n y Rioja, en su ¨²ltima reuni¨®n, acord¨® hacer p¨²blico un comunicado manifestando -transcribimos ¨ªntegramente- ?el profundo sentimiento -mezcla de risa, depresi¨®n y tristeza- que le producen todas estas costosas rutinas festeras, en que el Excmo. Ayuntamiento de Zaragoza, a?o tras a?o, tenazmente persevera, consistentes, entre otras, de la tramoya de aIambres cursis, de dise?o rampl¨®n, cuajadas de cientos de bombillas, tratando de decorar con reprobable barroquismo ferial el paseo de la Independencia y algunas otras calles del centro de la ciudad, y en la manida celebraci¨®n en la ?Lonja? de anticuadas fiestas ?sociales? con maja; m¨¢s o menos cachupinescas -m¨¢s bien m¨¢s- que aparte de mover los corazones de papis, mam¨¢s, damitas casaderas y especies similares del entorno ecol¨®gico, no encuentran hoy ning¨²n eco social favorable, excepci¨®n hecha, de la peque?a pantalla de nuestra repelente televisi¨®n.Sentimiento cada vez m¨¢s depresivo, aparte de consideraciones est¨¦ticas, porque supone el empleo manirroto del dinero de toda la ciudad, contratando cada vez tan costosos, in¨²tiles y obsoletos aparatos esc¨¦nicos, en tanto que la propia ciudad, carece escandalosamente de plazas escolares, equipamientos necesarios, redes sanitarias suficientes de agua y vertido, etc¨¦tera. Particularmente en los ?oscuros? barrios, en los que este dinero resultar¨ªa sin duda empleado cuerdamente.
Adem¨¢s de que los citados tinglados llevan aparejado un delirante derroche de energ¨ªa que tampoco conduce a nada. Y mucho menos en las actuales circunstancias que padecen la ciudad y el pa¨ªs.
Todo esto revela, adem¨¢s de los onerosos y superfluos gastos, sobre los que el personal no tiene control alguno, la necesidad de llegar de una vez a tener un Ayuntamiento democr¨¢tico responsable y controlado por el pueblo, que no pudiera proceder exactamente al igual que Juan Palomo.
En espera de unas fiestas democr¨¢ticas, no nos queda otro remedio que exclamar con el viejo Cicer¨®n: Quosque tandem, Catilina abutere patientia nostrae?
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