Una censura de los a?os 40
En 1976, en Madrid, la censura no ha dado su visto bueno a un filme realizado cincuenta y un a?os atr¨¢s, El acorazado Potemkin, por Eisenstein.Cualquier manual cinematogr¨¢fico al uso, cualquier escuela de cinematograf¨ªa del mundo y cualquier aficionado del universo sabe que El acorazado Potemkin es uno de los documentos clave para intentar aproximarse al conocimiento del cine. Pel¨ªcula muda, realizada en 1925 cuando Eisenstein contaba con 27 a?os de edad y en la que se narran los acontecimientos de la revoluci¨®n frustrada de 1905 en la Rusia del Zar, a trav¨¦s de la rebeli¨®n de los marineros del Potemkin, es un ejemplo perfecto para comprobar en la pr¨¢ctica la compleja teor¨ªa sobre el montaje de su realizador. La censura espa?ola considera que todo ello no debe ser motivo suficiente para poder exhibirse en unos circuitos tan cerrados y minoritarios como son los cine-clubs, cuya Federaci¨®n hab¨ªa contratado el tan mencionado Potemkin.
Lo lamentable de todo ello -adem¨¢s del propio dato de no aprobarla- es que la censura no explica las razones que aconsejan el prohibirla. Es probable que resulten dif¨ªciles de exponer -el car¨¢cter pol¨ªtico de su contenido hace tiempo que ha sido superado por otros filmes ya exhibidos legalmente.
Para nadie es un descubrimiento el afirmar que El acorazado... se ha proyectado por toda Espa?a en numerosas ocasiones, en colegios mayores, ateneos, aulas de cine y, en general, en todos aquellos centros que piensan que el cine es algo m¨¢s que un divertimento. Para nadie es un secreto el que se puede comprar en la vecina Francia una copia en s¨²per 8 de la mencionada pel¨ªcula por algo m¨¢s de 4.000 pesetas, sin embargo la Junta de censura, dependiente de la Direcci¨®n General de Cinematograf¨ªa, considera que el ciudadano espa?ol no est¨¢ preparado para contemplarla.
La ley de Prensa, de 1966, supuso, siquiera en un nivel m¨ªnimo, una cierta liberalizaci¨®n en el campo informativo o dicho con otras palabras, a partir de aquel momento el profesional de la informaci¨®n adquiri¨® una mayor responsabilidad sobre su propio trabajo. No estar¨ªa de m¨¢s el que el espectador de cine adquiriese tambi¨¦n la responsabilidad de escoger sus propias pel¨ªculas.
Si la pol¨ªtica es el arte de lo posible, la pol¨ªtica cinematogr¨¢fica que sigue la direcci¨®n general competente es el arte de lo absurdo, de la sinraz¨®n. Pensamos que no existe un razona miento m¨ªnimamente coherente que pueda explicar la decisi¨®n de prohibir El acorazado Potemkin, salvo el que surja del convencimiento de que vivimos en 1940.
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