"Sin el menor horizonte, sin la m¨¢s leve esperanza"
Las palabras que elegimos como t¨ªtulo para este comentario fueron junio de 1947 cuando tras la aprobaci¨®n de la Ley de Sucesi¨®n de las Cortes. ?Franco -siempre seg¨²n el autor- se encuentra hoy m¨¢s fuerte que nunca?.He aqu¨ª los extractos pol¨ªtica e hist¨®ricamente m¨¢s importantes del diario de Gil-Robles durante su etapa portuguesa de colaboraci¨®n directa con el conde de Barcelona. Es un documento trascendental para la historia de nuestro tiempo: por m¨²ltiples razones que no caben ni someraramente en tan breve resumen como ¨¦ste.
S¨®lo por la colecci¨®n de documentos que forma el vasto ap¨¦ndice, ser¨ªa capaz este libro de provocar una reelaboraci¨®n de todo cuanto se ha escrito apresuradamente sobre el per¨ªodo. Por primera vez se publican los textos aut¨¦nticos, ¨ªntegros, de la correspondencia entre Franco y don Juan junto a los manifiestos regios y las declaraciones colectivas de las fuerzas mon¨¢rquicas y otros grupos de oposici¨®n: las negociaciones entre unas y otros; las gestiones internacionales de Gil-Robles.
La Monarqu¨ªa por la que yo luch¨¦
(1941-1954). Jos¨¦ Mar¨ªa Gil-Robles. Madrid, Taurus. 1976.
Innumerables puntos oscuros o tergiversados comparecen ahora a plena luz hist¨®rica; d¨ªa por d¨ªa. Se establece el mes de julio de 1942 como iniciaci¨®n de los contactos entre el l¨ªder de la CEDA y la Casa Real exiliada. Se nos revela la hasta ahora oculta conspiraci¨®n del general Orgaz en 1941. Se fecha la propuesta brit¨¢nica para un Gobierno democr¨¢tico en territorio de Canarias: octubre de 1942. Se establece el mes de abril de 1943 como primer momento de la vacilaci¨®n militar a favor de los aliados en Espa?a. Quedan en su sitio las diversas iniciativas mon¨¢rquicas del interior y el exterior en el a?o clave de 1943. Personajes de actuaci¨®n inc¨®gnita -Aranda, Beigbeder, Ventosa, Vejarano, Santamar¨ªa- encuentran ahora su verdadero lugar en el sorprendente relato. Conocemos la reca¨ªda de don Juan Marchen la preparaci¨®n de grandes viajes subversivo-salvadores aunque el patrocinado por ¨¦l en agosto de 1943 hubo de aplazarse. El general Aranda se configura como el hombre de la Restauraci¨®n. Aparece con toda su luz siniestra la capacidad tergiversadora de la propaganda falangista, y la capacidad adulatoria de antiguos correligionarios del autor. Nada tuvo que ver Gil-Robles con el manifiesto de Lausanne. El ministro Alberto Mart¨ªn Artajo pide primero tres meses para la restauraci¨®n; luego solicita pr¨®rrogas quincenales. Las convergencias del exilio y del interior entre fuerzas democr¨¢ticas resultan mucho m¨¢s confusas de lo que dan a entender viejos alegatos de propaganda. Jos¨¦ Mar¨ªa Oriol y Julio Danvila son los principales fautores de la pol¨ªtica de conciliaci¨®n entre don Juan y Franco, considerada desde el principio por Gil-Robles como una trampa y una ficci¨®n de Franco. Gil-Robles puede considerarse, como consejero de mayor categor¨ªa para don Juan desde febrero de 1946: pero en ocasiones esenciales se le mangina y se le desaira. ?Franco cuenta hoy escribe sombr¨ªa y certeramente el autor el 27 de febrero de 1946 con m¨¢s asistencias que nunca.? No recata Gil-Robles su juicio descarnado sobre personas y situaciones. Cree que las personas que rodean al rey (se refiere siempre a don Juan como el rey) son ?esa camarilla fr¨ªvola y ego¨ªsta, sin la menor idea de-suis enormes responsabilidades?. A fines de ese a?o el general Aranda pretende formar un Gobierno provisional democr¨¢tico en la embajada de los Estados Unidos; el mes siguiente fue detenido y deportado a las Baleares. El 1 de abril de 1947 don Juan, a instancias de Jos¨¦ Mar¨ªa Oriol, intenta pasar la frontera y presentarse en El Pardo para conminar a Franco con la soluci¨®n din¨¢stica. Gil-Robles se muestra de acuerdo; pero llegan noticias de que Franco sale de viaje y se cancela el proyecto. Conocemos por fin, el verdadero alcance de las gestiones de Gil-Robles y Prieto ante Bevin en octubre de 1947. Conocemos, por fin, un relato exhaustivo, perfecto, de la entrevista a bordo del Azor, a cinco millas del monte Igueldo, en agosto de 1948; el gran desaire de don Juan a Gil-Robles. En m¨¢s de una ocasi¨®n la lealtad -indudable- de Gil-Robles a la causa mon¨¢rquica no le impide amargos comentarios sobre el jefe de esa causa: ?No est¨¢ a la altura de las circunstancias?. ?No percibe la trascendencia del momento?; ?no se ha penetrado bien en la trascendencia del paso que ha dado?. Pero una y otra vez subraya, con pruebas, la inteligencia, el patriotismo, las cualidades de don Juan de Borb¨®n.
Es particularmente importante todo lo que se refiere a la venida de don Juan Carlos a Madrid en 1948, y al retraso de la llegada del pr¨ªncipe para el nuevo curso al a?o siguiente. Duras palabras para la gesti¨®n conciliatoria de Julio Danvila entre 1948 y 1949. Duras palabras para los intentos extradin¨¢sticos de Franco, que piensa en un don Carlos VIII y en don Alfonso de Borb¨®n Dampierre para sus maniobras de disuasi¨®n contra don Juan.
He preferido exponer descarnadamente, casi con t¨¦cnica impresionista, lo que es el libro aunque es mucho m¨¢s. Es, por ejemplo, el trasunto del autor, que tiene bien fijo su norte en medio de tantas vacilaciones y tantas intrigas. Se podr¨¢ estar de acuerdo o no con Gil-Robles; y el autor de este comentario est¨¢ seg¨²n casos, en uno u otro plano. Pero bajo este diario, bajo estas confesiones, hay un hombre tremendo que Espa?a se ha permitido el lujo de desperdiciar, cuando no de arrastrar calumniosamente por el barro. Espa?a s¨®lo tendr¨¢ remedio cuando hombres as¨ª puedan aprovecharse hasta el tu¨¦tano para la vida pol¨ªtica del pa¨ªs real. Ante este libro es dif¨ªcil concebir una mayor capacidad para la amargura, para el sacrificio, para la superaci¨®n, para el ejemplo. Hay, en el hombre y en el libro errores. Pero no hay un s¨®lo momento de falsedad; todos, hasta los errores, son terriblemente aut¨¦nticos.
Babelia
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