El alcalde de Pamplona
El se?or alcalde de Pamplona ha sido suspendido en su cargo por el se?or gobernador civil delegado del Gobierno. Cierto que la suspensi¨®n es provisional, pero no es ning¨²n secreto que hay provisionalidades que pueden hacerse durar no s¨®lo semanas, sino meses y aun a?os. En estos albores predemocr¨¢ticos la noticia constituye aldabonazo seco y s¨®rdido que ha de conmover a muchas conciencias. Al fin y al cabo, el de Pamplona fue uno de los escasos candidatos de la oposici¨®n que lograron la vara en las pasadas elecciones.Ser¨ªa ocioso insistir ahora en las lacras que han tarado la vida municipal en estos ¨²ltimos a?os. Perm¨ªtaseme s¨®lo aludir a dos de ellas. Muy grave ha sido la pol¨ªtica de fomentar el alejamiento de los ciudadanos. El concejo, tal y como se quiso, dej¨® de ser Ayuntamiento de vecinos, cre¨¢ndose un foso aislador poco menos que infranqueable. Para eso serv¨ªan los tercios, los vetos del gobernador civil, los nombramientos a dedo y tantas otras triqui?uelas nada desde?ables. En segundo lugar, y, en buena medida a consecuencia de lo anterior, el importante sector municipal del urbanismo renunci¨® a su vocaci¨®n c¨ªvica y de respeto para con el hombre para subirse, en cambio, a la sucia galera de la especulaci¨®n desenfrenada, del mal gusto, de la explotaci¨®n m¨¢s descarnada de los ciudadanos, cuando no del albergue impune de ganster tan codiciosos o m¨¢s que los de Chicago.
Cuentan los observadores que el Ayuntamiento que encabezaba el hasta anteayer alcalde de la capital navarra, entre los remedios que alumbr¨® y comenz¨® a poner en pr¨¢ctica, hab¨ªa varios que trataban de combatir con toda eficacia las dos lacras a que me acabo de referir. El Ayuntamiento volvi¨® a ser casa del pueblo y se quebr¨® por mil delicados procedimientos tenazmente sostenidos, el aislamiento que distanciaba de los ciudadanos al consistorio municipal. Tambi¨¦n se lleg¨® a sentir sitiada y reducida la hidra poderosa de ese urbanismo de dementes que han venido potenciando los tecn¨®cratas.
En la ciudad donde vivo -Zaragoza- no hace mucho sucedi¨® algo parecido: el alcalde fue procesado a instancias de una inmobiliaria. Tal incidente hizo que aumentara la simpat¨ªa popular para con el alcalde, pero, sobre todo, el se?or gobernador civil de Zaragoza no se le ocurri¨® en absoluto suspenderle de su cargo. Entonces es cuando necesitaba respaldo oficial o, cuando menos. neutralidad. No ha corrido la misma suerte el se?or alcalde de Pamplona. Parece que se le buscan las cosquillas cuando m¨¢s necesitaba de apoyo o, al menos, de comprensi¨®n. Este incidente demuestra muy a las claras que, d¨ªgase lo que se diga se considera molesta a la oposici¨®n y no se la tolera en ¨²ltima instancia. No se tolera el tratar de limpiar las viejas lacras. No se tolera el hacer ensayos democratizadores a la altura de los pa¨ªses m¨¢s avanzados. La decisi¨®n gubernativa -que todav¨ªa puede enmendarse- me parece un error garrafal, y una manifiesta falta de consideraci¨®n para el afectado, para quienes le el¨ªgieron y para el pueblo pamplon¨¦s que masivamente le respaldaba. Pero, sobre todo, en tina visi¨®n m¨¢s general, no constituye ning¨²n augurio de juego limpio en los importantes acontecirnientos que parecen avecinarse.
Catedr¨¢tico de Derecho Administrativo
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