Cassius, el negrito que no quer¨ªa ser algodonero
Muhammed Al¨ª, ex Cassius Clay, ha dicho por segunda vez que se marcha del boxeo. Su argumento no puede ser m¨¢s simple ni m¨¢s pat¨¦tico: ?Estoy cansado.? Probablemente reconsiderar¨¢ su decisi¨®n; a¨²n es campe¨®n del mundo: dispone de un t¨ªtulo y de una leyenda, as¨ª que van a sobrarle ofertas de combate. Es decir, tentaciones de quedarse. Ya podemos predecir que, si se va, su desaparici¨®n ser¨¢ irremediable. Sin ¨¦l, los mejores rings volver¨¢n a ser s¨®lo un fugar para reyertas, y los grandes pesos parecer¨¢n un poco menos grandes.
El p¨²gil m¨¢s grande de esta ¨¦poca, y quiz¨¢ de todos los tiempos, ha sido posible gracias un extra?o suceso: su bisabuelo, que viv¨ªa en Africa, pudo ser un espigado guerrero watusi, pero fue un cosechero de algod¨®n. Entre el ?pudo ser? y el ?fue? se escribi¨® una breve historia que comenzar¨ªa en una tribu cualquier noche, cuando aparecieron unos demonios blancos que mataban a mayor distancia que los lanceros negros, y concluir¨ªa unas semanas despu¨¦s en una plantaci¨®n sudista, en Norteam¨¦rica. Desde el principio al fin, s¨®lo dos confusos episodios: el primero en la bodega de un barco, y el segundo, en la pasarela de un mercado de esclavos.Aquel negrito que lo hab¨ªa perdido todo, incluso el nombre, se vio en un nuevo mundo bruscamente, como si alguien le hubiera despojado de una antigua venda. All¨ª las monedas v¨¢lidas eran el d¨®lar, el whisky y el latigazo, pero ¨¦l solamente ten¨ªa derecho a la tercera.
A los esclavos les estaban prohibidas la indolencia y la iniciativa. El hizo lo posible por encontrar el dif¨ªcil t¨¦rmino medio: trabaj¨® duro y se acostumbr¨® a vivir al dictado. Se impuso aceptar las leyes: tom¨® el apellido ?Clay? de su due?o y asimil¨® la actitud maquinal con que se le reprend¨ªa. Encaj¨® los latigazos con la misma naturalidad que el vigilante se los administraba. El ¨²nico punto dudoso de su adaptaci¨®n fue una curiosa enfermedad, una especie de tristeza cr¨®nica, muy contagiosa entre los esclavos negros, tras la cual se escond¨ªa una sospecha de que aquella servidumbre no ten¨ªa por qu¨¦ ser eterna.
Sin saberlo, el esclavo Clay dej¨® en herencia a sus hijos una rebeld¨ªa.
Cassius Clay
A Cassius Clay, natural de Louisvllle, las historias del abuelito nunca le parecieron graciosas. Le infundieron una obsesi¨®n por convertirse en un se?or importante para hacer pagar a no s¨¦ qui¨¦n unas humillaciones inolvidables.Cassius era un ni?o todav¨ªa cuando supo que ?si tu padre es negro, pobre y americano, y t¨² quieres ser rico, tienes muy pocas alternativas?. Entre las m¨¢s usuales estaban, cantar, jugar al f¨²tbol o al baloncesto, y, sobre todo, boxear. A los doce a?os, Cassius ten¨ªa los pu?os m¨¢s r¨¢pidos del barrio; por tanto, no hab¨ªa elecci¨®n.
En Estados Unidos, donde se practica el boxeo m¨¢s violento del mundo, los managers suelen mantener a sus chicos en el amateurismo muy poco tiempo. Tres rounds americanos deterioran casi tanto
como treinta europeos, y ?con unas pocas peleas de m¨¢s, tu muchacho puede ser un viejo aparato de radio: tendr¨¢ un sinf¨ªn de interferencias y cables pelados. La primera misi¨®n de un buen manager es saber cu¨¢l es el momento preciso para presentarlo como profesional. El salvoconducto m¨¢s genuino al profesionalismo es una medalla de oro ol¨ªmpica?.
El amateur Cassius Clay era un boxeador miedoso. Su preocupaci¨®n fundamental consist¨ªa en buscar un modo de que el adversario no pudiera pegarle. A ¨¦l no le gustaba pelear, sino discutir.
Si Cassius hubiera ca¨ªdo en la cuadra de Yancey Durham, preparador dc Joe Frazier y fabricante de toritos, nunca habr¨ªa dejado de ser un negro cobarde, pero tuvo la fortuna de dar con Angelo Dundee, un famoso manager, hijo de emigrantes sicilianos, que se emocionaba por igual con un buen juego de piernas que con una tarantela: comprend¨ªa indistintamente a los poetas y a los peleadores. Seg¨²n las malas lenguas, el coraz¨®n se le transformaba en cuenta corriente con excesiva frecuencia: sin embargo, nadie pon¨ªa en duda sus dotes profesionales. Cassius fue, desde el primer momento, su disc¨ªpulo predilecto: comenz¨® a acumular victorias y, de pronto, se vio en el equipo norteamericano que deb¨ªa acudir a la Olimpiada de Roma. Su historial era muy limpio: s¨®lo una discutible derrota. Regresar¨ªa a los Estados Unidos como campe¨®n ol¨ªmpico del peso semipesado.
Tres nombres decisivos
A poco de presentarse como profesional, ya en el peso pesado, Cassius public¨® una especie de manifiesto t¨¦cnico (?Yo revoloteo como una mariposa y pico como una avispa?) y comenz¨® a vaticinar el asalto en que vencer¨ªa a sus primeros rivales: la originalidad de sus bravatas y la de su estilo le dieron inmediatamente un extraordinario poder de convocatoria. En su primera ¨¦poca hubo tres nombres decisivos: Luis Sarr¨ªa, Archie Moore y Henry Cooper.Sarr¨ªa era un preparador cubano que se hab¨ªa puesto a las ¨®rdenes de Dundee en Miami cuando Fidel Castro prohibi¨® el boxeo profesional. Le acompa?aba, entre otros pupilos, un tal Jos¨¦ Legr¨¢. Las caracter¨ªsticas de Cassius eran lo que ¨¦l hab¨ªa estado esperando toda la vida: su boxeador ideal deb¨ªa ser capaz de ganar un combate sin recibir un solo golpe. Cuando Legr¨¢ vino a Espa?a, Sarr¨ªa se dedic¨® a pulir el estilo de Cassius.
Para obtener el cr¨¦dito absoluto de los promotores norteamericanos, y sobre todo para acercarse al t¨ªtulo mundial, Cassius ten¨ªa que vencer a un hombre bien ranqueado. Los empresarios eligieron en seguida: Archie Moore.
La esfinge de Archie Moore
Moore era una esfinge, un sabio de cart¨®n. Se desconoc¨ªa su edad, pero se conoc¨ªan otros datos m¨¢s interesantes sobre ¨¦l: hab¨ªa ostentado el mundial de los semipesados durante muchos a?os y ocupaba el segundo lugar en el escalaf¨®n del peso fuerte, en el que tambi¨¦n compet¨ªa. Se le consideraba el boxeador m¨¢s t¨¦cnico de entonces.Antes de la pelea, Moore escribi¨® un art¨ªculo que se titul¨® ?Por qu¨¦ Cassius Clay no podr¨¢ vencerme nunca?, al que Clay contest¨® con un poema: ?Por qu¨¦ el viejo Moore no va a resistirme m¨¢s de cuatro asaltos?.
En el cuarto round, Cassius destroz¨® a Moore.
Era evidente: Cassius se hab¨ªa convertido en un boxeador fabuloso. Estaba preparado para vencer a cualquier rival. Por eso Dundee no tuvo ning¨²n escr¨²pulo en aceptar un combate en Inglaterra con el campe¨®n de Europa, Henry Cooper, cuyo hook de izquierda era, seg¨²n los t¨¦cnicos, fulminante. Cassius anticip¨® desde el ring: ?En el quinto acabar¨¦ con ¨¦l?, y comenz¨® a bailar a su alrededor para consumir minutos. Ocho segundos antes de que finalizara el cuarto round, Cooper observ¨® que la mano derecha de Clay estaba muy baja. Provoc¨® su ataque y logr¨® conectarle su hook al ment¨®n. Clay cay¨® a la lona. Si aquel golpe hubiese llegado tres segundos antes, seguramente Cassius no habr¨ªa sido nunca el m¨¢s grande.
Pero cuando el ¨¢rbitro iba a contar el noveno segundo, el segundo-v¨ªspera, son¨® la campana.
En el quinto asalto, Clay destroz¨® a Henry Cooper, gui?¨® el ojo derecho y se despidi¨® haciendo una ave con los dedos.
Historia reciente
Los aficionados al pugilismo recuerdan la historia de Clay desde su triunfo sobre Archie Moore. Unos combates despu¨¦s destronar¨ªa a Sonny Leston, y luego volver¨ªa a vencerle en la revancha. Se mantuvo como campe¨®n invicto hasta que entr¨® en edad militar y, llegado el momento, se negar¨ªa a acudir a filas por estar en desacuerdo con la guerra de Vietnam. Su suspensi¨®n, su procesamiento y sus cuatro a?os de ausencia son pasajes de su vida que todos conocen. Tambi¨¦n se sabe que, tras una vacilante reaparici¨®n frente a Bonavena y una derrota ante ?Torito? Frazier, ir¨ªa encontrando lentamente una manera de conciliar su vieja filosof¨ªa de trabajo (?Ganar combates y economizar castigo?) con aquella nueva ¨¦poca, la ¨²ltima. En vez de revolotear como una mariposa, prefiri¨® atrincherarse junto a las cuerdas para disparar cuando el enemigo estuviese encima. Las cosas le fueron bien hasta su nuevo percance frente a Ken Norton, que pareci¨® un ocaso.Pero volvi¨® a levantarse. Inesperadamente reconquist¨® el mundial en Kinshasa con una contundente victoria sobre George Foreman. Desde entonces se ha limitado a ganar a todos los competidores. Logr¨® desquitarse de Norton dos veces; la primera con cierta holgura. Ahora, despu¨¦s de la segunda, ha dicho: ?Estoy cansado?.
Del cuadril¨¢tero al p¨²lpito
Nadie ignora ya que su vida ha sido la transformaci¨®n del p¨²gil Cassius Clay en el predicador musulm¨¢n Muhammed Al¨ª. En ese tr¨¢nsito ha escenificado m¨¢s de cien veces la ceremonia m¨¢s vieja que existe: la violencia. Ha puesto en juego, a un tiempo, su titulo mundial y su p¨²lpito, y por el camino ha derribado en Chuvalo, Quarry y Bonavena, a todas las grandes esperanzas blancas.Sin embargo, todos hab¨ªamos olvidado un poco que su lucha contra la segregaci¨®n racial tiene un lejano aunque seguro antecedente. Apenas se recuerda que este Muhammed es el sucesor, o el emisario, de aquel malogrado guerrero watusi. Un enviado especial de todos los esclavos negros que un d¨ªa contaron una historia a sus nietos.
?Erase una vez un negrito que no quer¨ªa ser algodonero... ?
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