Triste reaparici¨®n de Barajitas
Por supuesto que no nos hab¨ªamos hecho la m¨¢s m¨ªnima ilusi¨®n de ver el domingo en San Sebasti¨¢n de los Reyes la maestr¨ªa de un Antonio Bienvenida, la finura en los detalles de un Paco Camino, el toreo hondo y, la pureza en la suerte de matar de un Rafael Ortega, el arrojo de un Gregorio S¨¢nchez, ponemos por caso de toreros que afrontaron el compromiso de lidiar en solitario una corrida de toros.Cuando. un diestro adopta esta decisi¨®n es porque le empuja el amor propio y va a resolver algo capital, seguramente el futuro de su propia profesi¨®n, o va a culminar, con la hombrada de un gesto ins¨®lito, su carrera de matador de toros en ejercicio. Y para ello se prepara a fondo, porque la lidia de una res tras otra, aunque s¨®lo sean en total cuatro, como se hab¨ªa preparado el domingo Barajitas, es una tarea ardua y dif¨ªcil que no admite improvisaciones.
El domingo se lidiaron en San Sebasti¨¢n de los Reyes cuatro toros de Carreros, para Pablo S¨¢nchez (Barajitas) como ¨²nico espada
quien obtuvo el siguiente resultado: dos pinchazos, bajonazo y rueda de peones (palmas). Espadazo enhebrado, varias ruedas de peones y cuatro descabellos (vuelta por su cuenta). Pinchazo a toro, arrancado, otro pinchazo. media atravesada, rueda de peones y descabello (silencio). Pinchazo saliendo perseguido, otro hondo, rueda de peones y descabello, (palmas).Los toros.- Discretamente presentados, terciados, bien puestos de cabeza. Tuvieron casta: el segundo, tambi¨¦n bravura. Todos dieron juego.
La realidad, penosa realidad, fue que nos encontramos con un Barajitas sin sitio, sin recursos, sin facultades y con la moral muy baja. ?Por qu¨¦ y para qu¨¦ decidi¨® ser ¨²nico matador de cuatro toros? En su anterior salida a los ruedos, precisamente en Las Ventas, para confirmar la alternativa despu¨¦s de a?os de inactividad, durante los primeros capotazos, se llev¨® una cornada salvaje que pudo costarle la vida. Hubo entonces peligro claro de) toro que le cogi¨®, como hubo tambi¨¦n impericia del torero.
Y esa impericia se volvi¨® a apreciar el domingo. El capote no le sirvi¨® para nada a Barajitas y el toro se lo arrebataba casi cuantas veces intent¨® el lance. Se desentendi¨® de la lidia, cuyo peso recay¨® sobre los peones. Al primer carreros le traste¨® por la cara, luego medio se par¨® en unos derechazos que la res aceptaba bien e intent¨® el natural sin reparar en que por ese lado hab¨ªa peligro. Al segundo pase sufri¨® un derrote que le cruz¨® la cara, el pit¨®n rasg¨® superficialmente el labio, el p¨®mulo y el p¨¢rpado. Pas¨® sus fatigas para cuadrar y matar a este toro y a los tres restantes.
El segundo tom¨® un puyazo soberbio, la cabeza metida con fijeza bajo el peto mientras apretaba con los ri?ones. La nobleza del animal en el ¨²ltimo tercio la desaprovech¨® Barajitas, qui¨¦n no se par¨® nunca, cambiaba continuamente los terrenos, dio un par de derechazos aceptables y luego numerosas espaldinas, en una de las cuales se vio desarmado y perseguido. En el tercero, que ten¨ªa genio, no hubo m¨¢s que trapazos de pit¨®n a pit¨®n. Y en el cuarto, el m¨¢s chico dentro de un conjunto que tiraba a terciado, muy boyante adem¨¢s, naturales y derechazos sin quietud, tambi¨¦n desarmes y alguna que otra carrera.
Nada, en conjunto y al detalle. Lo de Barajitas hab¨ªa sido un gesto sin gloria. Quiz¨¢ en su fuero interno quede, no obstante, la satisfacci¨®n de que aquella cornada terrible del mes de julio en Las Ventas no le ha impedido volver a vestirse de luces y medirse con cuatro toros. Ojal¨¢ el torero est¨¦ contento; por lo menos habr¨¢ uno contento entre cuantos estuvimos el domingo en San Sebasti¨¢n de los Reyes, pues la verdad, el espect¨¢culo result¨® muy triste.
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